Yusmaika Piedra González vivía las horas a un ritmo diferente. Hoy sabe que fueron los aires de la llegada de la juventud. Había dejado la universidad en el cuarto año de su carrera para iniciar otra, cumplía sin muchos ánimos con el trabajo y pocas ganas quedaban para los ensayos.
“Fue entonces que con mi alumna Loriet asistí a un festival pioneril. Interpretó la canción Día feliz, la primera que yo canté de niña, y la acompañé con la guitarra. Al descender del escenario me dijo al oído: ‘No cogí ni el culpable’. La competencia estaba fuerte, realmente. Siempre les enseño a mis alumnos que no se va a ganar, se disfruta el acto de estar frente al público. Ella lo había hecho bien y había dominado los nervios. Cuando dieron los premios, se alzó con el primer lauro. Se quedó sin saber qué hacer. Hasta que le dije: Sube y recógelo, es tuyo”.
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Entre muchas anécdotas, siempre vuelve a esa alegría porque disfruta mucho de la espontaneidad y sinceridad de los niños, confiesa Yusmaika, con 32 abriles y de ellos unos cuantos dedicados a la formación artística, sobre todo en grupos etarios que coquetean con las complejidades de la adolescencia.
“Soy instructora de arte porque seguí un legado. Arasay Fuentes Boffil fue la primera instructora que conocí porque en la Primaria cantaba bajo la guía de mi profesor de escolaridad. Cursaba la Secundaria Básica y ella había egresado de la primera graduación de las escuelas que abrieron sus puertas en 2000, y aún se mantiene en el movimiento. Me enseñó mucho. Tanto que aprobé las pruebas de aptitud. Desde que descubrí la carrera nunca he tenido dudas de que era eso lo que quería ser”.
Así, llegó la hora de decir hasta pronto a Mayajigua, poblado empotrado en una esquina de Yaguajay. La Escuela de Instructores de Arte (EIA) Manuel Ascunce Domenech, de Villa Clara, la cobijó a semejanza de su hogar.
“Me da mucha nostalgia recordar esa época. Al regresar a mi tierra natal dejé atrás a muy buenas amistades. Las clases de piano tampoco las olvido. Subíamos de noche al cubículo donde estaba y me pedían que lo tocara o les enseñara algunos acordes.
“También disfruté las prácticas de conjunto ya que pasábamos por todos los instrumentos. Les tenía temor y respeto porque exigían mucho”.
Con esas experiencias cumplió sus prácticas preprofesionales finales en la enseñanza Secundaria Básica, donde obtuvo el boleto para ser oficialmente instructora de arte. Cada clase la hizo crecer, aunque físicamente parecía una alumna más.
“Ya graduada me pusieron a trabajar en una zona rural. Atendía cuatro escuelas. Me dividía para aprovechar el tiempo porque estaban distantes una de otra. Además, en ese momento cursaba en Sancti Spíritus la Licenciatura en Instructor de arte. Hoy, digo orgullosamente que, después del cambio de carrera, soy Licenciada en Gestión Sociocultural para el Desarrollo y, actualmente, curso la Maestría en Gestión del Desarrollo Local en el Centro Universitario Municipal Simón Bolívar, de Yaguajay”.
Con la llegada del 2019, Yusmaika Piedra González junto a su esposo y promotor cultural José Ernesto Fernández Aguiar, descubre un mundo fascinante: la protección del entorno de la mano de las artes.
“Nace entonces el proyecto Ambienta. Tiene como objetivo sensibilizar, educar en una cultura ambiental comunitaria no escolarizada a menores de edad de la localidad de Mayajigua. Y que las buenas prácticas se puedan replicar como expresión de una conciencia ambiental, incluso en las propias personas de sus familias, vecinos, pobladores, en general”.
Ni siquiera la llegada de la covid limitó el quehacer de los integrantes del grupo. Hicieron suyas las redes sociales. Con el retorno a la normalidad ya Ambienta tenía muchas horas de vuelo.
“Hemos creado buenas alianzas, por ejemplo, con el Parque Nacional Ciénaga de Zapata, con el Jardín Botánico de Sancti Spíritus… Nos hemos capacitado con especialistas del Citma, del Centro de Investigaciones de Ecosistemas Montañosos, del Parque Nacional Caguanes”.
De sus resultados se han escuchado ecos, entre otros espacios en el Congreso Internacional Comunidad 2023 y, solo hace unas pocas horas, en Infancia y Comunicación 2025, que tuvo como objetivo celebrar los 35 años de la Convención sobre los Derechos del Niño.
“Trabajamos con la Unicef, con el empoderamiento de los adolescentes y la expresión en adolescentes. Nuestra máxima no es colonizar a esos grupos con mensajes, sino que les demos lo que realmente necesitan. Lograr que sean sus propios líderes”.
A pesar de la apretada y dinámica agenda, sin mucho pensarlo Piedra González aceptó otro reto: asumir la presidencia de la Brigada de Instructores de Arte José Martí en Yaguajay; un desafío inmenso en un gremio lacerado por el éxodo de muchos de sus profesionales hacia horizontes con mejor remuneración económica.
“Muchos me decían: ‘Con todas las situaciones que hay en estos momentos no vas a poder solucionar muchos de los problemas que enfrentamos’. Pero, si me detenía en eso igual no iba a solucionar nada. Entonces, accedí”.
Ayudar, viabilizar acciones, impulsar… son las máximas de esta joven yaguayajense.
“Hay que pensar siempre como echar para alante a nuestros colectivos, como decimos en buen cubano. Mi primera gran tarea al asumir el cargo fue organizar el Taller de intercambio de experiencias municipal. Conté con el acompañamiento de muchas personas del sector cultural del territorio y otros que mantienen vínculos con nuestro trabajo. Salió muy bien y, de las propuestas asistentes al provincial también se obtuvieron favorables resultados. Tres se escogieron para representar a la provincia a nivel nacional. Dos de ellos con mención en la presentación donde estuvo todo el país.
“Me sentí muy feliz porque me demostró que la persistencia e insistencia en la articulación de todos los actores que precisan laborar con el movimiento de instructores de arte dejan saldos positivos”.
¿Esa pasión por tu profesión la siembras en quienes tienen aptitudes?
“Sí. Tengo integrantes de Ambienta que han realizado las pruebas para optar por la carrera de profesor-instructor de arte. A todos les digo que las oportunidades no se pierden. Tenemos que apoyar a los adolescentes que quieran serlo. A veces, las familias no lo hacen. Y, luego de ingresar, les digo que precisan enfocarse, aprender, perfeccionarse … Es una profesión muy bonita, sensible.
“Como mismo me sucedió a mí, sería una satisfacción indescriptible poder escuchar un día a un alumno que diga: ‘Soy instructor por ti’; y que, luego, podamos trabajar juntos, crear, formar…”.
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