En uno de los portales del Museo Romántico, la excelencia de las artes manuales da testimonio de una tradición que nació como práctica amorosa y constituye, además, fuente de ingresos económicos.
De esta amalgama de saberes y razones emergió el proyecto Urdimbre, que toma su nombre de los primeros hilos puestos en el telar, tensos y resistentes, para ser luego entretejidos con variadas técnicas. Y ese es el sello de un trabajo que es heredad y orgullo.
Cada uno de los integrantes —ocho actualmente— aporta su estilo que puede ser admirado en piezas utilitarias y hermosos atuendos; pero uno de los aportes mayores de este proyecto es su labor didáctica a través de talleres en los que participan niñas y adolescentes.
EL ARTE DE TEJER, BORDAR… Y ENSEÑAR
Desde que vio la luz en 2017, Urdimbre ha entretejido los hilos de la tradición con lo contemporáneo. Como resultado, una manera de hacer que, según Zobeida González Gómez —líder del grupo— les ha permitido abrirse al mundo a través del estudio y del intercambio.
“Ha sido una etapa de investigación, de colaboración entre los artesanos de la ciudad y de otros lugares no solo de Cuba, sino latinoamericanos y españoles. Estamos convencidos de que se trata de una manifestación de la cual queda mucho por conocer todavía”.
Y aunque en los últimos años el mercado turístico en la ciudad de Trinidad ha estimulado notablemente la productividad y creatividad de los artesanos locales, este proyecto defiende lo auténtico como principio, pero sin renunciar al valor comercial de artículos de lencería de excelente factura.
En pleno proceso creativo, el grupo solidariza sus prácticas. “Es una cofradía, un espacio vital que me ha permitido perfeccionar mi trabajo”, asegura Adrián Carmona Reina, uno de los fundadores.
Como a otros hombres, a este joven lo distingue la maestría en un oficio que no cree en diferencias de género. “Como técnica prefiero el deshilado porque me siento más cómodo. Me inspiro en la ciudad, en su arquitectura, sus tejados, las rejas y balaustres de las ventanas. Siempre trato de que el sello artístico predomine en mi obra”.
Adrián proviene de una familia de artesanos que combina la alfarería, el tejido de yarey y el bordado. Pero han sido el intercambio académico y la creación colectiva los principales medios para perfeccionar su técnica, marcada por el uso del color y la forma.
Para Obdulia González —todos la conocen por Yuya—, la labor educativa les permite proyectarse hacia la comunidad.
“En todos los veranos se organizan cursos, dirigidos sobre todo a los alumnos de primaria y secundaria Yo doy la técnica del bordado; el punto cadeneta, el punto atrás, margarita… Es como pintar, les llama mucho la atención; tienen facilidad para aprender. Me siento muy honrada de dar clases a los niños y las niñas, porque ese legado no podemos perderlo en la ciudad”.
Por su parte, Adrián prefiere compartir los secretos de la técnica del crochet. “Se les enseñan casi todos los puntos y también diferentes tipos de bordado. Algunas alumnas que pasaron por nuestros talleres hoy son artesanas y ganadoras además de eventos. Eso confirma la continuidad de las manualidades”, dice mientras sostiene fuerte el aro entre sus manos.
EL VALOR DE UN OFICIO
En el antiguo Palacio Brunet encuentra Escambray a la familia de Urdimbre. Coincidir en este espacio le agrega valor al proceso creativo.
Aquí se respira algo especial —narra Adrián—; y eso nos inspira a realizar con maestría estas labores. Trabajamos muy unidos junto a los especialistas del museo aportando a la conservación de valiosas piezas artesanales.
Carismática como es, Yuya siempre está animada. Confiesa que no le interesaban las manualidades y agrade a su hermana Zobeida ser una de las integrantes de Urdimbre.
“Hay una magia que no te puedo explicar. Yo soy hiperactiva, pero esto me ha calmado. Lo que más disfruto es el bordado, y si es en colores, mejor. Eso va con mi personalidad: yo soy alegría.
“Creo que al proyecto le hace falta una persona como yo. Llego con mi buen humor y se lo transmito a los demás. No solo a mis compañeros, sino a quienes entran, y eso ayuda al proceso de comercialización”.
Hace casi un año estos artesanos incursionaron en una nueva propuesta, con una muy buena aceptación. “Promocionamos una marca auténticamente trinitaria de bolsos tejidos en rafia y algodón y decidimos ponerle como nombre Ey, sí, que es algo que nos identifica”, refiere la líder del proyecto.
“Que nunca nos falten hilos para bordar nuestros sueños”, defienden como eslogan los integrantes de este proyecto que resguarda una parte esencial del patrimonio intangible. Por ello organizan con carácter bianual el Festival del Pañuelo Teresa Toscano in memoriam, como un homenaje a la destacada artesana, cuya labor es referente para quienes aman las manualidades.
En estos seis años Urdimbre ha tejido los hilos del pasado con la modernidad como expresión de esa historia ilustre en las artes de la aguja que distinguen a la urbe sureña en Cuba y en el mundo. Lo avalan sus títulos de Ciudad Artesanal y Creativa; y sobre todo esa pasión que cultivan por igual mujeres y hombres en la tercera villa.
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