Ha terminado una de las madrugadas más largas de Sancti Spíritus. Mucha gente ha decidido esperar en el parque Serafín Sánchez Valdivia para calentar los huesos con la salida del sol. No pocos pretextos convidan a vivir un momento que marcó los destinos de todo un país.
Así lo describió a esta reportera Julián Concepción González, testigo de la algarabía que sacó fuera de las casas a varias generaciones de espirituanos la noche del 5 de enero de 1959.
“Ahí estaba el pueblo completo: niños, mujeres, ancianos… En esos días no se hablaba de otra cosa que de Fidel y la noticia que compartiría con nuestro pueblo se regó por todos lados. Que el intercambio ocurriera en la otrora Sociedad El Progreso fue una decisión de la dirección del movimiento revolucionario de Sancti Spíritus. Se habló con las élites dueñas de ese inmueble para que sucediera el hecho, quizá por su ubicación y altura. Ellos no imaginaban lo que vendría después. Para mí que aceptaron para congraciarse con aquel joven que llegaba aquí con la Caravana de la Libertad. Para ese momento ya el Comandante en Jefe era una figura extraordinaria en este país.
“La gente le cayó atrás a la Caravana desde que entró por Colón y subió hasta el parque. Recuerdo que Fidel, ya en el balcón, dijo que no quería estar tan distante de nosotros, del pueblo. Inmediatamente agregó: ‘Voy a bajar’ y todos gritamos: ‘No’, y escuchamos el enérgico y emotivo discurso”, recordó este espirituano, fallecido poco después de aquellas emotivas
confesiones.
Y no exageró, basta escuchar el largo discurso —considerado uno de los más completos ofrecidos durante el paso del eterno rebelde hacia la capital— para sentir la fuerza de las ovaciones que mantuvieron la atención en cada una de sus palabras.
El propio periódico El Fénix en su edición del 6 de enero de 1959 —un día después de su regreso a las calles, tras cumplir con la orden del propio Comandante en Jefe de cese de impresión como parte de la huelga general— lo contó bajo un titular desplazado a todo lo ancho de su portada: El Dr. Fidel Castro R., a su paso por la ciudad espirituana».
“Después, siguió conversando con el pueblo; sació sus deseos de conocer la historia revolucionara; oyó sus demandas; escuchó sus exaltaciones; anunció sus más salientes proyectos…
“Y terminó exhortando al pueblo a que volviera a su trabajo, en un clima de paz, tranquilidad, sosiego y garantías para todos”.
Demasiada euforia entre quienes fueron testigos de la primera visita de Fidel a Sancti Spíritus para volver a casa. Ni la llovizna pertinaz de la madrugada logró despejar el céntrico espacio público de la añeja villa. Muchos siguieron a los barbudos curiosos de conocer sus anécdotas de la guerra. Verdaderos héroes caminaron por las calles espirituanas. La despedida final tuvo lugar entre las edificaciones de la otrora La Ford y el cuartel de la tiranía, en la Carretera Central.
“La columna acampó en Sancti Spíritus y esa mañana reanudó la marcha hacia La Habana, siendo esperada desde antes de ayer en Santa Clara a su paso por la capital de la provincia”, terminó su material periodístico El Fénix.
No había tiempo que perder. El Che y Camilo, junto a sus hombres, aguardaban allá. Mas, un contratiempo encontró la Caravana en su anhelo de acortar distancia.
El puente de La Trinchera, en la vía central, sobre el río Tuinucú no estaba en pie. Por orden del propio Ernesto Guevara de la Serna se derribó en los últimos días de la lucha armada de 1958. El hijo de La Campana, Pablo Inolberto Gómez Brito —protagonista de las tres ofensivas contra la tiranía realizadas en esta región central de Cuba— recuerda con total nitidez lo ocurrido allí.
“La estrategia era atacar y hacer nuestros los lugares estratégicos . Ese puente enlazaba a la ciudad de Sancti Spíritus con Guayos y Cabaiguán. Por tanto, para tomarlos había que evitar que les llegaran refuerzos de un lado o de otro. Para allá salimos y el combate fue bien fuerte.
“Nos ocasionaron bajas y unos cuantos heridos. Nosotros a ellos también. Recuerdo que tuvimos que salir del lugar en pequeños grupos. Pero no podíamos dejar que siguiera el enemigo con esa posición por lo que volvimos al otro día y para nuestra sorpresa el sitio estaba abandonado. Libre el camino, se derribó el puente”.
Justo debajo del viaducto, Pablo Inolberto aprendió una lección que nunca más olvidó.
“El Comandante Ramiro Valdés se apareció allí y nos formó con el arma visible. Pero un rebelde camagüeyano, a fin de cargar a un herido, había dejado escondido su fusil en una palizada que descansaba a un lado del río. Enseguida Ramiro se dio cuenta y con fuerte tono lo mandó para Caballete de Casa para ser analizado porque un soldado rebelde jamás podía perder ni entregar su armamento”.
Para el 5 de enero de 1959 la fractura de la vía central era conocida, pues los choferes que pasaban de un lado a otro del país tomaban los caminos alternativos. Por tanto, la Caravana giró su proa a un lado del trayecto que en línea recta le permitía con mayor rapidez hacer su próxima gran parada: la ciudad de Santa Clara.
“Se nos comunicó que para salir del territorio espirituano debíamos tomar la carretera que lleva a Zaza del Medio —vuelve a aquel día Alcibiades Aguilar Rondón, el único caravanista que queda con vida en la urbe del Yayabo—. Así lo hicimos hasta que se tomó un camino a la izquierda, una especie de terraplén por donde no había ninguna casa. Fue así que pasamos por la zona de Tuinucú, muy cerca de su poblado, hasta que salimos otra vez a la Carretera Central, casi a la entrada de Guayos. No paramos por ahí”.
Existe referencia que por el tamaño de la Caravana de la Libertad, compuesta por camiones, yipis, camionetas, tanques… cargados de barbudos e incluso población invitada por el propio Comandante en Jefe por haber participado en la lucha clandestina de su localidad, entró algún vehículo al poblado de Tuinucú por no conocer con exactitud el área.
“Tener el control de todos los carros y personas del grupo era imposible. Incluso, los que se rompieron, se parqueaban a un lado de los caminos y cuando se arreglaban seguían hasta que volvían a sumarse. Fidel, por ejemplo, lo mismo venía al principio, que en el medio o en la retaguardia. Se subía en uno u otro”, explica Aguilar Rondón.
Mas, de lo que sí se tiene constancia es de que el grueso de la Caravana de la Libertad dejó atrás Sancti Spíritus tras tomar el callejón viejo de la comunidad que palpitaba jubilosa por la victoria bajo las dos torres del entonces ingenio de los Rionda, hoy central Melanio Hernández, siguió por el Camino del Quemado y luego enfiló por el de La Fragua, hacia la vía central nuevamente.
Esa ruta, si bien obligó a un desvío de unos cuántos kilómetros de su línea recta, no impidió que todo un país cumpliera con su sueño. La caravana llevaba, a su paso, la libertad de Cuba.
El puente sobre el río Zaza en la carretera central también estaba derribado, el tráfico nacional se estaba desviando en el Majá hacia Taguasco, de ahí Zaza del Medio a Tuinucú a salir por La Fragua de nuevo a la carretera central, la caravana cuando llegó a El Majá dobló para salir a La Ferrolana, a carretera del Jíbaro a Sancti Spíritus.