–¿Si no estuvieras aquí, qué estarías haciendo ahora en tu casa, allá en Arroyo Blanco?
Marcia Despaigne Neyra me mira con cierto aire de picardía, quizá porque olfatea el verdadero sentido de la pregunta y, sin perder tiempo, responde: «Estaría haciendo esto mismo: de reposo, acostada».
No lo creo –le digo en tono provocador–, para eso tendrías que tener un esposo que te ayude en todo y, según me han dicho, el tuyo no coopera…
«Qué va; ese hombre me ayuda en todo; Yoandri no me deja hacer nada, ni mi mamá tampoco, no solo ahora que vengo con gemelas, sino también cuando tuvimos al niño».
Ojalá todas las embarazadas cubanas pudieran expresar lo mismo que Marcia. No serán, sin embargo, la comprensión y el respaldo hogareños el centro de mira principal durante los minutos que Granma permanecerá en el hogar materno de Jatibonico: una instalación que, desde la carretera central, invita a detener la marcha y a entrar (tal es su atractiva imagen), y una vez en su interior puede provocar «hasta deseos de quedar embarazada».
La enfermera María Elsa Ávila González se ríe por la ocurrente frase, pero en el fondo sabe que las condiciones, la atención y el servicio que en general se presta allí podrían servirles de referencia a muchas instalaciones similares en otras partes del archipiélago, sin menospreciar el trabajo de las demás.
«Aquí recibimos embarazadas remitidas por especialistas y áreas de Salud de todo el municipio. Puede ser por bajo peso materno o percentil fetal bajo, sepsis urinaria o vaginal, anemia, hipertensión arterial, profilaxis de prematuridad u otros riesgos, o porque están a término y residen en apartadas zonas (ingresos geográficos).
«En dependencia del caso, son clasificadas y ubicadas en los cubículos correspondientes. En total disponemos de 15 camas que, como norma, siempre permanecen ocupadas. Es bueno saber que algunas están aquí semanas, otras durante meses, y las hemos tenido a tiempo completo, hasta el momento del parto».
DE HOTEL
Aunque muchas jóvenes vienen preparadas de su hogar, al llegar a la instalación tienen asegurados toalla, bata de casa, ropa de cama, mosquitero, ventilador, desayuno, tres meriendas, almuerzo y comida: reforzada (doble) en caso de embarazos gemelares como el de Marcia, anemia o bajo peso.
Servicio y confort se ven complementados por la aplicación de vitaminas prenatales y calcio, dos veces al día, garantía de agua todo el tiempo, limpieza impecable gracias a la pasión con que labora una mujer llamada María Lidia Sierra –incorporada allí tras su jubilación, procedente de la actividad agrícola–, una nevera con agua fría todo el tiempo, televisión, bancos y ambiente tranquilo junto al inmueble para la visita de familiares…, todo ello –y más– por el módico precio de… cero centavo.
¿En qué otro lugar del mundo? No creo que en muchos, sobre todo sujetos a adversidades y escaseces como las que enfrenta la economía cubana.
Y, aun así, el personal de cocina se aparece a cada rato con un extra de especias, cortesía individual, familiar, para que los alimentos tengan mejor punto. Y cuando los miembros del pequeño colectivo visualizan a una embarazada de muy humilde procedencia, suelen aparecerse, al final, con ropita u otros elementos de canastilla, comprados o donados para el bebé que pronto verá luz. Nadie se engañe, esta es Cuba.
Por eso también, en gratitud, muchas madres retornan luego con sus niñas y niños en brazos, para mostrárselos a las enfermeras María y Yanisleidis, al administrador, a las dos doctoras que tienen a su cargo la atención integral, a María: la reina de la escoba y del trapeador…
LO QUE NO TIENE PRECIO
Claro que tanto reposo, tanta calma, tantas atenciones terminan creando una especie de sopor que tiende a generar cierto aburrimiento.
Bien lo sabe Yaiseri Peña Quiala, vecina de la zona rural conocida como Purialito, del mismo modo que Mildrei Milanés Martínez, de El Patio, allá rumbo a las arroceras de Sur del Jíbaro, quien debe agradecer a la Salud cubana, además, atenciones por razones de infertilidad.
Ellas, como Marcia, desearían estar ahora mismo en casa, pero hay algo mucho más importante que el deseo personal, algo que no tiene precio: la salud, la seguridad y la vida de esos niños que llevan en el vientre y que, dígase lo que se diga, tienen el precoz privilegio del que carecen millones de criaturas en el planeta: un hogar donde mamá es tratada como una reina, y ellos como príncipes y princesas… aún sin haber visto la luz de su primer día.
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