Me siento como un viejo lobo de mar (+fotos)

Refiere Rafael Agustín Pizat Santander, el septuagenario pescador nacido y criado en Tunas de Zaza, un sitio donde sus habitantes se aferran al mar y al salitre como el árbol a sus raíces

Para Rafael la vida sin el mar no tiene sentido. (Fotos: Vicente Brito/Escambray).

Desde el patio de su casa puede sentir el olor a salitre y la brisa que viene del mar. Sentado sobre el chalán que lo acompaña en cada viaje al litoral, teje una de las redes con materiales resistentes para que, durante las contiendas, los peces no le jueguen una mala pasada. Así transcurren los días de Rafael Agustín Pizat Santander, un nativo de Tunas de Zaza que en sus más de 70 años de vida no ha hecho otra cosa que adorar y retribuir a su terruño con lo que mejor sabe hacer: trabajar.

“Todavía recuerdo los tiempos duros de mi infancia —comenta Rafael—, cuando ayudaba a mi padre Monguito a pescar y luego intentábamos vender la captura por unos centavos; si lo lográbamos, entonces se dejaba todo en la tienda a cambio de un poquito de arroz, café y azúcar, aunque muchas veces el esfuerzo era en vano, cuando, de regreso a tierra, un tal Jorge Quintero, al frente de la cooperativa, nos rechazaba el pescado en forma despectiva, mientras decía: ‘Arrójenlo al agua o hagan un caldo si quieren’.

“De Tunas no salgo porque aquí están mis raíces”, asegura el pescador.

“Imagínate, salir al mar con frío o bajo lluvia y pasar días y noches en vela; porque de eso dependía el sustento de la familia; así fue durante el capitalismo, pero cuando llegó la Revolución se creó de inmediato una cooperativa que agrupó a todos los pescadores. Entonces, la vida en Tunas cambió, nos asignaron barcos ferrocemento con todas las comodidades, artes nuevas, alimentos para salir de campaña y, lo más importante, nos compraban a buen precio todo el producto”, aclara el pescador

El chalán de Rafael duerme en el patio de su casa, debajo de un techo rústico hecho con pencas de coco. “Lo bueno es que de un solo empujón ya queda flotando sobre el agua, así ha sido siempre para conservar nuestras embarcaciones —aclara el viejo lobo de mar—, para nosotros es importante tener el bote cerca, pasarle la mano, pintarlo de vez en cuando y, de regreso, llegar en él hasta el mismo lugar de donde partimos”.

El arte de hacer sus propias redes se transmite de generación en generación.

Según Rafael su vida no ha sido fácil, pero siempre supo sacar partido a cada etapa, cuando habla se avivan los tiempos en que se fue a estudiar, fuera de estos parajes y regresó con una formación política y profesional que le sirvió para todos los tiempos. “Gracias a esa preparación pude transitar por distintos puestos de labor en esta comunicad, durante casi 15 años fui director de la planta procesadora de langosta, después formé parte de la tripulación de un barco y en esa etapa pude construir mi propia casa.

“Mi esposa era también de esta localidad, con ella formé una familia linda, tuve a mis hijos y también nietos. Nuestra unión comenzó en el año 69 y el 11 de septiembre de 1970 nos casamos e hicimos la boda junto con la de mi hermana, así pasamos 54 años, hasta que ella falleció recientemente”, confiesa Pizat.

A pesar de sus más de siete décadas, Rafael sigue pescando.

¿Por qué Tunas le hace vivir?

Es algo que no se puede explicar, hay quien se muda para Sancti Spíritus o hacia otros lugares y al final terminan regresando, y es que esta brisa contagia, pero lo que más se aprecia es la forma en que buscamos el alimento en el mar, algo que nos favorece con respecto a otras zonas de la provincia. Solo sé que a Tunas, aunque pase un huracán que arrase con todo el pueblo, siempre regresaríamos.

En mi mente existen recuerdos muy fuertes, como el de las casas de antaño construidas sobre pilotes, pero poco a poco se fueron cambiando y ahora, tanto en El Médano, como en Tunas las viviendas son sólidas y confortables. Igual pienso en lo que fue nuestro puerto, cuando se embarcaba rumbo a otros sitios el azúcar de toda la zona sur del territorio.

¿Cómo hacen para fabricar sus propias embarcaciones?

Es un oficio que va de generación en generación, y luego hasta se les pone el nombre que uno desea. La de mi hermano pequeño, por ejemplo, se llama Luis-Elki. Pero lo más importante es que vivimos y trabajamos en familia y las capturas se comparten entre todos.

Cuando el camarón aparece pescamos todos los días, salimos a las cinco de la mañana y regresamos después de la una de la tarde, pero en etapas de poca manifestación de esta especie hacemos la pesquería por campañas de tres o cuatro días en el mar y andamos por las zonas de Las Coloradas, en Paso Banao, por el río Jatibonico, a unas tres millas del Cayo Blanco de Tunas, aunque en ocasiones nos alejamos hasta un poco más para no regresar sin pejes.

Tradicionalmente los pescadores de Tunas han sido de los más productivos del país y reconocidos por las entregas al sector estatal. ¿Cómo sobreviven en el mar?

Cuando salimos lo hacemos con todas las condiciones, llevamos viandas, condimentos, arroz, frijoles, es decir, lo necesario para cocinar. A veces nos arrimamos a la orilla y armamos un fogón con leña seca; pero siempre con todas las precauciones para no provocar un incendio. Así ha sido durante toda la vida, aunque ahora nos quieren multar porque eso de cocinar entre el mangle está prohibido, a pesar de que nosotros también somos guardianes de nuestras costas.

Por suerte, tenemos una gran ventaja con la cooperativa pesquera vinculada a Episan, que nos vende el hielo para mantener fresco el pescado hasta que lo entregamos al punto de acopio, nos facilitan el petróleo para salir a pescar, nos ayudan con materiales para hacer las artes de pesca, o sea, aportan lo que pueden en medio de tantas limitaciones.

¿Qué hacen cuando están de noche en medio del mar?

A mí lo que más me gusta es pescar, pero, como ya los años pesan, me ponen a cocinar, mientras los otros tres tripulantes realizan las capturas a cualquier hora, del día y de la noche. Entonces todo el peje que se coge lo depositamos en la nevera con el hielo suficiente para conservarlo. Capturamos todas las especies: cubera, biajaiba, escribano, el camarón de mar, en fin, las que caigan en las redes, aunque lo más codiciado es la lisa, que está un poco perdida.

¿Y cuando llega la etapa de lluvias…?

Hay quienes les temen a las crecidas de los ríos, pero a los tuneros nos alegra que haya un desbordamiento porque eso limpia las desembocaduras, arrastra toda la maleza y recupera el hábitat. No importa que haya que evacuarse debido a la posición geográfica de Tunas de Zaza, porque de regreso comienza la rutina.

Le aseguro que siempre seremos marineros y guardianes de nuestras costas. La pesca es nuestro sustento, es la propia vida, el aire que respiramos y, si en medio de la faena alguien intenta entrar ilegalmente para hacernos daño, ahí nos tienen que enfrentar.

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *