“Sin esa incondicionalidad, no sé qué hubiera sido de mí y de mi esposo, encamado durante dos años hasta que falleció. Al visitarnos sufrían por vernos con el agua a la rodilla cuando llovía”.
Desde septiembre último, Marta Rodríguez González renunció a la manta de naylon, a modo de carpa sobre el mosquitero, que mantenía su sueño a salvo de goteras empecinadas en anegar aquel piso de tierra. Ahora los ojos de esta oriunda de Paso Real, en las inmediaciones de El Pedrero fomentense, se humedecen, pero de emoción.
De satisfacciones e infortunios conocen los más de 900 cabaiguanenses en situación de vulnerabilidad. ¿Cómo encuentran abrigo las carencias? Además de lo material, ¿Qué reconforta a los beneficiados? La asistencia social toma de la mano a los merecedores de oportunidades infinitas.
NECESITADOS CON DERECHOS
El éxodo migratorio abrió un agujero de desolaciones en múltiples hogares de este municipio, con números en rojo a nivel nacional por la tendencia creciente al envejecimiento poblacional. Estadísticas de la Dirección Municipal de Salud Pública en el territorio estiman que unos 17 394 cabaiguanenses tienen más de 60 años de edad, el 27, 3 por ciento de la población local.
A su suerte quedaron adultos mayores resignados a vivir de recuerdos, a sonreír frente a las pantallas y a tragar en seco ante el juramento de un abrazo que tal vez quede en promesas.
Cabaiguán mantiene una voluntad de país: subsidiar personas y no recursos. Marta Rodríguez confirma tal certeza. Aferrada a un palo de escoba tomado por bastón para sostenerse, lidia con las secuelas de una escoliosis dorsolumbar. La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y un etcétera de comorbilidades completan el historial clínico de una mujer invalidada desde muy joven, por sus problemas de salud, para ejercer cualquier oficio.
“El 6 de agosto de 2010 me mudé para la entonces casa con paredes de madera y en deterioro total. En 2016 comencé la tramitación del subsidio. Transcurrieron el tiempo y las convocatorias. Nunca perdí la ilusión de tener una vivienda segura con lo indispensable. Desgraciadamente, mi compañero no alcanzó a disfrutarla”, dice quien a los 66 abriles y, sin pagar un centavo por la obra constructiva, duerme a pierna suelta en una célula básica habitacional.
De acuerdo con registros de la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social, el estudio socioeconómico realizado en 2024 identificó a más de medio millar de núcleos con baja solvencia financiera, la mayoría residentes en asentamientos citadinos.
“Por su extensión geográfica, el consejo popular Urbano II acoge a gran parte de esas familias, 68 reconocidas por el momento, que requieren de atenciones especiales. En dichos núcleos asoman ancianos que viven solos, madres con tres o más hijos menores de edad, y personas en situación de discapacidad severa”, alega Idailín Altarriba Massó, coordinadora del Programa de Trabajadores Sociales en ese extremo de la ciudad.
En el ciclo recién iniciado, sumido en una economía de guerra, al notificarse el presupuesto local se destinó una cifra de 20 millones 700 000 pesos, monto similar al aprobado en el calendario precedente para respaldar los gastos de la asistencia social, revela el informe presentado por Finanzas y Precios aquí al Consejo de la Administración Municipal.
La suma sufraga, entre otras primacías, los servicios brindados en el hogar de ancianos, las casas de abuelos, el salario de asistentes sociales a domicilio, las atenciones a combatientes y cubre parte de los gastos por concepto de electricidad a determinados pacientes que, por sus tratamientos, demandan de cuidados especializados.
Aray Gómez Quintanilla, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social, asegura que en el amplio abanico de protecciones subsidiadas tienen prioridad los cabaiguanenses en situación de enfermedad y discapacidad, los ancianos sin acompañamiento familiar, así como los adolescentes e infantes huérfanos.
“A las progenitoras con tres o más hijos menores de edad les extendemos la mano siempre que lo necesiten. En sus circunstancias, aquellas con posibilidades de vincularse al empleo encontrarán mayor independencia. Insistimos también en transformar conductas para que se reincorporen y aporten a la sociedad”, detalló.
Del total asignado para la asistencia social, cinco millones de pesos se destinan para subvencionar la compra de recursos y el pago de las prestaciones monetarias temporales, las conocidas chequeras, sometidas a un proceso de revisión de forma trimestral y reevaluadas cada año.
Enseres electrodomésticos, módulos de avituallamiento, provisiones alimenticias, calzado, ropa, colchones, muebles y demás utensilios del hogar figuran entre los medios que con regularidad se facilitan a los menos favorecidos.
“Marta fue una de las elegidas para la asignación de equipos eléctricos empleados para la cocción de los alimentos. Queda pendiente reponérselos, tras originarse una avería en el transformador de la zona”, apuntó Altarriba Massó.
Ejecutar el presupuesto establecido con eficiencia y racionalidad garantizará la protección de las personas amparadas, a tenor con las disposiciones que rigen dicha política.
“Lo entregado es gratis, incluso, los recursos provenientes de decomisos. Partimos de la disponibilidad existente y de las prioridades. Constatamos si la persona posee familiares obligados que puedan asumir su cuidado. De ser diferente, valoramos el caso”, puntualizó Gómez Quintanilla.
EN ÓRBITA CON LA EMPATíA
Para burlar la sostenida inflación sin frenos y los efectos de semejante desasosiego, no bastan las recetas de economistas encumbrados y el arsenal de decisiones en marcha para corregir las urgencias de Cuba.
Comprar un mazo de cebolla que hace llorar al cotizarse a tarifas inéditas o un paquete de pollo que en los mostradores de los actores económicos privados ignora el importe decorativo fijado en la Resolución 225 de 2024 emitida por el Ministerio de Finanzas y Precios, y perseguir el enalapril en la bolsa farmacéutica ilícita, para nada suponen opciones al alcance de Marta Rodríguez y demás cabaiguanenses que reciben una pensión mensual de 1 543 pesos.
Sin vendas en los ojos han de multiplicarse lecciones de empatía, incapaces de abultar las carteras, pero sí dispuestas a florecer ese sentimiento en unos cuantos agradecidos.
“Somos humanos y afrontamos problemas a diario. Sin embargo, nunca podemos reflejar nuestras preocupaciones en los asistenciados. En ocasiones, al carecer de algunos recursos, debemos complementar el apoyo material con lo espiritual. Nos corresponde escucharles y permitir que se desahoguen”, asiente Idailín Altarriba, santiaguera médico del alma y egresada de la cuarta graduación de ese programa que la enraizó en Cabaiguán.
“Los trabajadores sociales, la muchachitas de la Dirección Municipal de la Vivienda, la doctora del Consultorio y mis vecinos son mi gente”, refiere Marta, la señora a quien la naturaleza le negó experimentar la maternidad, la misma que en la etapa de confinamiento por la pandemia de Covid-19 permanecía pendiente de los toques a su puerta para recibir los alimentos, uno de los tantos desvelos para con ella y otros que hasta hoy sobreviven.
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