Seremos libres o mártires

La célebre frase del Comandante en Jefe Fidel Castro se publicó oficialmente por primera vez en la revista Bohemia, el 2 de septiembre de 1956

En el acto realizado en el hotel Palm Garden de Nueva York, Fidel pronunció por primera vez la frase seremos libres o seremos mártires.

Es probable que Fidel Castro haya afirmado la célebre frase “En 1956 seremos libres o seremos mártires” en alguna ocasión informal, pero de una manera oficial que pudiera constatarse —existe grabación de ello— la pronunció a viva voz, por primera vez, en aquel patriótico acto realizado en el hotel Palm Garden de Nueva York, la que se publicó en dos ocasiones en la famosa revista Bohemia, con connotaciones distintas; la segunda vez hace exactamente 68 años —el 2 de septiembre de 1956—, refrendada en carta que dirigiera a su director Miguel Ángel Quevedo.

Cuando la frase se expresó en 1955 alcanzó gran valor simbólico, pero expresada en publicación tan leída adquirió una relevancia mayor, pues se hizo un compromiso por escrito que no se podía soslayar por ningún motivo —quedaba muy poco para fin de año, y cualquier adversidad pudo evitar que cumpliera con su palabra— si no quería que su prestigio se derrumbara por el piso y que nadie creyera en ninguna otra promesa o seguridad dadas por él.

Vayamos por pasos: un periplo muy importante en la labor proselitista de Fidel, imposible de eludir, lo era Nueva York, no solo porque allí existía desde hacía muchos años una de las comunidades de cubanos más importantes del mundo, sino porque en esa ciudad estaba muy vivo el apostolado de José Martí, quien en este caso sí fue profeta en “su tierra”, pues al radicar allí durante casi 15 años hizo de ella ejemplo de todo lo que realizó en el resto de las grandes ciudades norteamericanas donde existiera una importante sociedad de cubanos y en los países de América Latina a los cuales se dirigió o que incluyó en sus mensajes políticos.

Fidel durante el acto realizado en el hotel Palm Garden de Nueva York.

En su ingente y sistemática convocatoria para la lucha que se avecinaba, donde esclarecía ideas, dudas, resquemores, o explicaba su programa de la Revolución, Martí utilizó, entre otras tácticas fundamentales, el encuentro vivo con los patriotas, el discurso enardecedor, la complicidad con las personas, la viva interacción con las diferentes comunidades de emigrados; así que Fidel siguió ese camino, lo que admitió explícitamente, con un éxito rotundo.

A finales de octubre de 1955 se encuentra en la populosa ciudad neoyorquina, y la actividad más importante de todas cuantas realizó fue reunirse con la comunidad cubana el domingo 30 en los salones del hotel Palm Garden, en la calle 52 y 8va., al final de la cual hizo un apoteósico discurso donde dijo por vez primera esa emblemática frase, que con toda seguridad sustentaba un pensamiento en el que mucho había reflexionado antes, aunque para quien lo veía en ese instante bien podría suponer que había sido expuesta al calor de la emoción.

Dijo literalmente: “Puedo informarles con toda responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo; dura ya casi cuatro años, y terminará con el último día de la dictadura o el último día nuestro”.

Una de las premisas asumidas siempre por Fidel fue la divulgación más amplia de sus ideas, así que instó al periodista Vicente Cubillas, presente en el cónclave, para que volara a Cuba de inmediato y publicara lo más rápido posible su crónica de lo que acababa de suceder, y hasta revisó lo que debía trasmitirse por ser lo más trascendente en ese momento, apareciendo todo ello en el artículo de la revista Bohemia del 6 de noviembre de 1955, con el título “Mitin oposicionista en Nueva York”, que reprodujo de manera literal esa frase dentro de las ideas generales transcritas.

En ese instante se iniciaba el proceso de preparación del destacamento que debía desembarcar en Cuba para reiniciar la lucha insurreccional, así que expresar públicamente ese compromiso solo tenía el objetivo de incendiar la conciencia revolucionaria de la emigración y de los seguidores de Fidel dentro de Cuba, que dieron muestra de ello cuando esparcieron a fines de 1955, en todos los espacios posibles del país, volantes con esa frase.

Fidel no fue demagógico cuando dio por sentado que la guerra comenzaría en 1956, como era costumbre de los políticos de turno cuando se dirigían a los cubanos, pero no hay dudas de que era un desafío enorme y que existía la posibilidad real de que no se pudiera cumplir, pues podían presentarse situaciones de todo tipo que destruyeran los planes cuando todavía faltaba demasiado para que el contingente guerrero estuviera mínimamente listo.

