Una cortina de humo por encima de las sombrillas de guano devela que los calderos en cierta cocina, ubicada a un extremo de la Carretera Central, tomaron otra temperatura. Arden a fuego lento y la leña pide refuerzos. Falta para que los comensales conferencien a la entrada del Paseo Camilo Cienfuegos de Cabaiguán, pero en Los Paragüitas la sazón despierta sensaciones.
“De domingo a domingo preparamos 50 raciones para personas en situación de vulnerabilidad. Adultos mayores sin acompañamiento familiar, discapacitados y algunos vecinos del establecimiento acuden aquí, una muestra de la aceptación que tienen nuestras ofertas”, asiente Carmela Hernández Gómez, consentidora de sus clientes por 26 años.
En casi cinco décadas dedicadas a la gastronomía, es la primera en recibir a su colectivo y la última en rectificar el mínimo detalle previo a cerrar la puerta del centro. Al sector entró escoltada por los instrumentos de limpieza. Con el tiempo cambiaría la escoba y de uniforme para pulir el mostrador, lustrar la vajilla, complacer gustos y caminar kilómetros en el área de venta del bar La Refinería.
“De dependiente pasé a administradora, encargo que me llevó con posterioridad a Los Helados de París; La Batidora, en La Aurora, y a Los Paragüitas, donde hice una estancia corta, hasta que regresé para quedarme. De aquí me voy cuando cumpla los 80 años”.
Dueña de una carcajada percibida del otro lado de la acera, ella se resiste a creer en sus propias palabras. Arisca a las holgazanerías, en ese momento buscará un pretexto para continuar al tanto de la mercancía por recepcionarse, del gramaje preciso de las croquetas, de otorgarle al arroz congrí ese brillo inconfundible, de exigir que el piso sea un espejo en el que los usuarios puedan mirarse y de improvisar unas frituras minutos antes de que los pozuelos hagan fila.
“De que falten, mejor que sobren iniciativas. Quienes nos visitan se van contentos. Si ofreces una atención con cariño y amor, olvídate de las quejas”, asegura la directora de una de las 18 Unidades Empresariales de Base (UEB) que desde 2022 conforman el actual mapa de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía, alternativa para asegurar la supervivencia de la actividad en instantes de incertidumbre económica.
Los Paragüitas, El Buchito y La Lonja absorben a la cabaiguanense, triada que conforma su trinchera rebosante en sabores y olores. “Si presentaba el retiro le dejaba libre el camino a los demás. Sin Los Paragüitas me muero; esto es mi vida”, enfatiza sobre la unidad convertida en patrón del buen hacer.
“Al principio emplearon justificaciones para denegarme como directora de la estructura naciente. ¿La edad? Ahora quieren más viejas así que logran de resultados satisfactorios.
“Antes contábamos con más recursos. Por la canalita, prácticamente no entra nada. Dependemos de los propios ingresos que generamos y, a partir de ese financiamiento, compramos insumos para asegurar las ventas. Todo el mundo me conoce, puntos a mi favor para contactar con proveedores. Al cierre de 2024 terminamos con ganancias”.
En 2024 aceptó la jubilación. Lo advirtió tajantemente: tendrían a Carmela para rato. Mediaron horas y se reincorporó, relata al regodearse de un anecdotario picaresco. Sin pausas transcurre el diálogo, una lección para los profesionales de esta esfera. Escoge arroz a cuatro manos; el cocinero le sigue el ritmo a la señora incansable.
“A pesar de mantenerme en la oficina buena parte del día, necesito del contacto con los consumidores. Igual despacho que colaboro a la hora de servir el almuerzo”, refiere la fémina con 23 empleados a sus órdenes.
A la tecnología le guarda el café. Forjar migas con la bancarización le costó horas nalgas. Infusiones de tilo para acompañar las sesiones de aprendizaje y aliarse a los más avezados, para potenciar los pagos electrónicos y disminuir la manipulación de efectivo, la convirtieron en aventajada de un proceso aún por madurar.
“Fuimos pioneros los primeros en prestar el servicio de caja extra. Solo en enero de este año realizamos 42 operaciones mediante esa vía, sin contar que aceptamos pagos a través del código QR. Lo importantes es cumplir con lo indicado y esmerarnos en ello”.
Las entidades que conocen de la destreza de Carmela se encuentran libres de hechos de corrupción e ilegalidades. El éxito de su gestión gastronómica ha representado un alivio para los admiradores de la comida criolla y un referente para sus compañeros.
“Siempre me he rodeado de personas con experiencia. Codearme con un equipo de trabajo de confianza me cubre las espaldas, aunque me gusta chequear a lo cortico los procesos en la oficina y el área de elaboración.
“Vivo para mantener los centros impecables. En la medida de las posibilidades, los pinto y reparo. Los atiendo como una quinceañera. Si uno no cuida lo que tiene lo pierde”.
Con las luces ausentes en cada colapso del Sistema Electroenergético Nacional tomó providencias. De frente a las neveras y con las manos acostumbradas al contacto con las especias, la leña prendió al son de la solidaridad.
“Caldero en mano, repartimos caldosa y sin cobrar un peso. Brindamos nuestro mejor aporte en medio de los apagones. Al menos en este barrio y los alrededores nadie quedó desamparado”, dice dispuesta a plantar los calderos en caso de una posible contingencia.
En una de las rondas por Los Paragüitas para verificar que el almuerzo está listo, jaranea con los clientes testigos de su verbo picante y deja saber que en su familia prendió el gen de la gastronomía.
“Tengo una hija que asume la administración de La Lonja y se subordina a mí. Le di alas, ahora que demuestre lo aprendido. Me considero buena profesora; los cabaiguanenses que encaminé en este mundo podrán decirlo. Siempre les recuerdo que tengan paciencia al tratar con los clientes.
“Eso sí. Prefiero trabajar con las personas mayores, son más responsables. En cambio, la juventud olvida todo con el dichoso celular”, alega categórica en defensa de las canas.
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