Hacía más de 14 años que no llegaba a Yaguajay. La última vez fue en las desaparecidas Vueltas Ciclísticas a Cuba. Pero la invitación me llegó sin protocolo y de una persona a la que es imposible decirle que no, porque une sencillez y nobleza en todo lo que hace. Y su poder de persuasión va en su ejemplo y sacrificio diario por las ciencias de este país. Se trata de la doctora en Ciencias Marta Ayala, directora del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
Llegamos bien temprano y el municipio vestía su rutina diaria. Las calles limpias, el helado bien frío y a 30 pesos, el banco con sus colas habituales y en la sede del Gobierno municipal su presidente, Michel Zerquera, se confesó rápido: soy judoca y aquí el deporte es fuerte. También estaba la diputada Esmeralda Laredo, una delegada de circunscripción con un carisma natural. Por supuesto, con tal bienvenida el día prometía para el periodista que solo venía dispuesto a buscar historias para contar, aunque no necesariamente las de deporte.
El sol rápidamente quemó la mañana y Marta soltó rápido el abrigo para salir a caminar por Yaguajay. Una de las científicas responsables de la vacuna Abdala y Heroína del Trabajo parecía nacida aquí y no en su Centro Habana querida. Preguntaba con soltura sobre el autobastecimiento de leche fresca para niños que ha logrado el territorio (producen más de 21 000 litros diarios), la preparación de las parrandas tradicionales en los seis barrios emblemáticos y sobre la grave situación del agua que todavía sufre una buena parte del territorio.
A pie llegamos hasta la emisora municipal y conocimos de la magia para transmitir ocho horas diarias con una consola recuperada por un innovador anónimo. Nos fuimos luego hasta el Mercado Quinto Patio, donde un vaso de yogurt cuesta 35 pesos sin cola y la cebolla está a 65 pesos el mazo. Y visitamos justo a la una de la tarde el hospital Joaquín Paneca, el famoso cuartel que tomó Camilo Cienfuegos en diciembre de 1958, y que fue el único del país que se convirtió en centro de salud y no en escuela tras el 1 de enero de 1959.
Por supuesto, no faltó la polémica beisbolera con los profesores del Inder y cuánto hay que hacer para incentivar la práctica de la lucha y el judo en los niños, más pegados a la tecnología que a los saltos y carreras que otros tiempos. De aquí son José Raúl Delgado, Miguel Rojas, Roberto Conte y Mayra González, por solo mencionar nombres conocidos de la actividad física que prestigiaron en su momento a la provincia y al país. Y nunca deben ni pueden ser olvidados.
El día se cerraba y Marta parecía vacunada de entusiasmo y al mismo tiempo insatisfecha como diputada de cuánto más hay que trabajar para recuperar el Hotel Plaza (en ruinas todavía), el Joven Club dormido como mole azul, así como para mantener en cero la mortalidad infantil y materna, a pesar de la dura situación con los medicamentos y material gastable en una instalación donde se le vio feliz ante una nueva yagüajayense nacida este 27 de febrero. Su madre le dijo el nombre entre dientes a Marta mientras se recuperaba de la césarea: Anni Sofía.
Gracias al proyecto A Cuba hay que quererla se entregaron donaciones en el hospital y en uno de los dos hogares de ancianos del municipio. Y cuando el periodista se apuntaba para pedirle un descanso a la científica y escribir algo para las redes sociales, le regaló conocer a los integrantes del proyecto agroturístico La Picadora (conformado por 32 familias), que en enero de este 2024 recibió el premio a la Innovación para el Desarrollo Local.
Sin cámaras de televisión “porque no hacen falta cuando se trabaja con amor”, Yaguajay me regaló una jornada de desintoxicación de los muchos problemas que nos agobian a veces en la capital y que aquí no siempre están resueltos, pero al menos no se han perdido los ánimos y las ganas de encontrarle solución con la frase que le regaló un anciano de 80 años a Marta en el hogar de ancianos: “Solo hace falta ponerle amor, doctora”. Y fue el único momento que vi a la científica cerrar los ojos y evitar una foto de emoción.
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