Hacer leña del árbol de los Leñadores de Las Tunas en la I Serie de Béisbol de las Américas no es el objetivo de estas líneas; sobre todo porque no es, lamentablemente, la excepción de la regla.
Y aunque el “hacha”, irremediablemente, tenga que sacar algunas astillas, lo trascedente es que la derrota ilustra un mal de fondo mayor, asociado a los descalabros continuos de la pelota cubana en el exterior. Por eso no me pasaré con ficha, porque me toca “por la libreta” de comentarista y porque tampoco lo han hecho los aficionados que siguen aferrados a todo cuanto ocurra en el béisbol en Cuba y han seguido con todas las de la ley las incidencias de un evento que, aun sin el ringorrango con el que se publicitó, se abre como un intento por mantener el ardor del deporte en el continente y ojalá para futuras ediciones la convocatoria sea más amplia y representativa de la pelota que se juega en esa región, a tono con el nombre del torneo.
Mas allá de esos triunfos importantes que ansiamos y que ahora tampoco llegaron, lo que queda otra vez tras las bambalinas del evento es la cara que mostraron los Leñadores matizados con refuerzos y que no es otra que la del béisbol cubano todo, incapaz de levantarse de un evento a otro, pues recuerde que la despedida del 2024 no pudo ser peor con aquel fiasco del penúltimo lugar en el Premier 12. Parecía que aquel carácter de los equipos cubanos renacería en el de Nicaragua cuando los representantes de la isla lograron poner en apuros a la selección local en el juego semifinal. Pero no; fue, otra vez, esa falta de todo para superar momentos claves, ese extra que no se concreta para definir en los finales lo que sacó a la selección cubana de la discusión de un título.
Como este es otro tropezón, tampoco hay que echarle todas las culpas a la selección de los refuerzos, pues esa es una práctica que, al parecer, llegó para quedarse, aunque sigo pensando que para selecciones de este tipo, en las que se trata de estimular al campeón nacional, debería primar la presencia de los peloteros propios, los que condujeron al título, pues a fin de cuentas ya vemos que ni con equipos casi Cuba podemos ganar y once “externos” parecen demasiado porque representan la mitad de un elenco.
Si en ese instante no pudo el box aguantar el empuje de los nicaragüenses tras la reacción ofensiva que logró empatar a cuatro el encuentro, antes ya los Leñadores fueron desmoronándose en el camino clasificatorio con dos escandaloso nocauts que semejaban más una práctica de bateo que juegos e hicieron sentir vergüenza ajena, tanto como la defensiva desajustada, la ofensiva que no logró engranarse para producir en momentos necesarios y el pitcheo, que no pudo cumplir la tarea, aunque llamó a filas al experimentado Yoanny Yera, incapaz de repetir en un evento tenue su buen desempeño en el Premier 12.
Y si este descalabro pesa más es porque al final se perdió más de lo que se ganó (2-4) en un torneo de cinco juegos clasificatorios y que les puso delante a novenas casi todas de similar nivel y hasta menos, al tratarse de los campeones de los torneos domésticos de esos países, con excepción de la anfitriona que llamó a filas a estrellas de su liga profesional aun sin ser de las más fuertes del área, una decisión loable para darle un poco mas de peso al evento en un contexto donde no todas las naciones se ofrecen para hacerlo, pues, entre otras cuestiones, no están dispuestas a que las entradas del público no puedan compensar los gastos.
Que Colombia, ahora con sus Caimanes de Barraquilla, nos gane con cualquier traje que se ponga ya no es, lamentablemente, noticia. Que lo haga Curazao, esta vez con Las Cabras, tampoco. La victoria ante Águilas Metropolitanas de Panamá fue un buen triunfo y la lograda vs. Argentina (Club Daom) se inscribe en la categoría de pírrica ante una selección de lo más lejano que existe de una potencia beisbolera.
Caímos en un torneo menor donde al carreraje estuvo a la orden del día, como para dar un poco más de luz a la opacidad que mostró, aunque hay que decir a favor de los organizadores que, al menos, pudieron hacerlo pese a organizarlo de ahora para ahorita. Y eso que el acceso a semifinales otra vez lo propició, más que la actuación propia al terminar la clasificatoria con desbalance de 2-3, el sistema de competencia y ni así se pudo tomar revancha del equipo que nos introdujo desde el inicio en el bosque de la derrota.
No creo que sea solo un problema de preparación si, como se dijo, los peloteros estaban activos en su Serie Provincial y porque tampoco creo que haya que pasarse más de tres semanas intensivas para un torneo de pocos juegos y poca monta, mucho menos para unos peloteros con suficiente carretera y oficio como para saber qué hacer a fin mantener la forma para un evento al que se sabía asistirían hace rato.
No pudieron los Leñadores, como antes no pudieron tampoco Granma, Villa Clara ni Ciego de Ávila, tanto en Series del Caribe como en torneos como el de Holanda. En distintos escenarios y con diferentes rivales Cuba ha perdido. El problema sigue siendo, esencialmente, de calidad, de estrategia, de actitud, males que parecen sembrarse desde las “posturas” iniciales del bosque mayor. Allí en esos viveros, tradúzcase base, no está el mejor de los abonos desde la selección de los mejores talentos por su calidad y no por las posibilidades financieras de los padres, tampoco alcanzan los recursos ni el dinero para comprarlos, no están los técnicos necesarios y para colmo, se ausentan iniciativas para garantizar que, aunque sea en un potrero, se juegue más pelota.
Nadie espere tampoco harakiris ni desde las alturas de la Federación ni del propio equipo, pues aún esperamos por los que nunca llegaron tras las derrotas de los Panamericanos de Chile, el Premier 12 o eventos internacionales del resto de las categorías e, incluso, el análisis del último Clásico que, aun en su cuarto lugar, hijo de las buenas vibras de la suerte, nos dejó enseñanzas. Sería lo más lógico para una afición que, a pesar de los pesares, sigue al pie de su béisbol, aunque sea para verlo perder, un derecho que, por suerte, tiene que ver con los genes peloteros de la nación donde realmente se aloja la condición esa condición otorgada de Patrimonio Cultural de la Nación.
De momento, parece que el evento está llamado a echar raíces y se anunció las próximas sedes en Panamá y Colombia en los años que siguen con posibilidades de ampliar a ocho la cantidad de participantes en una alternativa ante la realidad planteada por la Serie del Caribe, que excluye a parte de las naciones ahora concursantes. Pero lo cierto es que los Leñadores de Las Tunas no pudieron tampoco con un torneo menor, sin la participación de las potencias beisboleras del continente.
Azuzar en casa las vías de fortificar el “bosque” con mejores especies que fructifiquen en el futuro parece ser para Cuba la única opción en su estrategia que, en intenciones, ha dicho que la base es prioridad para mantener viva esa pasión irremediable que aún nos hace seguir cualquier variante que, como esta, promovió al menos la opción de jugar para un país como el nuestro que cada vez lo hace menos.
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