Cual artesano de la imagen, se enfrenta cada día a un oficio nada sencillo. Alberto Luis Gómez Rodríguez apuesta por devolver a los cuerpos sin vida la forma del rostro, los colores desvanecidos, la presencia física y hasta el acomodo del pelo. De ese modo, se convierte en una pieza clave para la prestación de los servicios necrológicos en la Funeraria de Sancti Spíritus.
Como antecedente dentro del sector de Comunales están los 12 años que pasó en la fábrica de ataúdes, otro oficio necesario y escalofriante a la vez, porque, sin sospecharlo, podría haber preparado el sarcófago de algún familiar, pero no ha enfrentado reto mayor que el de preparar cadáveres.
Según Alberto, se necesita de mucho valor para hacer bien su trabajo. Más difícil aún resulta cuando está frente al cuerpo inerte de algún conocido o de una persona joven, en medio del dolor de la familia.
“Yo aprendí de Arnaldo, un amigo ya fallecido y de Domingo, quien se desempeña actualmente en este oficio y alterna los turnos conmigo. Desde hacía tiempo venía a la funeraria para ver cómo se realizaba la preparación del cuerpo, porque no se trata solo del arreglo del pelo y la ropa, sino del maquillaje que se usa para disimular un hematoma, del afeitado en caso de un hombre, el relleno en las cavidades de la cara, los oídos y las fosas nasales, en fin, es un trabajo detallado, que requiere de paciencia y cuidados.
“En ocasiones recibo cadáveres de un accidentado y, por lo general, tratamos de que pueda ser expuesto, pero cuando resulta imposible, debido a la desfiguración del rostro, entonces consultamos a los familiares para que aprueben sellar el ataúd y velarlo con una foto del difunto”.
¿Cómo logra desarrollar su labor en medio de tantas limitaciones?
“Es duro, porque aquí carecemos del material que antes estaba en existencia, como el maquillaje, por ejemplo, las máquinas para afeitar y otros recursos; pero siempre contamos con la colaboración de los familiares que, a pesar del sufrimiento, nos apoyan y colaboran con algunos de estos productos y nosotros lo agradecemos, porque así cubrimos las necesidades que puedan existir”.
¿Cuál ha sido la experiencia más desagradable a la que has debido enfrentarse?
“La de preparar el cadáver de un niño, es algo que me afloja hasta los dientes, porque resulta muy duro ver su cuerpo pequeño sobre esa mesa fría y pensar que no alcanzó a vivir lo suficiente, pero este es el oficio que nos tocó y alguien debe hacerlo”.
Concluida la preparación del fallecido, ¿finaliza su trabajo?
“No, ¡qué va!, durante el turno de trabajo, que es a tiempo completo en la funeraria, además de recibir y preparar el cadáver, lo coloco en la capilla y constantemente lo reviso por si hay alguna dificultad, y en el momento de salir para el entierro sellamos el ataúd. Pero prestamos también el servicio de recogida de cadáveres y de arreglarlos en el domicilio, pues algunos prefieren realizar el velatorio en el propio hogar”.
Con las manos enguantadas, el nasobuco en el rostro y la valentía de un gladiador, Alberto llega a su centro de trabajo para enfrentar los retos de la vida, esa que nos da alegrías, pero impone la tristeza de perder a un ser querido. “Yo tengo sentimiento y, aunque debemos ser fuertes, a veces resulta difícil”, aclara, mientras aguarda por el próximo desafío de resguardar la imagen, más allá de la muerte.
Solo él sabe el dolor de ver familiares queridos como abuela, tia y hasta su papá.Se nesecitas valor y fuerzas.
Gracias, Alberto.
Valiente, decidido,humano,responsable y mucha dedicación se esas personas que solo ellos saben a cuántas dificultades se enfrentan día a día mis respetos para todos ellos y que busquen la manera de estimularlos más en salario,vicitas y disfrute a centros turísticos y muchas cosas más que se pueden hacer para que no perdamos a esos grandes hombres y asegurar el futuro de cada uno de ellos gracias.
Valiente Hombre, Salud para él.