Lo confieso: me equivoqué. Imaginaba encontrar a un hombre sin sonrisas, rígido, esquivo. Me recibió, en cambio, un ser humano cordial, colmado de sensibilidad; recto, sí, pero capaz de combinar el regaño con el abrazo, la mano dura con una lágrima.
Del Chino de la Bayamo traía mil referencias en la agenda, contadas a voces por padres y alumnos; de Jorge Luis Gómez Pérez, el director que carga orgullosamente con ese apodo, apenas el nombre.
En la ESBU espirituana Ernesto Valdés Muñoz han transcurrido las últimas tres décadas de su existencia, pero antes sumaba otros 13 años como capitán de escuelas, una responsabilidad que no todos aceptan y que muy pocos alcanzan a conquistar.
Lograrlo le ha reclamado no pocos sacrificios y desvelos, que, sin embargo, se le han revertido en gratitudes, gracias a una receta infalible.
“Eso se logra con el ejemplo. Siempre he acostumbrado a ser el primero en llegar a la escuela y el último en irme. Y se ve en los resultados, nuestra escuela siempre se ha mantenido con buenos resultados en todos los indicadores, sobre todo en disciplina, en respeto, que es lo máximo para mí”.
¿Cuáles son sus cartas de triunfo?
“Yo creo que si no hay exigencia, si no hay ejemplaridad, si no hay rigor, si no hay control, no se logra. Indudablemente, son cartas de triunfo para el director de una escuela”.
COMENCÉ EN EDUCACIÓN PRÁCTICAMENTE EQUIVOCADO
No fue precisamente la vocación, sino el compromiso y el deber los que lo llevaron por los caminos del magisterio, cuando todavía era un guajirito nacido en las tierras de Santa Rosa, más allá de Taguasco.
“Yo, realmente, comencé en Educación prácticamente equivocado, nunca pensé a esa edad en ser educador, pero por aquellos años de 1973, 1974 había mucha necesidad de formar profesores; un buen día un profe mío de Español comenzó a decirme: ‘¿Por qué no te incorporas?’. Y me decidí”.
Esas mismas motivaciones lo condujeron, tiempo después, a cambiar el aula por la dirección, cuando aún era muy joven y casi no contaba con ninguna experiencia de la que hoy le sobra.
“Impartí clases cuatro cursos y en aquel momento hicieron un contingente que se llamaba Una misión dentro del país, me fui a trabajar para la ESBEC José Regino Sosa, que está al lado de la playa Tayabacoa, como subdirector de Internado. A los dos meses, por necesidad del centro, tuve que quedarme como director. Después pasé a la 23 de Diciembre, empecé como subdirector y al año siguiente me nombraron director, ahí estuve cinco cursos. Luego necesitaron que pasara a la ESBU Pedro Fermín Armas, de Colón y, más tarde, que viniera para la Ernesto Valdés Muñoz; hasta los días de hoy, llevo 30 cursos aquí”.
En esos años, que desde lejos se cuentan fácil, ha visto pasar a más de 11 000 alumnos graduados de noveno grado, que han sido la prueba de fuego de su consagración: meter en cintura una Secundaria Básica y convertirla en un espejo en el que todas las escuelas se deben mirar.
“Esta edad es muy compleja. Les digo al consejo de dirección y a los profesores que siempre nosotros tenemos que estar previendo el problema que pueda pasar para darle solución antes de que llegue la incidencia. Cada cual en función de lo que le toca. No nos podemos descuidar ni un minuto porque los muchachos en un minuto piensan lo que uno no piensa en un día”.
Es el timonel seguro del barco, pero también está convencido de que solo no habría podido llegar a la orilla. “El resultado se logra cuando hay un trabajo sistemático, de todos, porque no vaya a pensar que los resultados de la escuela son solo por mí ni nada de eso, sino por el claustro y los demás integrantes del consejo de dirección, todos muy comprometidos con la escuela, incondicionales”.
¿Y con ellos también mantiene mano fuerte?
“Los ayudo a resolver sus problemas, pero les exijo que cumplan con la escuela”.
¿Entonces aplica la fórmula de exigencia+comprensión?
“Sí, eso da resultado y creo que el que no sea capaz de dirigir así no va a lograr nunca el éxito. Se debe tener mano dura en el momento que hay que tenerla y mano suave en el que la lleva. Y cuando uno se equivoca, reconocer que se equivocó. Cuando me he equivocado lo he resuelto disculpándome”.
UNA EXPERIENCIA BONITA, PERO DIFÍCIL
En la historia de su paso por la Bayamo —que es como la mayoría conoce a esta escuela—, el Chino se precia de haber ayudado a formar niños que hoy se crecen como profesionales.
Muchos regresan ahora convertidos en padres de nuevos alumnos y todos, sin excepción, llevan su huella.
Usted ha dicho que esta es una experiencia bonita, pero difícil. ¿Por qué?
