El Vallecito nació entre la ciudad de Trinidad y el más importante emporio azucarero de toda la región en época de la colonia.
La espigada gramínea se extendía por las fértiles tierras con visuales de encanto desde la Loma del Puerto, pero el cultivo de la caña fue desapareciendo de este paisaje campestre; y con él, la posibilidad de progreso para su gente.
De a poco, el humilde caserío despierta de su letargo y los nuevos aires animan a Gertrudis y a otras familias que pueden aprovechar su ubicación privilegiada y la resiliencia de los pobladores.

EL CAMINO DE LA SEDA
Vallecito de seda es un proyecto socio cultural enfocado en el bienestar de las 36 familias que residen en este asentamiento, a nueve kilómetros de la urbe patrimonial.
De la mano de la maestra artesana María Caridad (Mery) Viciedo, la iniciativa tiene entre sus propósitos insertar a la comunidad en una ruta cultural y turística que muestre al visitante de paso tejidos y bordados de alta factura, con el hilo de seda.
Lo novedoso de la idea, comenta la también líder del proyecto Siempre a mano, es que apuesta por un modelo de economía circular que beneficia a todos. “El propósito es producir la materia prima que utilizan las artesanas, a través de la actividad de sericultura, para confecciones y bisutería de mucha calidad”.

Un buen día Mery llegó al Vallecito y lanzó su propuesta: introducir la crianza de la mariposa o gusano de seda (Bombyx mori) y el cultivo del árbol de morera, del cual se alimenta, hasta completar todo el ciclo productivo, desde la preparación del material con la obtención de los capullos o el hilado mediante diferentes técnicas textiles, hasta la elaboración de prendas y otros accesorios.
En sus ratos libres Gertrudis Ávila Álvarez hacía randa que vendía a otras tejedoras en la ciudad. Sin ser experta, supo apreciar esta maravilla natural y se entusiasmó con la invitación. Fue su casa la que recibió los primeros huevos del insecto productor de seda, procedentes de la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, pionera en Cuba en incursionar en la sericultura.

Por primera vez fue testigo, ella y su familia, de un ciclo perfecto de la naturaleza del que puede obtenerse un material apreciado por su brillo y suavidad. “Los huevos eclosionan y nacen las larvas que se convierten en gusanos. Ya adultos, se van acomodando para hacer los capullos hasta que salen las mariposas. Ellas se aparean y nacen los huevitos nuevos”, presume Gertrudis de los conocimientos que le ha reportado el proyecto.
Algunos por curiosidad, otros porque comienzan a apreciar las ganancias, se han sumado al proyecto que no dejó atrás la posibilidad de contar en el Vallecito con el árbol de morera: “Ya tenemos posturas sembradas y también los semilleros”, asegura.
LO PEQUEÑO ES LINDO
Incluir a esta comunidad en una ruta turística resulta una de las mayores aspiraciones para quienes confían en la fortaleza del Vallecito, un asentamiento perteneciente al Consejo Popular Manaca Iznaga y donde la ruralidad se vive sin retoques.
Yanelis Sorís Quesada encarna el espíritu del poblado. Artesana y promotora cultural, apreció enseguida las bondades de la fibra de seda con la que se pueden lograr producciones hermosas. Hoy es la mano derecha de Mery.

En una primera fase – manifiesta Yanelis- la iniciativa tiene un carácter sociocultural, enfocada en la formación de capacidades y la creación de la infraestructura mínima, hasta llegar a convertirnos en un proyecto económico productivo.
La idea de que algo a escala local pretenda volar tan alto captó la atención de un grupo de investigadores y artistas brasileños integrantes del Movimiento Cultural Insurgentes, de visita en Cuba, y que no perdieron la oportunidad de disfrutar con el talento de los niños y niñas del Vallecito y de otros asentamientos cercanos.
“El pequeño es lindo”, sostiene Daniel Joppert, investigador, cineasta y consultor de la Unesco para la Red de Ciudades Creativas. “El año pasado conocimos del proyecto; entendimos que debíamos estar aquí porque necesitamos pensar de manera global, pero actuar localmente”.

Desde su experiencia, Vallecito constituye un referente de estos enfoques de desarrollo con talento y recursos endógenos. “Cuando se logre en la propia comunidad mantener la producción de la fibra de seda utilizada en las labores artesanales, estamos hablando de que se puede lograr una autonomía total”.
Sin ser expertos, Gertrudis, Josefa, Yanelis y varias de las familias del poblado perciben los primeros beneficios económicos y eso los compulsa a apoyar a Mery en este proyecto, que comienza a empoderar a todos. A las puertas de Trinidad crece un Vallecito de seda.
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