Se ha fabricado azúcar en un calendario bien estirado, pero casi es un pecado decir que se ha hecho zafra; en mayo solo se molió 13 días. Los hombres y mujeres enrolados en la contienda han puesto rodilla en tierra, mas la producción —hasta esta semana— rondaba las 16 000 toneladas, alrededor del 75 por ciento de lo planificado en Sancti Spíritus.
Ahora mismo, no es cuestión de tener una sola industria en operaciones; el meollo radica en que el ingenio aprovecha la capacidad de molida al 30 por ciento, la mitad de lo que inicialmente se concibió y, cinco meses y medio después de la arrancada, todavía queda una apreciable cantidad de materia prima inscrita en la cosecha por cortar. Tampoco que trabaje un central y el plan de azúcar sea pequeño resulta sinónimo de una zafra sencilla.
Tal arista ilustra la realidad de una contienda que tendrá que parar en cualquier momento. También revela el comportamiento de la zafra más agónica que ha vivido la provincia en estos años. La cosecha nació a finales de diciembre trabada por la carencia de recursos y se fue a extrainning en marzo; el azúcar se ha fabricado a cuentagotas y desde hace rato la molida no pasa de un puñado de horas, cada dos o tres días, cuando el ingenio acumula caña, con semanas de moler solo dos veces.
En medio de tal panorama, Sancti Spíritus queda por debajo de la producción prevista. Aun así, la campaña entró a junio dado el interés de elevar el inventario de crudo para la distribución nacional.
Nadie piense que los azucareros se pelearon con aquel elogio que en buena lid se ganaron décadas atrás: “Los espirituanos saben hacer zafra”. Casi roza lo increíble que en medio de tantas limitaciones de recursos, momentos de tener más combinadas paradas que cortando, donde las fuerzas de la cosecha y el transporte hacen malabares para mover la caña hasta el basculador y el central rara vez reporta molidas mayores a las 12 horas, la zafra en Sancti Spíritus pueda exhibir indicadores decorosos, de los cuales algunos se inscriben como los mejores a nivel de país.
Detrás del fino trabajo de autoabastecimiento energético y de entrega de electricidad al sistema nacional, del rendimiento industrial y el aprovechamiento del rendimiento potencial de la caña; detrás de la operación fabril e, incluso, de los bajos niveles de materia prima que se cortan con máquinas remendadas en campos que intercalan malezas y plantones, está la intención humana por enderezar una zafra que antes de empezar pintaba a juego perdido y terminará en plena primavera con la producción más baja en la historia espirituana.
A tono con la realidad del país, entre cercos financieros y medidas exteriores diseñadas para asfixiar la economía, con proyecciones internas en el sector que poco caminarán sin recursos, con partidas de combustible que no garantizan ritmos diarios en la cosecha, frenan la preparación de tierra y no permiten adelantar la siembra de caña, es una quimera mirar épocas pasadas.
No se trata siquiera de admitir la compleja contienda que ha vivido el territorio, preñada de limitaciones y obstáculos desde el primer momento; mucho menos, juzgar la campaña desde las gradas, porque sería irrespetuoso achacarles los resultados de la amarga zafra de Sancti Spíritus a esos operadores de combinadas vestidos con escafandras de trapos para huirle a la picapica; o a esos operarios industriales que se han pasado meses esperando caña para moler más.
Tal vez alguien piense que por tener un solo central abierto, todavía en junio pueda quedar en la provincia caña del balance molible por cortar; sin embargo, se impone una pregunta: ¿por qué el ingenio de Tuinucú apenas ha molido al 30 por ciento de la capacidad? Dentro de ese 70 por ciento de desaprovechamiento hay causas industriales que urge atender, pues más del 20 por ciento del tiempo perdido es atribuible a la fábrica; por otro lado, la mayor parte de ese tiempo sin moler se comparte entre la falta de combustible, aceite para las combinadas y el impacto de las lluvias en los campos.
Hoy el problema no es si muelen uno o los dos centrales; la urgencia es de otro tipo: no ha sido posible cortar la poca caña que tiene el territorio y que solo alcanzó para planificar una producción de azúcar de alrededor de 21 000 toneladas —inferior al real de la cosecha precedente—. Con tropiezos y una decorosa eficiencia, el central está, pero le falta la comida; entonces, ni pensar que estuviera en acción el Uruguay, de superior capacidad.
Tan torcida ha sido la zafra que la debilidad mayor en lo que va de siglo, la falta de materia prima, ni se nota ante la imposibilidad de picar la plantación llevada al estimado.
De poco vale tener todo el dispositivo mecanizado, automotor y ferroviario de la provincia en función del ingenio de Tuinucú si no hay la garantía diaria del combustible; por la extensión territorial, la zafra sin petróleo no existe. Tiene tantos pedacitos la contienda alrededor del Melanio Hernández, que se vuelve un rompecabezas armar ese engranaje de corte y tiro de caña desde campos pertenecientes lo mismo a Fomento que a Trinidad; al sur de Sancti Spíritus o Jatibonico; al lado allá de Majagua, en Ciego de Ávila o, en Carrillo, Villa Clara. La cosecha depende mucho de la caña más alejada.
A una contienda repleta de achaques no le hace falta la autopsia, porque es la huella de las enormes complejidades que vive el país, de las carencias que desbordan la voluntad de un Estado.
Una zafra incumplidora y bien corta productivamente no lleva aplausos, pero nadie puede desconocer el empeño de los azucareros espirituanos para hacer cosecha en medio de la tempestad.
Es obvio que la necesidad de azúcar provoca el alargamiento de la contienda, pero, cuidado, tan largo extrainning pone por segundo año consecutivo en una encrucijada el calendario de reparaciones del ingenio; asunto nada secundario, más bien peligroso, de cara a la continuidad productiva del central.
Más allá de las toneladas de azúcar que sumen estas jornadas de zafra pasadas por agua, el bombillo rojo del sector en la provincia se enciende alrededor de la siembra de caña, también atascada por la falta de combustible. El crecimiento del cultivo prolonga la pausa otro año más y lo más objetivo es intentar sembrar la semilla del 2025; de lo contrario, en el horizonte acecha el riesgo de la supervivencia de la plantación. Basta saber que la provincia solo ocupa el 40 por ciento del área dedicada a la caña y, de esa, una parte no tiene calidad.
Excelente , en una sola frase: en el contexto actual de mecanización, sin petróleo, sin combustible y aceite, no hay zafra posible..
Desdichadamente los vajos niveles de producción de azúcar es en todo el país, las limitaciones de recursos de todo tipo constituyen a que poco a poco desaparezca la caña de azúcar, con ello desaparezcan todos los derivados que tienen mayor valor que la propia azúcar. Dentro de unos años los españoles tendrán que traer nuevamente la caña de santo domingo.
A veces soy más prolijo en el comentario de alguno de tus artículos , pero, como nunca confundo esencia y fenómeno solo te digo que ¨los resultados de la zafra no son esencialmente de Santi Espíritus sino una expresión local del desastre de los intentos del Gobierno cubano¨de dirigir la Economía sin una Política económica¨¨
Creo que es un análisis muy objetivo,digno de ser analizado,ya que en ningún momento,hay complacencia ni derrotismo pero si una valoración real de la situación que presenta la zafra en el territorio, podemos tener muchas estrategias,medidas, propuestas, pero el central muele caña,sin ella no hay azúcar.