El mar es nuestro aliado; la enviada, la casa (+fotos)

Aseguran los integrantes de la única embarcación de su tipo que se ocupa de recolectar el pescado capturado por las restantes tripulaciones de pescadores para trasladarlo hasta la industria en Tunas de Zaza

Cada pescado se revisa para comprobar su buen estado físico antes de enviarlo a la industria. (Fotos: Vicente Brito/Escambray).

El barco que funciona como enviada sale al despuntar el día, en su interior cinco tripulantes aseguran todo lo necesario para navegar hasta las zonas donde otras embarcaciones pertenecientes a la Empresa Pesquera e Industrial de Sancti Spíritus (Episan) realizan las operaciones de capturas.

Varias millas de viaje los separan del resto de la flota, en ocasiones hasta cinco horas o más para llegar a su destino, haciendo maniobras que les permiten rastrear cada palmo del litoral sur de la provincia por la ruta de los peces y en esa contienda acercarse hasta los límites con provincias vecinas.

Al mando, como todo un experto, Leosvany Villa, el patrón que luego de desmovilizarse de la Marina de Guerra Revolucionaria se instaló en Tunas de Zaza, primero como jefe del Taller Naval y, después de revalidar su título de patrón, al mando de esta enviada, en la que lleva más de ocho años de labor.

El patrón de la enviada lleva toda la responsabilidad durante el proceso.

“Para ser patrón de un barco —aclara— hay que tener el conocimiento de la zona donde se opera y de todo lo referente a la navegación: los cambios de marea, movimientos de luna, el estado del tiempo, hay que saber trabajar con el GPS, con el compás magnético y dominar toda la parte técnica del navío.

“En ocasiones nos alejamos bastante hasta la zona conocida como El Correntoso o en los límites de Ciego de Ávila, a varias millas de la costa, porque al no tener un Centro de Acopio hay que recibir el pescado donde los barcos se encuentran operando. Pero antes de recepcionarlo comprobamos si está bien nevado, el tipo de especie y la talla, porque no todas son comercializables; y cuáles están en veda en ese momento, en eso se basan los pescadores para realizar las extracciones y nosotros lo que hacemos es trasladarlas hasta las instalaciones de la industria”, aclara el patrón.

Esta es una labor de mucho sacrificio que requiere de días y noches en medio del mar.

LA ENVIADA ES NUESTRA CASA

Para los muchachos más jóvenes que integran esta tripulación, la vida en el mar se convierte cada día en un desafío. Nada de televisión cuando acaban las duras faenas, ni de entretenimientos que no sean conversar entre todos de cualquier tema, alimentarse, descansar y al día siguiente volver a las tareas.

Leosdanys Juvier, el motorista, no deja de estar atento a cada ruido que pueda dar una señal de alarma, cuando del buen funcionamiento de la máquina se trata, sus días son largos, porque, como parte de esta familia de pescadores, ayuda también el n lo que sea necesario.

Para Alberto Valle el marinero de cubierta y Alejandro Ortiz, el nevero, los días y las noches se hacen largos, pero todo depende de la adaptación, la empatía y la forma en que conviven en esta embarcación. “Esta es como nuestra casa porque aquí pasamos más tiempo que en el propio hogar”, aseguran

Mientras, al experimentado Alviso Naranjo, de 56 años, la parte que le toca es la cocina. “Soy el responsable de elaborar los alimentos en la enviada, llevo 40 años en el mar, primero como pescador y luego en esta otra labor, la cual desempeño con mucho gusto, porque cuando mis compañeros concluyen sus labores tienen preparada la comida, arroz, frijoles, pescado, vianda, cualquier plato es bienvenido a la mesa.

“Y en los ratos libres me pongo a tallar, porque soy aficionado a la artesanía, a veces recojo un palo seco de mangle en la orilla y le voy dando forma de un pez o de cualquier otra figura con mis manos; y mis trinchas hago maravillas, sin perder la esencia de pescador, así ha sido por años, porque trato de pasar el tiempo en este barco de la mejor manera posible”.

Muchos jóvenes intervienen en proceso de captura en Tunas de Zaza.

LA AÑORANZA ES POR EL MAR

Sin conocerlos y tener la posibilidad de compartir unas horas con los integrantes de esta tripulación sería imposible comprender que su amor de ellos por su embarcación es infinito, tampoco podrían imaginar la forma en que están atados al mar, con amarras que difícilmente se pueden desatar. Esa es la razón por la que, en medio de tantas limitaciones, se afanan en mantener viva la enviada para que siga desandando los mares en busca de nuevas capturas.

“Aquí somos un equipo, o mejor dicho una familia; si a uno le duele una muela, el otro le busca la pastilla y comparte con él su dolor. Imagínate, que de los 365 días que tiene el año pasamos en alta mar más de 240, por eso es que decimos que esta enviada es nuestra casa”, aclara el patrón.

“Cuando tocamos tierra —aclara Leosvany—, a las pocas horas de estar en Tunas ya queremos salir nuevamente. La alianza entre nosotros y el mar es fuerte, a pesar de que las noches son frías o lluviosas, de que en ocasiones la plaga nos ataca y de que los celulares pierden la señal, pero mantenemos activa la planta y con ella nos comunicamos con la familia o con otras tripulaciones que también están en las zonas pesqueras haciendo sus actividades”.

Todos ayudan en el acopio y pesaje del pescado.

Un soplo de brisa en el rostro de los tripulantes indica que cambiarán los vientos rumbo norte, nadie como ellos para avizorar tormentas, estar a la defensiva y recoger pita antes de que los agarre una tormenta en medio del mar, en busca de peces pasan todo el año, incluso acopian las capturas de algunos pescadores privados que se subordinan a la cooperativa de Episan para trasladarlas bien nevadas a la industria, cada número cuenta en su plan de producción que se basa, precisamente, en el servicio de traerlo todo y en buen estado.

Rosa Blanco Martínez

Texto de Rosa Blanco Martínez

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