Es viernes en el patio de la Academia de las Artes de Trinidad trazos, colores y puntadas dibujan horas de gloria para un grupo de niños con necesidades educativas especiales, sus familias y las artesanas de un conocido proyecto sociocultural que borda estas historias con los hilos de la bondad.
Hace dos años que nació esta cofradía de amor. La sensibilidad de la artista Yudit Vidal Faife y de esa gran familia que es Entre hilos, alas y pinceles desborda el simple espacio creativo y se expande en luces que iluminan a quienes encontraron otro camino a la esperanza.
Los talleres se han convertido en aprendizaje para todos; las artesanas se desdoblan en maestras amorosas, dispuestas a respetar los espacios y hasta los silencios, mientras los infantes toman en sus manos los pinceles y dibujan líneas que se hacen cada vez más firmes, combinan colores y reconocen la belleza en un trozo de tela; madres y abuelas participan también en estos encuentros llenos de buenas vibras.

PINCELES, HILOS… Y AMOR
José Alejandro y Diego son dos adolescentes carismáticos; el Síndrome de Down con el que nacieron no les limita para mostrar sus potencialidades. Ambos cantan, bailan, declaman poesía, dibujan y hasta cosen sobre retazos de lienzo.
La idea nació, cuenta Yudit, cuando una artesana y madre de una niña le propuso crear un taller de manualidades dirigido a este tipo de infantes. A la artista le fascinó la invitación y juntas comenzaron a soñar, a enamorar a otras personas, a encontrar hadas y duendes…
Fue el bálsamo sanador para Moraima Zayas. “Llegó en un momento muy doloroso de mi vida. Había perdido a toda mi familia; solo estábamos mi hija y yo”, confiesa la también directora del Palacio de Pioneros 28 de Enero, de la ciudad.

“Estos niños suelen ser introvertidos e hiperactivos, por lo que necesitan un espacio de interacción y de comunicación. Yudit apoyó de inmediato la idea y yo me encargué de localizar a las familias de otros pequeños con los que había trabajado. Así nació este taller que nos ha unido a todos”.
Ana María González Cabana es una de las abuelas que nunca se pierden un encuentro. Vive con su nieta Rosa María, y desde que la trajo ha notado el cambio. “Ella disfruta mucho este momento y logra comunicarse con el resto de los niños. Entre ellos se entienden muy bien”, comenta agradecida.
Las artesanas que integran el proyecto abrazaron la idea con la misma pasión que tributan a las labores de la aguja. Para Yamiley Ceballos resulta una experiencia enriquecedora. “El tiempo que les dedicamos vale oro. Tienen mucho amor para dar y se logran cosas maravillosas, como el tapiz que confeccionamos juntos para la Bienal de la Habana”.

MANOS CREATIVAS
Participar en la obra que representó a Trinidad en la XV Bienal de La Habana devino reto creativo para Yudit y las laboriosas artesanas integrantes de Entre hilos, alas y pinceles, pero mostró la arista más humana de este proyecto, renovador siempre.
“Descubrimos que estos niños tienen una habilidad increíble para ensartar las tiras —recuerda Yudit— y decidimos sumarlos a la elaboración del tapiz. Ellos colocaron las olas y la hierba que nace entre las piedras de la ciudad. Entonces cambió el concepto de esta pieza que se convirtió en una obra llena de amor, de colores y de esperanza”.
Aurora Martínez bordó la palma real. “Un símbolo de nuestra patria, con el valor agregado de este trabajo tan hermoso con los niños que disfrutaron mucho ser parte del proceso creativo”, asegura.
Casi todos llegaron con muy pocas habilidades manuales; mas, hoy muchos de los infantes con necesidades educativas especiales que forman parte del proyecto poseen mayor control muscular, concentración y capacidad de interacción.
“Ahora son capaces de hacer cosas que antes no podían, se sienten útiles. Es muy reconfortante para nosotras, que también somos madres y abuelas”, considera Lucía Jiménez.
“Además de ser maravilloso, me he sentido niña también”, agrega María de la Caridad Galdó, una joven artesana egresada de la escuela taller de la Oficina del Conservador de la Ciudad y que colabora con el proyecto.

TERAPIA PARA TODOS
No solo para los niños las horas pasan volando en este taller de manualidades; también la familia y hasta las propias artesanas ponen stop a las tensiones cotidianas porque la vida es bella en todos sus matices y en sus diferencias.
Según Moraima, este es un espacio para vaciar las emociones y buscar mayor comunicación entre todos. “Se habla de las necesidades del cuidador, pero no siempre contamos con la ayuda ni la comprensión para andar por este camino difícil. Aquí ganamos en modos de proceder en relación con nuestro propio bienestar y el de nuestros hijos”.
La abuela de Rosa María aprecia los beneficios. “Se sienten más independientes y eso es algo muy importante para su futuro, porque nosotros no estaremos siempre con ellos”.
Cada encuentro ha entrelazado la solidaridad y los afectos. “Llegaron sin mucha interacción —evoca Yudit, pero su lenguaje se ha desarrollado—. Y hemos logrado, además, que tomen un pincel, utilicen la pintura, que mezclen los colores y se diviertan”.
“Somos una gran familia, dice Moraima con lágrimas en los ojos. Gracias al proyecto mi hija ya no necesita los medicamentos; ha sido una terapia maravillosa”.
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