“Muchacha, ven rápido que tal vez mañana ya no esté”, así me despidió Clara —entre risas— cuando la visité y le mostré mi interés en entrevistarla. Conocí de ella a través de una vecina, buscando una historia para contarle al mundo. Aunque no le gusta la publicidad, accedió para homenajear, con su trayectoria, a quienes han dedicado toda una vida a la profesión de enseñar.
Clara Berta Céspedes Hernández siente un cariño especial por Sancti Spíritus, la ciudad que la vio nacer hace 100 años. Es una mujer muy honesta y gracias a eso todo el mundo afirma que es cierto que tiene un siglo de vida porque físicamente no lo aparenta. Conserva la casa de su infancia, los recuerdos, los vecinos, y la Biblia justo en el centro de la sala.
Relata que en su niñez era muy tímida y tenía miedo hablar con su maestra. Por eso decidió estudiar magisterio en La Habana.
¿Deseaba que los alumnos se sintieran bien con usted?
“Exactamente, quería que se acercaran a mí con toda la confianza del mundo, que me vieran como un familiar más”.
Clara Berta le dedicó un poco más de tres décadas de su vida a enseñar, siempre en la escuela primaria Carlos de la Torre. “Allí empecé, impartí clases en tercer y cuarto grado. Luego en lo que llamaban ingreso al Bachillerato, que tiempo más tarde se eliminó y se creó preescolar, donde estuve casi toda mi vida laboral”, comenta.
Allí, sus compañeros de trabajo la propusieron para asumir este nuevo grado porque contaba con las cualidades necesarias entre las que figuraban cantar, dibujar, paciencia, amor a los niños y mucho entusiasmo.
“Los infantes, a esa edad, necesitan estar activos. Yo todos los días los llevaba al patio de la escuela o a cantar a un centro donde había exalumnos. Me parece que aproveché mucho mis aptitudes.”
El triunfo de la revolución, en enero de 1959, implicó para Cuba cambios significativos en el sistema educativo. La escuela Carlos de la Torre se mantuvo casi intacta. Clara dice que fue una excepción. “Allí nos quedamos los mismos profesores, la misma infraestructura, el mismo director, los mismos principios. Fue declarada Escuela Modelo. Constantemente nos superábamos para cumplir los objetivos de la educación cubana.”
¿Cómo se siente haber sido maestra de preescolar por 32 años?
Tuve la dicha de trabajar con niños moldeables y cariñosos. Los padres siempre apoyaron las actividades que se realizaban. Me siento con el deber cumplido. La mayor satisfacción que existe es ver el esfuerzo convertido en hombres y mujeres de bien.
En agosto, justo cuando celebraba su cumpleaños número cien, recibió infinidad de mensajes de varias generaciones de espirituanos. Gracias a David López Escambray accedió a los comentarios que sobre esta educadora fueron publicados en la red social Facebook.
Muchos la recuerdan jaranera, sonriente en cada momento, cariñosa, humilde y muy profesional. Todos le desean salud y larga vida porque lo merece. Alicia Alonso siente que Clara Berta Céspedes es un ícono del magisterio; Alina Acosta la bautiza como una supermaestra.
Carmen María Casanova, otra internauta, dijo que en ella dejó una huella en su vida. “Conservo dibujos y trabajos de esa maravillosa etapa de mi infancia.”
Y, aunque no entiende nada de teléfonos, internet y redes sociales Clara agradeció cada gesto de cariño enviado desde diversas partes del mundo, en su centenario.
“Desgraciadamente no puedo acordarme de todos, pero ellos sí se acuerdan de mí. Tengo la suerte de ser muy querida y estoy satisfecha.”
Usted que es una maestra con vasta experiencia, ¿qué mensaje le envía a quienes se inician en la profesión?
Los exhorto a que estudien y se superen en cada momento. El magisterio es una profesión difícil pero muy linda, a veces no muy bien remunerada como merece. Quiero que cada día entreguen su cariño y su comprensión a los más pequeños.
Clara Berta Céspedes Hernández ha educado como nadie, porque ella es un evangelio vivo.
Buena mestra saludos y