Dicho en palabras de una de las voces más autorizadas del pugilismo mundial, lo que hizo Adrián Licea Pérez en el más reciente Torneo Nacional Playa Girón de Boxeo rebasó una historia escrita, a puños, sobre el ring del Polideportivo Yayabo.
“Este boxeador, aparte de la valentía y la dignidad para defender su provincia, lo que tiene es coraje. Enfrentó la competencia bajo difíciles circunstancias, incluso enfermo. Según mi criterio, fue el mejor boxeador que presentó Sancti Spíritus y mira que tengo un hermano espirituano que es Yosbany Veitía y por encima de él no camina nadie; también peleó en la final con un primo mío de sangre y compañero de equipo de Camagüey. Considero que fue el mejor combate y yo lo vi como el más combativo de la competencia”.
Los elogios del bicampeón olímpico y cuatro veces mundial Julio César La Cruz llegan como un bálsamo, pero también como un piñazo al mentón del compromiso de un muchacho que saltó del anonimato a la gloria, aun cuando no entró al cuadro de honor con tales denominaciones, ni los jueces lo vieron ganar su último combate.
Licea subió al cuadrilátero con déficit de entrenamiento. Incluso antes había derribado rivales enconados: “Después de pasar la covid, me operé de la garganta el año pasado y luego tuve tres meses con hepatitis y en todo ese tiempo no entrené. Luego me cogió el “verde”. Ahí fue mucho el marabú que tuve que chapear en la previa, pero me levantaba a las cuatro de la mañana para entrenar en esas lomas y después cumplía mi tarea. Los profesores me sacaron un permiso para la competencia y en 15 días me preparé”.
Eso sí. Le puso todo, aunque la alimentación no era la mejor: “Tuve mucho apoyo de la familia, me albergué en la Academia, me enfoqué duro en el trabajo y atendí a todo lo que me dijeron los entrenadores”.
Su historia corrió con la rapidez de un uppercut por toda la sala y llegó hasta el graderío. Al primer combate de su vida en torneos Playa Girón subió sin la etiqueta de favorito y con apenas una medalla de bronce en la categoría juvenil ante Jairo Munive, de Holguín.
Fue su primer golpe de autoridad cuando ganó, convincente, 5-0. En su segundo pleito, también a tres asaltos, enseñó tal arsenal de combatividad que apenas dejó respirar a Yonaikel Sunsunegui, de Camagüey, que cuenta con experiencia internacional. Ya en semifinales, con todas las papeletas para ganar y pocas para perder, derrochó coraje con otro 5-0 vs. Jorge Forcades, de la misma provincia.
“Siempre voy a creer en mí. Salí a dar los combates, no me lo esperaba; por la preparación física, mi mente era llegar a la final, sabía que tendría peleas duras, pero siempre voy a ir a mí”.
A la final llegó con más fuerza en la mente que en las piernas. “Con la fuerza de mi corazón”, diría después a Escambray para explicar cómo venció el cansancio y terminó dando golpes. Muchos lo vieron ganar en un pleito que concluyó con la votación dividida de los jueces frente al camagüeyano Yusnier Sorzano. Mas, para Adrián su medalla de plata tenía otro color: “Mi primera vez y llegar a la final fue algo grande, gracias al Señor, al apoyo de mi familia, al trabajo de mis entrenadores, al esfuerzo que hice. Fue una pelea dura, dura. Estaba cansado, pero tenía el coraje y me repetía: Sí puedo, sí puedo, y voy a terminar los tres asaltos porque los voy terminar. Salí a darlo todo con el apoyo del público, este es el boxeo, gané una medalla que para mí es oro por todo el esfuerzo que hice, ya vendrán otras oportunidades”.
En el público enamoró no solo al familión de medio barrio de Jesús María que arrastró hasta el graderío: “Cada vez que daba un golpe y mi público gritaba me daban ganas de dar otro y otro, eso me inspira, incluso vinieron compañeros míos del ‘verde’, otros llamaron”.
Eso sí. Se quedó con las ganas de cruzar guantes con el rey de la división de los 69 kilogramos en Cuba y uno de sus ídolos: “Mi sueño era pelear con Roniel Iglesias, desde chiquito que lo veía en la televisión quería pelear con él, lástima que no pudo estar”.
Su esfuerzo y valor tuvieron premios adicionales. A sus 19 años fue llamado a la preselección ampliada rumbo al próximo ciclo olímpico junto a otros cinco espirituanos: Alejandro Claro Fiss (52 kilogramos), Jorge Cuéllar (71), Yosbany Veitía y Osvaldo Díaz (57) y Adonis Bel Iznaga Iznaga (+92).
Cuando, casi extasiado, bajó del ring, tenía el agradecimiento del público, la admiración de la prensa y del presidente del Inder Osvaldo Vento: “Es una de las promesas del boxeo. Se tuvo que conformar con su plata, pero hay que destacar que ha sabido simultanear las exigencias de la vida y los compromisos políticos del Servicio Militar con la responsabilidad con el deporte, ese muchacho promete, ha tenido, en mi modesta opinión, un gran torneo”.
Y para quienes le insinuaron si su “guapería” tenía genes de Jesús María, por aquello de las “etiquetas” que suelen adjudicársele a la barriada espirituana, Adrián tiró un golpe contundente: “Soy guapo arriba del ring, pero fuera soy un niño de teta”.
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