Al quedar abierto el foro de la VI Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo: Con todos y por el bien de todos” , el Nuncio Apostólico de la Santa Sede en Cuba, Monseñor Antoine Camilleri, leyó un mensaje del Papa Francisco a los participantes del cónclave.
El Papa Francisco recordó que 2025 será un año jubilar, un año de gracia que, según la antigua tradición del pueblo de Israel, se presenta como una oportunidad para restablecer la paz y la fraternidad social a través del perdón y la reconciliación.
«He querido dedicar este jubileo al tema de la esperanza, con un llamado a todos los hombres de buena voluntad», expresó en su misiva el Santo Padre. Consideró que, independientemente de nuestras creencias, en el corazón de toda persona habita la esperanza como deseo y expectativa de vida.
El mensaje destacó que la esperanza se revela como un valor adecuado para un foro que aspire a ser abierto, plural y multidisciplinario. «Es la esperanza que a los cristianos nos da la fe y el amor a Jesucristo», afirmó el Papa, enfatizando que nos permite participar de los sufrimientos, cansancios, desilusiones y temores que son parte de la vida de toda persona y sociedad.
«Nuestra esperanza nace del amor y se funda en el amor», subrayó.
El Santo Padre hizo un llamado a construir sobre las ruinas que hemos dejado en este mundo con nuestro pecado, proponiendo la construcción de una nueva civilización del amor. «Todos colaboremos en la reconstrucción del bien y la belleza», instó.
Asimismo, el Papa planteó una serie de signos de llamamientos a la esperanza que, a nivel social y cultural, podemos asumir como “hombres de buena voluntad”.
«Debemos redescubrir esa virtud en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece, poniendo atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia», advirtió.
En este contexto, subrayó la importancia de trabajar con denuedo para que esta esperanza se traduzca en paz para un mundo que nuevamente se encuentra sumido en la tragedia de la guerra. «Debemos abandonar la lógica de la violencia y asumir un compromiso con el diálogo y la diplomacia para construir espacios de negociación orientados a una paz duradera», enfatizó.
En su mensaje, el Papa también destacó la necesidad de poner a los pobres, enfermos, jóvenes, ancianos, inmigrantes y desplazados en el centro de nuestras consideraciones. «Nadie debe quedar excluido y todos deben ser respetados en su dignidad humana», señaló.
Además, hizo un llamado a los voluntarios y profesionales que trabajan en estos ámbitos, asegurando que deben contar siempre con los medios adecuados para llevar este aliento en nombre de toda la humanidad.
Recordó las palabras de Jesús en la parábola del juicio final: «Cada vez que lo hicieron por el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo». Esta interpelación nos invita a reconocer en cada hombre y mujer la imagen de Dios, y a ser parte de la familia humana.
El Santo Padre concluyó su mensaje instando a aprender a compartir con generosidad y a abrirse a la vida de los demás. «Contribuyamos con lo que somos y tenemos al bien común», afirmó.
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