La historia de la esclavitud en Trinidad ha echado raíces en la casa de Eduardo González Fernández, un campesino devenido coleccionista y conocedor profundo de una época de crueldad que quebró tantas vidas y sueños.
“Nací en San Juan de los Remedios, pero he pasado toda mi vida aquí” —comenta al iniciar el diálogo—, convencido de la trascendencia del hecho para explicar su afición por lo antiguo.
A Guáimaro, en lo profundo del Valle de los Ingenios, llegó de pequeño y creció escuchando los relatos, con más de un halo de ficción, sobre el tesoro escondido del rico hacendado don Mariano Borrell y de las torturas para doblegar a sus esclavos. Gracias a esa temprana curiosidad descubrió las primeras reliquias y nació la pasión por guardar fragmentos del pasado.
Eduardo es un arqueólogo en potencia, aunque se dedica al cultivo del café y a la ganadería. Y es en su finca donde realiza sus trabajos de campo. Una vasija de porcelana medio rota por aquí, una moneda casi a flor de tierra, un grillete por allá… Así fue tomando forma la colección que hoy muestra con regocijo a los visitantes.
“Cuando encontré las primeras piezas muchos me aconsejaron que las vendiera, pero yo preferí conservarlas a pesar de mi desconocimiento. Hubo hasta quienes me tildaron de loco. Por suerte nunca me deshice de ninguna”.
Fue Roberto López Bastida (Macholo), primer director de la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios, quien le hizo comprender el valor de su hobby.
“Conocí a Macholo al comenzar la restauración de la casa hacienda. El venía con frecuencia y conversábamos de la historia de este sitio, hasta que un día le enseñé algunos de los objetos que había encontrado. Él insistía en el valor patrimonial de cada uno. Siento mucho orgullo de haber sido su amigo.
“Luego, en el 2010, se filmó una película francesa aquí en esta zona sobre la esclavitud y compartí con el director y los actores. Me convencí del interés de las personas por las piezas que tenía guardadas.
“Cuando se inauguró el museo, monté la exposición en mi casa. Todo el que llega hasta aquí se queda encantado con la colección. Ahora muchos me llaman anticuario”.
Entre las reliquias que Eduardo conserva se pueden encontrar fragmentos de vajilla holandesa, canecas de porcelana, azadones, clavos, bisagras, armas de fuego, la rueda de una locomotora antigua, una cachimba… Pero sus mayores tesoros son dos grilletes y una horma de azúcar (molde de barro empleado en el proceso de fabricación de azúcar).
“La horma puede ser la única que existe en Trinidad; para mí tiene un valor muy grande y los grilletes te hacen recordar todo el sufrimiento de los esclavos.
“Este patio fue la antigua casa de purga del ingenio Guáimaro, uno de los más famosos en el valle. Por ahí queda mucho por desenterrar todavía”.
¿Cómo descubre las piezas?
Pura casualidad. A veces estoy preparando la tierra para sembrar y aparece algún objeto. La lluvia o las pisadas de algún animal también remueven el suelo y es más fácil hallar algo de valor.
Pero ha tenido que estudiar para conocer su colección…
Por supuesto. Mi primer maestro fue Macholo; después he consultado con otros historiadores y con las museólogas de la casa hacienda. La mayoría de las piezas son de los siglos XIX y principios del XX y pertenecieron a la familia Borrell.
Se habla de la inmensa fortuna enterrada en esta zona, ¿ha encontrado usted alguna evidencia?
Solo dos alianzas de oro; una es de la época y vale una fortuna, pero es sagrada para mí. Y también una moneda de bronce de diez céntimos, del año 1867.
Tal tesoro no existe entonces…
Eso no lo puede asegurar nadie. Yo lo he buscado, para que te voy a mentir. Mi finca colinda con las antiguas propiedades de los Borrell y tengo la esperanza de que un día pueda hallarlo. ¿Te imaginas si aparece?
Su casa está muy cerca de la hacienda donde vivió don Mariano y que, según cuentan, está embrujada. ¿No siente algún temor?
Vivo aquí con mi esposa y mis dos hijos y nunca hemos visto ningún fantasma, ni tampoco sentido los ruidos extraños que otros comentan.
De este señor existen muchas leyendas sobre su crueldad, las pinturas diabólicas y su muerte. Hay gente que le puedes pagar miles de pesos y no la cuida, pero yo llevo más de 20 años como sereno y no me ha pasado nada.
Si está de visita en el Valle de los Ingenios, en Trinidad, no dude en llegar a Guáimaro y a la casa de Eduardo. Este guajiro campechano, delegado de la circunscripción 44 del Consejo Popular de Caracusey y coleccionista empedernido le mostrará la historia impresionante de la esclavitud a través de sus reliquias.
Gracias a Ana Marta por esta entrevista que me llena de orgullo ese Guajiro campechano es mi hermano y como el crecí en ese batey tan lleno de historia y de leyenda. Gracias Eduardo por tu perseverancia,visión y esfuerzo haz logrado atesorar una colección magnífica. Cómo también me llena de orgullo Edelso mi otro hermano que domina y conoce la historia de ese sitio convirtiéndose en un referente para visitantes extranjeros y nacionales que lo solicitan por la pasión con que lo hace. Gracias a mis hermanos por abrazar la historia,la tradición y las leyendas de la localidad que nos vio crecer. Los quiere. El negro