Trabajo social: una luz al final del túnel

Aunque no todo se encuentra resuelto ni a pedir de boca en los barrancos de la sociedad espirituana, casi 750 trabajadores sociales se ocupan hoy con ayudas de diferente naturaleza de unos 6 500 núcleos que padecen situaciones de vulnerabilidad en Sancti Spíritus

Los trabajadores sociales han logrado llevar su apoyo y ayuda concreta a no pocos núcleos familiares del territorio. (Foto: Escambray/Archivo).

Las familias vulnerables han existido durante todos los tiempos en Cuba, pero en la actualidad —cuando el país atraviesa una aguda crisis económica— la atención diferenciada y con prioridad a esos hogares debe mantenerse siempre en la mira, en la primera línea de las políticas gubernamentales.

Justo las actuales situaciones de estrechez que hoy padecemos la mayoría de los cubanos llevan al límite a no pocos de estos núcleos frágiles que no logran autosustentarse, pero que casi siempre enfrentan, además, otras problemáticas relacionadas con la violencia, el alcoholismo, el mal estado de sus viviendas y el desempleo, entre otros males sociales.

Atender ese tamaño desafío lo asumen hoy casi 750 trabajadores sociales que se mantienen activos en el territorio —unos 170 menos de los que se necesitan para estas labores y la mayoría de ellos mujeres—, quienes se ocupan de tan complejas problemáticas allí abajo, en el barrio, en los consejos populares y comunidades de toda la provincia.

Con el espaldarazo de las subdirecciones de Asistencia Social a las cuales se subordinan y el apoyo de los casi 90 grupos de prevención gubernamental —que integran varios organismos e instituciones relacionados con estas múltiples temáticas—, los bautizados por el Comandante en Jefe como Médicos del alma zapatean cada día esas ásperas realidades con una mochila repleta de afectos, caminos por desbrozar y alguna luz al final del túnel.

Actualmente, unos 6 500 núcleos padecen situaciones de vulnerabilidad en Sancti Spíritus, de los cuales más de 4 600 se encuentra protegidos por la Asistencia Social —un centenar más que el pasado año—, la mayoría ellos con prestaciones monetarias temporales de alrededor de 1 260 pesos por necesitado, un muy modesto monto para los tiempos y los precios que corren. 

Un muy modesto monto que sumado a punta de lápiz ya alcanza en lo que va de año cerca de 113 millones de pesos sacados de las costillas del presupuesto estatal, cuando se le agregan los pagos de algunos servicios prestados —como las Casas de Abuelos y los Hogares de Ancianos—, de las asistentes sociales a domicilio y de los recursos entregados.

Esos recursos para nada resultan abundantes, sofisticados ni muy caros, pero bien útiles y necesarios: desde hules, ropa, calzado, sábanas y toallas; hasta muebles, colchones, enseres de cocina y algunos equipos electrodomésticos como batidoras, ventiladores, refrigeradores y ollas.

La Asistencia Social en Sancti Spíritus abarca hoy un amplísimo espectro de aristas casi siempre grises, e incluso más oscuras, de nuestra realidad, y en cada una de ellas cosecha cada día algún resultado, por modesto que parezca su desempeño.

Entre las principales problemáticas de las que hoy se ocupa se encuentran las indisciplinas sociales, los alumnos que abandonaron los estudios o incumplen sus deberes escolares, la incorporación al empleo de los sancionados sin internamiento y el seguimiento de quienes egresan de establecimientos penitenciarios, la atención a los adultos mayores solos y desvalidos, a las personas deambulantes y a los menores hijos de reclusos o que viven en un Hogar de Niños sin Amparo Familiar.

Además, dan seguimiento y en lo posible buscan soluciones para tópicos tan complejos como la prostitución, menores en situación de riesgo, por violencia, limitaciones económicas, abandono, asedio al turismo, indicios de uso de drogas, problemas de conducta, entre otras razones.

También se ocupan de mujeres maltratadas, madres de hijos con discapacidad severa, progenitoras con tres hijos o más menores de 17 años, adolescentes embarazadas y, en general, de las comunidades vulnerables.

Lo que para algunos podrían parecer temáticas aptas para un drama o situaciones límites constituyen las realidades cotidianas con las cuales cada día deben lidiar y buscarles respuestas los trabajadores sociales.

En este año, particularmente difícil para el país, han logrado llevar su apoyo y ayuda concreta a no pocos de estos casos, por ejemplo, la Asistencia Social protege hoy a más de 1 000 personas en situación de discapacidad y a más de 2 400 adultos mayores.

En el segmento de estos últimos, muchos ancianos actualmente se mantienen con una capacidad pagada por el Estado en Casas de abuelos u Hogares de Ancianos, se alimentan en los comedores de los Sistemas de Atención a la Familia, o cuentan con una cuidadora que les alivia sus soledades y cargas hogareñas.

Por otra parte, han visitado a la mayoría de los desvinculados del estudio y el trabajo, han logrado reincorporar a muchos de ellos; y desde hace algún tiempo abrieron un curso de formación y superación que mantiene matriculados a más de 400 jóvenes.

Asimismo, a la mayoría de los niños con alguna situación de inseguridad se les mantiene seguimiento y se les busca una salida, por ejemplo, con el vínculo al Programa Educa a tu Hijo o a centros educacionales especializados para contribuir a corregirles la conducta.

Igualmente, han contribuido a superar situaciones de violencia familiar; en tanto, a las madres multíparas con tres o más hijos pequeños las han ayudado con ofertas de empleo o cursos de superación, matrículas en círculos infantiles para sus pequeños, alguna vivienda o materiales de la construcción para mejorar sus casas, cuando las limitadas posibilidades de hoy lo permiten.

En el caso de las casi 160 progenitoras de hijos con discapacidad severa han recibido más de 5 millones y medio de pesos por concepto de pago de salarios, prestaciones monetarias temporales, reconocimientos de años de servicios y el apoyo de asistentes sociales a domicilio.

Pero, no todo se encuentra resuelto ni a pedir de boca en los barrancos de la sociedad espirituana. Muchas angustias, fragilidades y grietas aún quedan en el tintero de la labor social aquí. Y para amparar del dolor, las torceduras o la soledad cada buen pensamiento, todo hombro y todas las manos cuentan.

Mary Luz Borrego

Texto de Mary Luz Borrego
Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.

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