Fragilidades y fortalezas de Cristales

En esa comunidad jatiboniquense la vida transcurre entre labores agrícolas y las viejas tradiciones culturales. La falta de un transporte estable para salir de esos parajes sigue siendo el principal reclamo

Niños de la comunidad asisten diariamente a la escuela primaria. (Fotos: Escambray).

Para Víctor González, un jubilado del sector del Comercio nacido y criado en la comunidad de Cristales, la vida en esos parajes ha sido un premio. Con sus 83 años a cuesta siente que en su terruño formó una bonita familia, guiado por las enseñanzas de sus padres, quienes fueron los propietarios de la panadería, la misma que desde entonces abastece del preciado alimento a los habitantes de allí y de todos los contornos circundantes.

Parado en el portal de su casa campesina, justo frente al centro escolar de la localidad, él observa diariamente las rutinas de quienes se debaten entre carencias y apagones, al igual que en el resto del país, pero sin perder un ápice del carisma que los identifica por siempre, y sin dejar de agradecer por vivir en un sitio donde todos se miden con la misma vara, no existen vestigios de grandeza y las personas muestran su bondad.

Considerado en otros tiempos un emporio productivo agrícola, Cristales siente la fragilidad de lo que fue el desempeño económico que más benefició a los lugareños, pues en los campos circundantes crecía la caña que luego se tragaba el central Uruguay, una actividad que avivaba las arcas familiares y traía aparejadas bondades sociales.

LOS DESTELLOS DE CRISTALES

Cuenta Yailín Fernández Hernández, la administradora de la panadería perteneciente a la Unidad Empresarial de Base Industria Alimentaria de Jatibonico, que a pesar de la distancia en que se encuentran —a más de 15 kilómetros de la cabecera municipal— diariamente se activa la producción del pan de la canasta básica, destinado a más de 3 700 comensales, todos residentes en el Consejo Popular Cristales.

“Pero también hacemos otras elaboraciones —asegura Yailín— en dependencia de la disponibilidad de materias primas que se asignan desde la provincia, entre ellas: el pan de 60 gramos para la venta liberada, el de flauta de 75 pesos, con gran demanda, y en ocasiones la base para pizzas”.

Para algunos de los habitantes de Cristales su vida en este sitio ha sido placentera.

“Nuestra comunidad es lo mejorcito de todos estos contornos”, asegura Alba García, la asistente social que el Estado designó para que atendiera a un enfermo de hemodiálisis residente en Cristales, un sitio en el que, además, existen casi todos los servicios básicos desde una bodega, la Oficoda, el Consultorio del Médico de la Familia y la Farmacia hasta la escuela, la cooperativa, el círculo social y un sillón de estomatología.

“Aquí los días transcurren normalmente, al amanecer se aprecia el ajetreo de su gente, unos van hacia los centros de trabajo, otros a sus labores agrícolas, los niños rumbo a la escuela y los abuelos utilizan el espacioso salón del círculo social para hacer sus ejercicios”, dice Alba.

A estas rutinas matutinas se suman otras que por muchos años acompañan a los lugareños, entre ellas: el aparejo de los caballos que sirven para el traslado de personas y mercancías hacia diferentes destinos incluidas las sitierías colindantes, y el cuidado de los animales domésticos como cerdos, carneros, aves de corral y los gallos finos, estos últimos como parte de una tradición heredada de sus antepasados.

RECLAMOS

Si hay algo que precisa de mejoras en este sitio intrincado de la geografía espirituana es la recreación, esa que en cualquier contexto, momento o lugar viene a ser como un alivio para el alma. En un área conocida como La Canoa, donde otrora se daba de beber a los caballos y las yuntas de bueyes, los jóvenes casi siempre se reúnen para escuchar música, conversar o conectarse a internet, claro que este sería un sitio muchos más atractivo si recibiera algún tipo de beneficio como pintura y limpieza, pero, aun así, es donde cada fin de semana se concentra la mayor cantidad de adolescentes que regresan a sus hogares tras una semana en las escuelas internas de Jatibonico o Sancti Spíritus, donde cursan los estudios de secundaria, enseñanza técnico profesional, el preuniversitario o la universidad.

Para muchos de estos jóvenes existe un servicio seguro por parte de la Empresa de Transportes Escolares del territorio, pero otros deben ingeniárselas para salir o entrar de Cristales, casi siempre por sus propios medios, pues la comunidad, tal y como asegura Sonia Rodríguez Argüelles, una vecina nacida y criada allí, no cuenta con un medio de transporte propio y estable que pueda palear las necesidades, sobre todo para trasladar a un enfermo, acudir a un turno médico o realizar otras gestiones en la ciudad cabecera municipal.

“Si Cristales tuviera una guagua o el tren que llegaba hasta Los Jobos las cosas fueran diferentes, eso es lo más difícil de estos tiempos, primero porque cuando los carros de Transporte hacen el recorrido llegan a esta comunidad sin capacidades, pues vienen de El Guayo o de otras localidades, y segundo, porque para salir de aquí hay que pagar en un riquimbili hasta 1 000 pesos hasta Trilladera”, asegura Sonia.

Esas mismas vicisitudes pasa Ángel Sánchez Rabí, el administrador del círculo social, para buscar mercancías mediante el sistema de autogestión y de esta forma poder garantizar las ventas en la unidad perteneciente a la Gastronomía, la cual funciona, desde hace años, bajo la modalidad de arrendamiento.

“Tenemos en oferta distintos tipos de refrescos, bebidas, confituras… que adquirimos en las propias mipymes de Jatibonico. Este círculo social es como el alma de la comunidad, al cual acuden las personas en busca de alguna merienda, pero también está vinculado al resto de las actividades sociales y recreativas, por ejemplo: el desarrollo de encuentros deportivos, las asambleas de circunscripción y hasta las votaciones se realizan aquí”, asegura Mariolyz Fernández Véliz, la dependienta.

Un recorrido por las calles de Cristales fue suficiente para que el equipo de Escambray comprobara cómo la Dirección de la Vivienda en el territorio mejora el fondo habitacional mediante el programa de subsidio que beneficia a familias en situación de vulnerabilidad, sin embargo, existen otros reclamos que bien pudieran encontrar respuesta si entre todos los factores internos y externos se asumieran las tareas.

Pero para muchos residentes las insatisfacciones más acuciantes, además de poder contar con transporte seguro, son la no permanencia del médico en el consultorio, sobre todo por las noches, así como la mejora de los viales internos y del que da acceso a la comunidad, que, aunque hace poco recibió algún beneficio, en épocas de primavera se vuelve intransitable. Igual señalan la falta del alumbrado público, sobre todo en áreas donde estuvo funcionando hace un tiempo, así como la necesidad de cambiar la imagen de algunas casas o establecimientos estatales, como el propio círculo social que, sin dudas, beneficiarían el entorno y el bienestar de los habitantes de esta localidad.

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

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