En medio de continuos apagones, en Sancti Spíritus las comunicaciones se han convertido en un verdadero caos. No importa si los usuarios cuentan con un mejor o peor teléfono, si se suben en una placa o en el árbol más cercano a casa.
La realidad del apagón telefónico no la puede transformar nadie: cuando se interrumpe el servicio electroenergético, resulta casi imposible enviar audios, consultar páginas en Internet, hacer videollamadas y, en el peor de los casos, hasta utilizar la telefonía fija.
Porque, para empezar por este último servicio, en la provincia existen casi 70 centrales o gabinetes como soporte de esta prestación y de ellos solo alrededor del 30 por ciento cuenta con la protección de un grupo electrógeno.
La mayoría de esos nodos, de los cuales también dependen el servicio Nauta Hogar y la conectividad empresarial, cuando les falta el fluido eléctrico se apagan inmediatamente o al poco rato y en sus alrededores las comunicaciones simplemente enmudecen.
En esas zonas de silencio involuntario, se encuentran, por ejemplo, en la ciudad espirituana el Camino de Santa Cruz y Los Olivos, mientras que por lo general las cabeceras municipales y poblados grandes como Guayos, Santa Lucía o Zaza del Medio, disponen de protección.
En cuanto a la red celular, más o menos la historia se repite. Según los especialistas consultados en la División Territorial de Etecsa Sancti Spíritus, la mayoría de las radiobases tampoco dispone de equipamiento que la resguarde y en cuanto se va la corriente la señal prácticamente desaparece.
En unos muy pocos lugares puntuales, se han logrado instalar módulos de respaldo energético para proteger las comunicaciones móviles, con prioridad para sus propios centros de prestación de servicios y áreas céntricas como el Telepunto del bulevar de la ciudad espirituana —el cual también benefició la conectividad de más de 15 entidades ubicadas en esa zona—, su taller de posventa y la oficina que atiende los trámites del sector empresarial.
Como punto más crítico en la provincia aparece la oficina comercial de Taguasco, que se mantiene como prioridad para buscarle una solución durante este año porque se ubica en un lugar apartado y existen días en que allí no se puede ofrecer servicio alguno.
Por otra parte, la conectividad en el sector empresarial, que sostiene diversas prestaciones, aunque resulta menos visible también se ha mantenido muy afectada y, como consecuencia, se han resentido notablemente importantes servicios.
En este sentido, Etecsa ha buscado algunas alternativas para establecer conexiones directas desde sus centros protegidos, aprovechando las bondades de la fibra óptica que permite extender a largas distancias ese tipo de instalación, con las cuales ha logrado beneficiar, por ejemplo, a la empresa azucarera Azcuba y algunas sucursales bancarias.
Sin embargo, en la ciudad espirituana, de las 12 radiobases existentes, en muchos momentos del día solo dos o tres funcionan. Entonces se produce un gran nivel de congestión y las comunicaciones fallan o se enlentecen por la débil o nula cobertura para llamadas de voz y la “muerte neurológica” de la conexión por datos.
Quienes peor padecen esta realidad son los usuarios que viven en las zonas periféricas o en alguna comunidad distante, quienes dependen exclusivamente de la señal de una radiobase porque cuando esta se apaga todo intento resulta imposible.
Sobre todo, porque la expansión de la telefonía móvil se multiplica cada vez más en Sancti Spíritus: en los últimos cinco años ha crecido en unos 80 000 usuarios y en total en la provincia ya hoy suman alrededor de 340 000 líneas de ese tipo.
En verdad, muchas veces la situación se torna desesperante porque algunos utilizan estos servicios por placer —a lo cual, por cierto, también tienen derecho porque para eso los pagan—, pero otros los necesitan de forma urgente por razones laborales, familiares o personales y sufren un mutismo insoluble, al estilo los viejos tiempos de la comunidad primitiva.
Mientras, Etecsa se encuentra atada de pies y manos para resolver esta compleja realidad porque no dispone de financiamiento en moneda dura con vistas a adquirir suficientes baterías ni grupos electrógenos que cubran todas las centrales, gabinetes o radiobases del territorio.
Aunque en el país existe un nivel de consumo muy alto de estos servicios, su pago se realiza en moneda nacional, la cual no permite adquirir equipamientos ni componentes en el mercado exterior. Aun así, no se han incrementado los precios de los paquetes de datos y algunas tarifas resultan prácticamente simbólicas, como la cuota mensual de la telefonía fija que apenas suma 20 pesos.
Por otra parte, sus grupos electrógenos también precisan una significativa asignación de combustible con el fin de mantenerse encendidos durante tantas horas de interrupción del servicio electroenergético, para lo cual por cierto tampoco fueron concebidos, sino para cubrir algunas horas durante una falla puntual.
En estos últimos años, esta opción ha mantenido un uso tan intensivo que no pocos de esos equipos hoy ya padecen un notable desgaste y a veces sufren prolongadas roturas, las cuales demandan la adquisición de piezas de repuesto, aceites, filtros, entre otros elementos también costosos en el mercado.
Muchos se preguntan por qué Etecsa no compra baterías, pero su adquisición también implicaría un monto en divisas elevado, del cual hoy la empresa no dispone; además de que resultaría improcedente porque con tantas interrupciones su durabilidad disminuye a apenas tres o cuatro meses y habría que renovarlas continuamente.
Para atenuar, al menos en parte, esta compleja realidad —cuyo final para nada se avizora—, los especialistas recomiendan durante los horarios de apagón ajustar los móviles al servicio de 2G, el cual, aunque sea, facilita las comunicaciones de voz y permite realizar operaciones por Transfermóvil.
Porque, mientras las comunicaciones y el apagón mantengan esta relación inversamente proporcional, que por el momento se ha convertido en un callejón sin salida, esa solución permite, al menos, algo tan elemental e imprescindible en los tiempos modernos, como la comunicación telefónica.
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