Gratamente sorprendidos quedaron los trinitarios cuando su villa natal fue galardonada como Ciudad Creativa en Artesanía y Artes Populares por Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El propio día, la institución emitió un comunicado en el que se reconocía la labor y el aporte de La Habana y Trinidad, primeras dos ciudades reconocidas con tamaño lauro, en el desarrollo de las industrias y las economías creativas en la nación, impulsadas a partir de la infraestructura local y el rescate de las tradiciones.
A todo ello se unieron las palabras de la representante permanente de Cuba ante la Unesco, Yahima Esquivel, quien resaltó los aportes que ambos territorios realizaron en las últimas décadas como alternativas sostenibles y resilientes para el desarrollo económico cubano.
Aquel 30 de octubre de 2019, Trinidad se convirtió en la segunda ciudad de Cuba en integrar la lista de 66 urbes —16 latinoamericanas y caribeñas— que basan su desarrollo en la creatividad a través de la música, la artesanía y las artes populares, el diseño, el cine, la literatura, las artes digitales o la gastronomía.
LENCERÍA
Uno de los proyectos más reconocidos dentro y fuera de la isla es, sin dudas, Entre hilos, alas y pinceles. Nacido en 2014, tiene como objetivo fundamental legitimar las labores de la aguja para revivir así un arte tan valorado en la artesanía tradicional.
En la misma línea, el curso de Modicostura de la Escuela Taller Fernando Aguado y Rico, adscrita a la Oficina del Conservador de la Ciudad, no solo busca devolver a este arte heredado de nuestros antepasados el esplendor que gozó dos siglos atrás, sino también brindar un nuevo propósito a mujeres sin trabajo, amas de casa y otras en situación de vulnerabilidad social.
“La apertura de esta especialidad ha sido posible gracias a la colaboración de la Fundación Suiza GANYDAR, que ha sido un contribuyente permanente en cuanto a la materialización de varios proyectos gestados en nuestro centro”, apunta Marianela Herrera Martínez, directora de la escuela.
Entre sus miradas futuras se encuentran lograr una línea de confecciones textiles y otra de bisutería a partir del perfeccionamiento de la técnica, la venta de piezas artesanales confeccionadas y articular, a partir de las destrezas obtenidas en el oficio, un proyecto autosustentable para la especialidad.
ALFARERÍA
En el año 1892, un inmigrante español le enseñó con paciencia el arte de la alfarería a un joven de apellido Santander, quien tuvo a bien el crear un pequeño taller, sin saber que luego se convertiría en una gran historia.
La única mujer ceramista de la reconocida familia, Neidy Santander, Coki, comenta que aquel alfarero inicial fue su tatarabuelo, raíz de una tradición que hoy alcanza a la sexta generación y mantiene cinco talleres para la elaboración artística de sonajeros, platos, búcaros, jarras y vasijas decoradas, todo de notable demanda en el turismo internacional.
Se dice que el primer torno que tuvo el taller fue construido con la madera de un barril de vino y que las primeras piezas no se lograron hasta dos años después, en 1894. En un principio, su producción fue decisiva para proveer a la villa de ladrillos, tercio, cal y otros materiales para la construcción. Surgió también de esta forma el nombre de aquel barrio, al que se le llamó Hornos de Cal.
TRENZADO DEL YAREY
Obtenida de la Copernicia baileyana, palma cubana o guano, esta fibra natural se encuentra profundamente arraigada al patrimonio cultural de la nación por la enorme cantidad de lazos se entretejen entre ella y nuestras tradiciones más arraigadas.
Quizá su representación más conocida sea el sombrero del yarey, artículo imprescindible en los campos de Cuba, posiblemente oriundo de Camajuaní, en la provincia de Villa Clara.
Sin embargo, con las luchas por la independencia de España durante el siglo XIX, los mambises adoptaron la costumbre de elaborar otros productos, como cestas y carteras, con el yarey, por su frescura, ligereza, bajo costo, por su versatilidad para colocarle prendedores, flores o dibujos, porque puede ser lavado y es maleable y relativamente fácil de trenzar.
Hoy día, resulta difícil no andar por calles trinitarias y toparse con artesanos que han heredado estos conocimientos de sus ancestros. Tal es el caso de Alfredo Suárez Martínez, quien aprendió de sus abuelos a crear diversos objetos utilitarios con las hojas de la planta y maestría singular.
Por estos meses, los hilos, el barro, las piedras, el yarey y la madera están de fiesta en Trinidad. Algunas obras han tomado semanas o incluso meses de faena y llegan transformadas en piezas magistrales que, aunque los avezados acuñen como artesanía por haber nacido de las manos de sus autores, ajenas a procesos fabriles y automatizados, bien pudieran calificar como obras de arte que ratifican los títulos creativos de la ciudad.
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