Cada vez que los Tiburones del Sur —como le apodan al equipo de Trinidad en ese frenesí beisbolero mundial de etiquetar a los elencos por sus mascotas— se han presentado en su estadio Rolando Rodríguez, la ciudad se ha convertido en un hervidero.
Y ese es el mejor resultado de los representantes de la provincia en el evento, aunque los propósitos competitivos van más allá, cuando este fin de semana protagonicen la final del Torneo Nacional de Clubes Campeones ante su similar de Unión de Reyes.
No es solo el hecho de haber ganado, invictos en la zona oriental; sino también el mérito de haber convertido la pelota en el espectáculo que todo deporte desearía protagonizar, pues el Rolando Rodríguez se fue quedando pequeño ante un público que hace del bullicio una herramienta eficaz de apoyo.
La apoteosis aconteció el pasado fin de semana, cuando se midieron con Campechuela, de Granma. Tras el 2-0 sabatino que les dio el título oriental y el boleto a la final, Trinidad, más allá de su estadio, se volvió una locura, como lo definiera a Escambray Miguel Ortega, director municipal de Deportes.
“Fue una verdadera fiesta, al estadio no le cabía un alma más con un apoyo delirante, la gente arrolló con las congas un gran rato, al paso por la ciudad se unió mucha gente, es alentador que en todo momento contáramos con las principales autoridades del Partido y del Gobierno del municipio”, dijo.
Será porque esta vez no pudo disponer de todas sus estrellas nacionales durante la fase regular y así y todo clasificó para la final provincial. Será porque tuvo que luchar siempre de atrás, desde que logró el último boleto a semifinales y luego cayó en el primer partido de la final ante Fomento. Será porque en su estrategia de marketing no se cansan de inundar las redes, pero los Tiburones logran acaparar atenciones, aficiones y halagos.
Con varios nombres reconocidos en Series Nacionales como Rodolexis Moreno, Yanielkis Duardo, Yohanni Hernández, Ariel Zerquera, Javier Martínez y otra pléyade de talentos como Osdany Llorente o Marcos Zúñiga, los trinitarios forman un combo compacto, con el pitcheo como mejor arma y la eficiencia ofensiva como herramienta de salvación cuando el bateo no abunda.
Tienen en Osmani Rodríguez, su director, un aché ganador. Con él Trinidad ha alcanzado seis de sus nueve títulos provinciales y ahora busca uno que nunca ha logrado, a pesar de haber estado en finales de clubes entre 1992 y 2008, cuando el torneo se desarrolló ininterrumpidamente. “Es la unidad del conjunto —repite una y otra vez Osmani—, aquí todo el mundo hala parejo, los conocidos y los más jóvenes. Hay que ver cómo Rodolexis Moreno ha jugado lesionado, o cómo Yanielkis Duardo ha querido lanzar pese a los meses que lleva jugando, o la forma en que los muchachos menos conocidos se entregan en el terreno. Esa es la magia”.
A esta final Trinidad llega sin la sombra de una derrota, tras ganarles a Primero de enero (Ciego de Ávila), Las Tunas y Campechuela (Granma). Lo han hecho desde la eficiencia de su pitcheo, liderado por el zurdo Ariel Zerquera, quien desde su cero hit-cero carreras del partido inicial marcó el rumbo del conjunto y lidera el staff con tres triunfos.
Con Trinidad, el Torneo de Clubes Campeones, de los poquísimos eventos que sobrevivieron a la suspensión de las competiciones anunciadas por el Inder ante la falta de combustible, ha patentado la validez de su regreso al cronograma beisbolero nacional, tras16 años de inactividad.
Es que resulta una propuesta popular, capaz de convocar a las aficiones en masa desde su identidad raigal. Porque quienes asisten a los estadios o siguen el accionar por las trasmisiones radiales o las redes lo hacen halados por el apoyo a sus peloteros más cercanos, esos que defienden la bandera de la patria chica y auténtica: el municipio, el barrio y el vecindario, ya que, en su formato, por suerte, no se admiten refuerzos. Es lo que lo convierte en algo más que un suceso donde se enfrentan los ganadores de los torneos provinciales; y ese es el béisbol en su estado más puro.
A los Tiburones les asiste un duro reto ante Unión de Reyes, un rival que, por lo que parece, tiene el bate caliente. Dicen que Trinidad en peso viajará a la conquista del enclave matancero. La transportación va desde las almas de un pueblo al que le hierve la sangre beisbolera.
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