Si no se cumplía por alguna razón muy poderosa, podría inferirse que la base social del líder lo perdonaría, sobre todo conociendo que tal promesa fue hecha al calor de un discurso sumamente emotivo y en un escenario muy absorbente; aunque en ese caso la verdad, la transparencia y la credibilidad estaban por demostrarse, habiendo siempre un resquicio para la duda o el cuestionamiento.  

Por eso puede asegurarse que cuando el 2 de septiembre de 1956 Fidel publicó esa misma frase, nuevamente en la revista Bohemia, pero ahora en una carta escrita por él de puño y letra, había quemado las naves en lo referido a la construcción de la fe en su palabra, arriesgándolo todo cuando faltaba muy poquito en términos históricos para culminar el año y ante la premisa de que todavía quedaba por hacer muchísimo en la organización, preparación y ejecución del plan para llegar a Cuba y reiniciar la guerra.

Aunque la misiva enviada personalmente al director de Bohemia tenía el objetivo de desenmascarar todas las maniobras orquestadas por diferentes personeros de la dictadura de Batista que acusaban a Fidel de aprovecharse de los recursos provenientes nada más que de otra de las dictaduras siniestras que había en ese instante, la de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, casi al final el líder del M-26-7 no quiso desaprovechar la oportunidad y cerró con broche de oro diciendo nuevamente la frase, lo que no es ninguna casualidad.

Necesitaba Fidel recordar lo que antes había asegurado, conocedor de que muchos de sus partidarios y de sus enemigos tenían bien guardado en sus memorias lo que había prometido y, sin querer rehuir tal responsabilidad, sino todo lo contrario, sustentó la misma idea no solo para reafirmar un compromiso dado, sino también para asegurarles a sus seguidores que él cumplía con la palabra dada y de paso quitarle a sus enemigos toda posibilidad de que lo atacaran en algún momento por haber fallado y, con ello, lograr debilitar sus bases e influencias.

En la revista Bohemia del 2 de septiembre de 1956 confirmó, incluso de manera más sintética, aquella idea, en una carta escrita siete días antes, en la que directamente aseguró: “La campaña de infamias y calumnias tendrá un día no muy lejano su cabal respuesta en el cumplimiento de la promesa que hemos hecho de que en 1956 seremos libres o mártires. La ratifico aquí, serenamente, y con plena conciencia de lo que implica esta afirmación a los cuatro meses y seis días del 31 de diciembre”, y tenía toda la razón.

En aquel documento Fidel explicó la realidad del país, haciendo énfasis en problemas políticos que había que solucionar y que por ello formaban parte del programa por el que inició la lucha armada, entre otros: “En Cuba se está perdiendo ya el hábito de decir la verdad, (…) en Cuba hay un régimen que se mantiene a viva fuerza, en Cuba las elecciones son una farsa inmunda sin garantía alguna para los adversarios al régimen; en Cuba una camarilla adulona, rapaz y ambiciosa disfruta todos los cargos del Estado enriqueciéndose a manos llenas, en Cuba imperan el terror y la represión, en Cuba se prohíben las manifestaciones cívicas, se censura la prensa”.

Fidel se mantuvo leal a este compromiso —de hecho, en 1956 lo reiteró de una manera u otra— hasta el punto de que todo lo que hizo hasta salir de México estuvo condicionado por la premisa de cumplir su palabra, por lo que explicaba las razones que lo llevaron a tal decisión a quienes pensaban que era un error táctico haber hecho tal compromiso público, como lo expresó el propio Frank País, o aferrándose aún más a esa idea cuando le recomendaban posponer su regreso a Cuba hasta el año próximo, como lo hizo el dirigente del Partido Socialista Popular Flavio Bravo Pardo, junto a otras cosas a las que Fidel jamás se sumaría.

Algunas personas todavía no entendían algo que ya tenía muy claro el posterior líder indiscutido de la Revolución cubana: la palabra dada por un dirigente revolucionario tiene que ser sagrada, así que jamás puede prometer absolutamente nada sin hacer lo humanamente posible por cumplirlo, sabiendo por demás que uno de los principios que nunca, bajo ninguna circunstancia, puede traicionar un líder de pueblos es su credibilidad; así que su compromiso estaba por encima de todo, incluso de su propia vida.

Fidel cumplió la promesa hecha públicamente dos veces, al llegar a Cuba en diciembre de 1956 para iniciar la guerra y poder acabar con la dictadura de Fulgencio Batista, a pesar de miles de dificultades de última hora, con lo que demostró esa firmeza y convicción que siempre le caracterizaron e igual, por qué no, ese halo de buena suerte que siempre le asistió hasta en las situaciones más adversas. 

*Profesor de Historia de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez y primer vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba en Sancti Spíritus.

Guillermo Luna Castro*

Texto de Guillermo Luna Castro*

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