“Es bonita porque uno se encuentra muchas situaciones en la vida con los adolescentes, con las familias. Con los alumnos buenos, cualquiera es capaz de trabajar, pero cuando uno se enfrenta a alumnos con dificultades es cuando hay que crecerse y resolver los problemas, porque el objetivo de nosotros es que esos estudiantes salgan lo mejor educados de nuestras aulas”.
¿Qué alumnos recuerda más?
“Los alumnos con los que más se lucha en la escuela son los que más te recuerdan en la calle. Y siempre cuando nos ven sacan un cuento. ¿Te acuerdas cuando aquello o cuando lo otro?
“Tengo que mencionar a Pedrito, el único que fue a la Escuela de Conducta y finalmente terminó en la cárcel y desde que salió de pase vino a saludarme, cuando lo vi ahí en la puerta… (suspira hondo); el pobre, ha sido un desgraciado en la vida, todavía está en prisión. No pude salvarlo”.
¿No le preocupa que lo rechacen o lo juzguen?
“Nunca me ha preocupado si algún padre o estudiante, de tantos que he tenido, me haga algún rechazo, porque no podemos pensar en eso. Yo trabajo por complacerme a mí mismo, por lograr lo mejor de mi trabajo. Por supuesto, sé que por los años que llevo trabajando me conocen muchas personas en Sancti Spíritus y el criterio no me preocupa, ni que me señalen alguna dificultad, porque perfectos no somos”.
¿Son más los que lo quieren que los que lo odian?
“A mí me parece que sí, porque, por ejemplo, llegan padres a cuyos alumnos no les corresponde esta escuela y piden que los ubiquemos aquí, siempre que hay posibilidades los aceptamos”.
En 43 años, ¿no se ha cansado de dirigir?
“No, realmente no me he agotado, me place estar en la escuela y ver que funcione. Yo disfruto que la escuela funcione bien”.
A esta hora de la mañana, en las aulas repletas de adolescentes reina el silencio. Los pasillos lucen impecables y las paredes muestran los colores del cuidado. Los hechos hablan.
EL MÁS EXIGENTE DE LOS EXÁMENES
A Jorge Luis Gómez Pérez no siempre la vida le ha sonreído. Además de las evaluaciones de rigor del día a día, en los últimos años la salud lo ha puesto a prueba.
“A mí me vistieron, a mi esposa le dijeron que no contaban conmigo…”, dice y evoca los días difíciles en que estuvo al pie de la muerte. Ha enfrentado los retos de su enfermedad y los ha vencido con entereza. Da las gracias a su hija María Carla, quien comienza su carrera de Estomatología, y a su esposa Yunia Carrazana, que lo acompaña en la casa y en la escuela, donde también es profesora desde hace 27 años y lo ve como un Quijote al que ama y admira sin esconderlo.
Retribuye, asimismo, el cariño de muchos espirituanos que han estado al tanto de él y le han brindado su mano, pero, sobre todo, a dos ángeles que velan por su cuidado.
“Tengo muy cerquita a las doctoras que me atienden, la oncóloga y la clínica, porque fueron alumnas mías. Hoy tienen alumnos en la escuela, es muy bonito, están pendientes, incluso las consultas me las hacen aquí…”.
Las palabras se cortan. Un nudo en la garganta lo deja sin voz y las lágrimas asoman a los ojos que hacen trizas la imagen exigente del hombre que es.
Es tanta su fidelidad a la escuela que ni enfermo dejó de orientar y ayudar, como asegura Yuneisy Pérez Acosta, una especie de mano derecha que no hace más que aprender a su lado.
“Ella me decía: ‘Mira, yo lo que necesito es que tú estés aquí, que estés sentado aquí, no necesito más nada’ —cuenta ahora sentado en su humilde oficina—. Y aquí estamos batallando”.
Pero el tiempo pasa y el Chino recibe el nuevo año con una inesperada noticia. “Bueno, me voy a jubilar porque me llega la edad. Tengo 66 años. Muchos me preguntan: ¿Y usted no se ha jubilado todavía? No, es que yo comencé muy nuevo en Educación. No había cumplido los 17”.
Se reclina en la butaca y sonríe tranquilo. Resulta difícil imaginarlo en casa, mirando la pelota o el noticiero, sin pensar en la misión del día siguiente.
“Me voy a retirar. Pero si la salud me lo permite y la Dirección Municipal de Educación y el Gobierno determinan una reincorporación, estoy dispuesto, porque me siento fuerte, en condiciones de seguir luchando”.
Bellísima la entrevista. Impecable la redacción…
La entrevista es excelente porque combina dos aspectos: un director de secundaria fuera de liga y una periodista relevante.
Muchas gracias por su artículo, muy bonito y merecido para este querido director. Yo fui alumna de él cuando dirigió la ESBU Pedro Fermín Armas Reina, es muy bueno, humano y exigente con todos, tanto estudiantes como trabajadores, por eso es querido y respetado por todos. Lo admiro mucho. Ojala hubiera muchos CHINOS como él en nuestro sistema de educación. MUCHAS GRACIAS. CUIDESE MUCHO.