Hace casi 40 años que Danilo Antonio Pérez Delgado entró por primera vez al Departamento de Electromedicina, de Yaguajay. El año 1986 cerraba sus puertas, y aquel joven, formado como técnico de nivel medio en Sistema Eléctrico-Industrial, ya había probado sus competencias en el otrora CAI Simón Bolívar, sitio que lo acogió siendo apenas un muchacho, con un sinfín de sueños a cuestas.
Fue en aquel central del norte espirituano, donde se desempeñó como electricista de mantenimiento B. Y dentro de ese inmenso armazón de hierro se hizo un mejor eléctrico. Allí, su rutina nunca estuvo incompleta. Aprendió todo cuanto fue posible; tanto que a la altura de estas cercanas cuatro décadas agradece una de las experiencias más útiles que le ha dado la existencia.
En los alrededores de aquella estructura gigantesca, que engullía caña a diestra y siniestra, supo del valor de innovar. A través de un Comité de Innovadores y Racionalizadores (CIR) existente en el sitio vio de cerca cómo los trabajadores echaban a andar la maquinaria gracias a creaciones propias.
Quizás por ello, encontró en las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ) el espacio idóneo para iniciar el camino de la innovación, ruta que transitó hasta llegar, en aquel diciembre de la década del 80, a Electromedicina, centro que lo acoge en la actualidad.
“Mis primeros años en el Departamento de Electromedicina fueron un poco difíciles, no solo para mí, sino para todos los técnicos, pues era una experiencia nueva que estábamos viviendo. No obstante, contamos con nuestro especialista principal Valentín Morales Suárez, quien nos orientó en todas las especialidades. Con el paso del tiempo cursamos estudios de obreros calificados y técnicos de nivel medio en sistemas de Electromedicina hasta llegar a la licenciatura en esta rama.
“Recuerdo que la primera innovación en la que participé consistió en la reparación del compresor de la Clínica Estomatológica de Yaguajay. Nos encargamos de restaurarlo y, de esta forma, garantizamos que continuara prestando servicios a los pacientes”, evoca.
Y mientras busca en la memoria sus primeras inventivas, de un tirón enumera algunas de las realizadas hasta la fecha. En la recuperación y adaptación del control de la cuna térmica Medix TCU-2 con un módulo de incubadora neonatal PC 305 Medix con destino a los servicios neonatológicos, de la autoclave china Marca Smith, modelo YXQ-600-II-R de la Central de Esterilización, y en el resarcimiento de los servoventiladores 900 D y 900 C del salón de operaciones del Hospital Municipal Joaquín Paneca Consuegra, ha estado el ingenio de Danilo y de otros profesionales del centro.
Pasa horas delante de un equipo. Repasa cada una de sus partes hasta encontrar el fallo. No importa cuán temprano o tarde sea. Para él no hay nada más urgente que buscar soluciones ante los problemas. Ni siquiera teme a que algún artefacto le dé más trabajo que otro. Devolverle la vida al más simple de los dispositivos premia el esfuerzo. Es amor por la obra en camino.
“No tengo horario para innovar. Todo depende del banco de problemas que tenga cada unidad asistencial. Aquí se nos hacen muy difíciles las piezas de repuesto. Yo diría que más del 80 por ciento de las soluciones se sustentan en los aniristas, en sus innovaciones y recuperaciones. Buscamos por aquí y por allá, y si hay algún equipo dado de baja, porque no admite reparación, ocupamos algunas de las piezas que puedan ser útiles y echamos a andar otros. Esa es nuestra rutina diaria.
“En el transcurso de mi labor como electromédico he logrado efectuar mis innovaciones, en primer lugar, por la unión de todos los innovadores del centro. Ahí está la magia de nuestras creaciones, en el colectivo. Siempre me he interesado por este mundo, pues de esa forma le damos vida útil a un equipamiento médico, o mueble clínico, lo cual reviste un aporte económico para el Estado y, al mismo tiempo, alcanza un efecto social importante”, subraya el yaguajayense.
Detrás de cada creación de Danilo hay motivaciones, desvelos, sacrificios… Mas, el hecho de que el Departamento de Electromedicina sea hoy luz y guía en el campo de la innovación, no solo en el municipio, sino a nivel provincial, regocija el alma. Lo reafirma este hombre, que no entiende de equipos abandonados y, mucho menos, inacabados.
“Nuestro CIR marcha a la vanguardia de la innovación gracias al esfuerzo colectivo de los innovadores. Desde que existe el problema le damos seguimiento constante hasta resolverlo. En ocasiones se nos hace difícil porque hay que llevar las piezas a un torno para soldarlas, por mencionar un ejemplo, pero siempre sale el trabajo.
“Lo más lindo de todo es cuando ves que los pacientes pueden hacerse una placa o una operación en el salón de operaciones, y que las personas no tengan que ser trasladadas a otra unidad asistencial. Esa es nuestra razón de ser”, refiere el innovador.
Por esa voluntad expresa de hacer, de crear, de renacer cada mañana en una innovación, Danilo mereció este 2024 el Premio de Mayor Impacto Económico y Social. Y, aunque cargue sobre sus hombros un historial de inventivas, la recuperación y adaptación del control de la cuna térmica con un módulo de incubadora neonatal, el resarcimiento de la autoclave china y su circuito eléctrico, la adaptación de socket y bombillo a lámpara de salón de operaciones, y la adaptación de resistencias a destilador de agua resultaron las creaciones que avalaron tal lauro.
“Esto significa un gran reto como innovador y me impulsa a seguir trabajando y a estimular a los nuevos creadores”, confiesa el licenciado en Electromedicina con esa humildad que caracteriza a los hombres que no alardean de sus cosechas.
“Innovar es crear y desarrollar nuevas ideas, un proceso que genera valor para las personas y que mejora la forma en que se hacen las cosas. En el futuro solo pretendo seguir aportando desde la ANIR, dar lo mejor de mí, y transmitir mis experiencias a las nuevas generaciones”, destaca.
Hace casi cuatro décadas que Danilo Antonio Pérez Delgado forma parte del Departamento de Electromedicina. Cada recinto de esta instalación es testigo de las interminables horas de trabajo y de la entrega que ha puesto en función de reparar los equipos. A este lugar de Yaguajay, que ama más que a cualquier otro en el mundo, le debe su mayor felicidad: sentirse útil.
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