Más que forrarse con enguatadas para tratar de salir ilesos de los embates del sol y la picapica, el verdadero arte de Pedro Carmona Pérez y Wilber Rojas Rojas está en la destreza con que dominan las viejas KTP para triunfar en esa diaria faena de corte, en plantaciones donde hay casi más maleza que caña y el palo blanco —especie invasora— puja por adueñarse de los campos.
Las claves del corte mecanizado son las de siempre: una obra de voluntad, de resistencia podemos decir; siempre bajo la presión de la tarea diaria y la molida del central. Pero esta zafra, con más limitaciones de recursos que caña para moler, se ha convertido en una quijotada para los colectivos de la campaña, una obra de guapos; en el caso particular de los operadores, sobre todo, cuando la cosecha se emprende desde las antiguas y maltrechas KTP.
Es el mismo horizonte en el que actúa el pelotón 6, de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Guayos, perteneciente a la Empresa Agroindustrial Melanio Hernández, que tributa materia prima al central de igual nombre, un colectivo que pone rodilla en tierra para sacar adelante la cosecha, bajo la batuta de Diana Forteza Rodríguez, una de las dos mujeres que dirigen agrupaciones de este tipo en la entidad,
DE TAL ASTILLA, TAL PEDRO
Escambray fue hasta el pelotón 6, aun con el aviso de que aspirar a entrevistar a los dos operadores era una encomienda difícil; son hombres de trabajo y poco hablar, alertaron. La realidad superó la advertencia.
Nativo de Tres Palmas, en el municipio de Cabaiguán, Pedro Carmona Pérez era un muchacho cuando, tras los pasos de su papá, encontró en la combinada un pasatiempo juvenil.
Era una época en que fue común ver, en plena zafra, adolescentes y jóvenes ligados a los desempeños paternos, quizá obviando ciertas normas de seguridad del trabajo; pero, sin duda, una práctica que aportó relevo laboral. En abril de 2024, esa imagen apenas existe en el paisaje de la cosecha espirituana, señal negativa para la continuidad de oficios, donde ha contado mucho el arraigo familiar.
Por esa guardarraya llegó Pedro Carmona al cañaveral. “Fue lo que vi desde chiquito, mi papá era operador, los fines de semana o cada vez que tenía algún chance en la escuela venía para el corte de caña”. Fueron sus primeras palabras en una entrevista de minutos, donde no le hizo falta decir que la prensa lo metió esa mañana en uno de los grandes aprietos de su vida.
Entre frases entrecortadas, dando pasos a un lado y a otro, como si buscara una brecha para zafarse del cerco periodístico, dictó su manual de trabajo. “A la combinada hay que hacerle sus cosas todos los días, solo así se mantiene en corte, ya lo otro es saber cortar, ver cómo entrarle al campo, sobre todo hay que afinar para desviar el palo blanco, las guineas, te los encuentras en todos los surcos y eso acaba con las cuchillas”.
Con 35 años, Pedro archiva 16 zafras; habla muy poco, pero corta mucha caña y se codea entre los primeros operadores en la empresa Melanio Hernández. Para él la cosecha depara otra peculiaridad: su esposa es la jefa del pelotón y, aunque en el campo juegan las reglas del trabajo, trasciende que el amor sobrevive a los avatares de esa vida medio nómada en tiempos de zafra.
La tarea diaria de cada máquina es cortar 50 toneladas, afirma y se adelanta a la otra pregunta. “Tiene que estar la caña muy mala o, surgir una rotura grande para quedarnos abajo. En lo personal prefiero picar todo el día, a estar orillado por una rotura; parado no se gana, ni nosotros, ni el pelotón, ni el central.
“Me gusta la KTP, es una máquina vieja, pero se rompe poco. ¿Cómo es posible?, porque vivo arriba de ella, la mantengo macaneándola yo mismo; también lo aprendí con mi padre”, sentencia el operador.
EN LA KTP ESTÁ MI VIDA
Llave en mano, haciendo ajustes en el sistema de corte, encontró Escambray a Wilber Rojas Rojas, operador de 44 años y varias zafras a cuestas. “Arreglar la máquina, estar al tanto de cualquier problema, es parte de mi trabajo”, dice mientras aprieta un tornillo.
Antes de trepar a la combinada, Wilber Rojas fue recogedor de caña, noviero, mecánico, pasó el curso de operador y desde hace 14 años labora en el pelotón de la UBPC Guayos.
“La caña no está como antes, faltan recursos, piezas, es un desafío esta zafra”, afirma. Al igual que Pedro, se advierte que la entrevista no es su mundo, se le ve deseoso de regresar al corte. Mas, Escambray lo retiene unos minutos.
“La maleza dificulta el trabajo de la máquina, se atora, hay que parar, se pierde tiempo, se atrasa el corte; eso se une a los problemas materiales y se vuelve complicada la cosecha. Pero aquí estamos, bajo las balas y guapeando siempre con la ayuda de otros compañeros.
“Prefiero esta combinada, probé en las más modernas, la Case, no me gustó, me decidí por la KTP, ya estoy acostumbrado. Esto es un día tras otro, siempre miro el resultado, repaso los problemas de la máquina, hasta en la casa sigo conectado con la zafra. En la KTP está mi vida, es como mi segunda hija”.
¿Cuántos días de zafra quedan?, indaga Escambray.
“No se sabe, el que te dice es el tiempo”, contesta él, casi a punto de arrancar la combinada para volver al corte.
“Lo más seguro es que cuando se termine la caña de la cooperativa iremos para otros lugares. Además, tenemos una jefa de pelotón que también es cocinera, nos hala, se preocupa por nosotros más que por ella y hay que seguirla. ¿Que si cocina bien?, yo como hasta dos y tres veces. Lo que sí te digo es que el pelotón de Guayos seguirá cortando mientras esté activa la zafra”.
La otra «Zafra», la de los precios, en el día a día, como la van a estabilizar aquí en SS. Ejemplo el pomo de aceite volvió a subir de precio hace un tiempo. ¿Quien explica eso, después que poco ya había logrado un precio más acequible?