El papa Francisco condenó este 11 de febrero, en una carta dirigida a los obispos católicos de Estados Unidos, las deportaciones masivas de inmigrantes ordenadas por el presidente Donald Trump.
“Os escribo hoy para dirigiros algunas palabras en estos momentos delicados que estáis viviendo como Pastores del Pueblo de Dios que camina unido en los Estados Unidos de América”, aseveró el Pontífice en ese documento, divulgado por la oficina de prensa de la Santa Sede.
“La conciencia bien formada no puede dejar de emitir un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique tácita o explícitamente la situación ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”, manifestó Francisco, quien apuntó que sigue de cerca la crisis en ese país, tras el inicio del programa de deportaciones.
Consideró que “el acto de deportar a personas, que en muchos casos han abandonado su propia tierra por razones de extrema pobreza, inseguridad, explotación, persecución o grave deterioro del medio ambiente, lesiona la dignidad de muchos hombres y mujeres, y de familias enteras”.
Tales acciones, según apuntó el Obispo de Roma, colocan a esos migrantes “en un estado de particular vulnerabilidad e indefensión”, lo que no es una cuestión menor, pues “un auténtico Estado de derecho se verifica precisamente en el trato digno que merecen todas las personas, especialmente los más pobres y marginados”.
El Papa reconoció los esfuerzos de los obispos norteamericanos en la promoción de los derechos humanos fundamentales, “al trabajar estrechamente con migrantes y refugiados”, a la vez que exhortó a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a “no ceder a narrativas que discriminan y causan sufrimientos innecesarios” a los mismos.
El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y estricto respeto a los derechos de todos “acogen, protegen, promueven e integran a los más frágiles, desprotegidos y vulnerables” lo cual, según afirmó, “no impide el desarrollo de una política que regule la migración ordenada y legal.
El Santo Padre aclaró que “sin embargo, este desarrollo no puede lograrse mediante el privilegio de algunos y el sacrificio de otros” pues “lo que se construye sobre la base de la fuerza, y no sobre la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, empieza mal y acabará mal”.
En la parte final de su carta, el Sumo Pontífice apeló a Nuestra Señora de Guadalupe, quien supo reconciliar pueblos enemistados, para que “nos conceda a todos reencontrarnos como hermanos, en su abrazo, y dar así un paso adelante en la construcción de una sociedad más fraterna, incluyente y respetuosa de la dignidad de todos”.
“Con caridad y claridad todos estamos llamados a vivir la solidaridad y la fraternidad, a construir puentes que nos acerquen cada vez más, a evitar los muros de la ignominia”, afirmó, y exhortó pedir a la Virgen morena para que “proteja a las personas y familias que viven con miedo o dolor debido a la migración y/o la deportación”.
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