Nadie duda que la construcción es uno de los sectores más importantes para cualquier país y responsable, en gran medida, del crecimiento económico y del desarrollo de una infraestructura que beneficie a la comunidad y contribuya a su prosperidad.
Tampoco resulta ajeno para los cubanos que en el último decenio los niveles inversionistas han decrecido al punto de que es muy difícil encontrar grandes obras, a sabiendas de que resulta la construcción de carreteras, puentes, hospitales y viviendas, la única manera de impulsar inversiones, generar una mayor cantidad de empleos y, al mismo tiempo, incrementar el bienestar de la población.
Solo que en medio de una economía tan deprimida resulta difícil el desarrollo de un sector que necesita recursos, la mayoría de ellos importados y que se sostiene de una industria de materiales que no aporta lo suficiente para el comienzo y desarrollo de obras nuevas.
Nada que ver con otros tiempos en que el Micons era la entidad constructora que protagonizaba el grueso de lo que se edificaba, toda vez que, aun en medio del permanente bloqueo, había mayor acceso a importaciones, no se hablaba de contingencia energética, y los mejores brazos no emigraban hacia otras entidades en busca de una mejor remuneración.
De modo que, ante tanta adversidad, no resulta chocante que, transcurrido el 2024, muchos se pregunten cómo se las arreglan y en qué hacen los miconeros de la Empresa de Construcción y Montaje Sancti Spíritus (ECMSS).
En los últimos 12 meses estuvieron en muchos objetos de obra, léase la construcción del hotel Meliá Trinidad, los parques fotovoltaicos y la ejecución de la fábrica de cemento de Nuevitas, además de la contribución, a prueba de fuego, al cambio de imagen de la ciudad espirituana a propósito de la sede del acto nacional por el 26 de Julio, incluida la realización, en tiempo récord, de una nueva rotonda.
A todo ello se sumó el alto valor humano que encierra el altruismo de hombres que dejaron atrás sus familias para ayudar en la recuperación de los daños provocados por el huracán Rafael en el occidente del país.
A juicio de Humberto Valdés Escamilla, especialista principal de Balance Productivo en la ECMSS, el año que recién comienza debe verse desde otro matiz si la entidad quiere cumplir con los compromisos pactados, que en números redondos prevé estar cerca de los 300 millones de pesos de una capacidad productiva calculada y aprobada para inversiones y mantenimientos constructivos.
El mayor compromiso, con cerca de 39 millones de pesos, recaerá en obras de Recursos Hidráulicos, fundamentalmente en la rehabilitación de redes de Trinidad, continuar los trabajos en las escogidas de tabaco de Jíquima, Cabaiguán y La Rana, el programa de la Vivienda, así como la ejecución de parques solares fotovoltaicos en Arroyo Lajas, Cabaiguán y Tuinucú, además del estudio de suelo para otro en la zona de El Meso, en Jatibonico, y la pretensión de terminar otros dos que hoy están paralizados: el de Guasimal, en Sancti Spíritus, y el de Cristales, en Trinidad.
Más allá de las grandes obras, hay otras que no por pequeñas dejan de ser importantes por lo que representan desde el punto de vista social: la eliminación de pisos de tierra, construcción de casas para madres solteras o con tres hijos o más, cambio de usos en función de inmuebles habitables, la transformación de barrios y comunidades y la colocación de asfalto en calles y avenidas.
No son tan numerosas, pero sí de mucho compromiso económico y social. Ya lo explicaba Escamilla: “para evitar incumplimientos y terminar a tiempo hay que detallar bien los contratos, cumplir responsablemente con la comercialización y entrega de los suministros en obras, la forma de pago pactada con los inversionistas y el cálculo de los insumos necesarios en cada una de las que se planifican ejecutar”.
De igual modo, habrá que centrarse y concentrar los pocos recursos allí donde son más necesarios, y en conservar lo que tenemos, detener el deterioro progresivo de centros vitales que requieren mantenimiento, incluidas farmacias, consultorios médicos, panaderías, bodegas, centros de la gastronomía, junto a las instalaciones del sector de la salud y las industrias.
A quienes construyen y están a pie de obra les ha tocado un escenario dinámico y desafiante con ritmos bajos de ejecución por falta de brazos, escasez de acero y cemento, insuficiente combustible, el impasse que mantiene la producción local de materiales y los bajos niveles de fabricación de insumos para la construcción en todos los renglones, barreras que obligan a hacer uso de toda la inteligencia y compromiso en aras de mantener el futuro del desarrollo de un país en medio de una economía de guerra.
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