Como perfecta armonía escuchó cada uno de los golpes de las teclas rígidas de las máquinas de escribir. Los términos lead, género periodístico, contra cierre… completaron la sonoridad del inmenso espacio al que le presentaron como Redacción. Luego, el olor a tinta sobre el papel dio su toque final para anhelar, sin irse, volver.
“Para el guajirito de Jarahueca desembarcar, con apenas nueve años, de noche en Vanguardia fue hallar la modernidad”, cuenta y el asombro de entonces se adueña otra vez del rostro de José Luis Camellón Álvarez, Pepe Luis, quien tras mucha insistencia llegó hasta el único periódico de la entonces región central pegado a los pantalones de su papá, José Camellón López, corresponsal de ese medio en Sancti Spíritus.
Aquella fascinación se completó tras el regreso. Una pequeña parada en la ciudad del Yayabo, antes de seguir hasta el hogar en predios yaguayajenses y se vio de frente a entrevistados que hablaban de la tierra y sus cosechas con la misma agilidad con que se tomaban un vaso de agua. Eran los mismos que unas horas después leyó a un golpe de vista en las páginas del diario.
“En el año 1971, por insistencia de Faustino Pérez, entonces primer secretario del Partido en la región de Sancti Spíritus, le otorgan una casa a mi padre en la ciudad y vino toda la familia para acá”.
Fue ahí que, sin imaginarlo y mucho menos proponérselo, Pepe Luis inició su carrera como periodista. Se convirtió en testigo de más de un encuentro cuando se cocinó lo que hoy es el periódico Escambray; se escurrió tantas veces que perdió la cuenta en el sidecar que llevaba de una punta a la otra a su papá en busca de historias inéditas como la de Bartolo, el machetero que se ganó el aval de millonario, aunque le faltaba una mano.
“Caí en el periodismo más por pejiguera de muchacho que por insistencia de mi padre. Mi familia toda vivió en el periodismo. Ahora, tengo que ser más sincero, de verdad comprendí que me gustaba cuando descubrí la presa Zaza”.
Tampoco recuerda las veces que se sentó al borde de la cortina de la obra descomunal que se robaba todos los titulares. No importaban el sol ni el polvo que lo ahogaba. Las horas no transcurrían mientras frente a sus ojos se ensanchaba la barriga del mar artificial a fuerza de maquinarias.
“Llegué a ir, incluso, en aquellos días del llenado abrupto que provocó el accidente, la evacuación atropellada, el ahogo de las plantas de leche de la industria ubicada en esa zona. Desde entonces, he estado pendiente de la presa, el tema que más disfruto escribir. Tanto así, que en 2017, cuando una sequía desnudó sus galerías, bajé allí y me quedé bobo mirando lo que vi nacer hace ya más de 40 años”.
DE LA INOCENCIA AL TERRENO
Por unas milésimas en el escalafón, Camellón Álvarez se quedó sin carrera universitaria. Dos años de servicio militar como tanquista y, luego, de retorno para Sancti Spíritus.
“Tenía el derecho de pedir carrera, pero no lo hice. Me faltó orientación, vocación. Me fui a trabajar y mi primera plaza oficial fue de jefe de almacén en el Politécnico de la Salud. No llevaba ahí mucho, cuando me llaman al Comité Militar. Formaban un batallón de reservistas de tanque en la región central del país para ir para Angola. De ahí a que caí allá solo pasaron 21 días”.
Pasados 20 meses, sin ser testigo de ningún episodio bélico y una hepatitis como boleto acelerado, regresó a casa con el deber cumplido.
“Entonces, Rafael Daniel, periodista irrepetible y amigo de mi familia, me ubicó en la plaza de divulgador camarógrafo que se estrenaba en la sede espirituana del Ministerio de la Construcción”.
Fue su segunda escuela. Quizá en algún rincón de este territorio se resguarden las imágenes que nos devuelven a la histórica visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a la provincia en 1989, cultos religiosos o los procesos productivos del cemento de Siguaney, el cual se robó, por esa fecha, las miradas del país.
“Casi sin empezar a trabajar aprueban a Sancti Spíritus como sede de la carrera de Licenciatura en Periodismo por la Universidad de Oriente para profesionales que lo ejercían de forma empírica, desde Matanzas hasta Ciego de Ávila. Cada 21 días, viernes y sábado, en el local de la actual casa de estudios de nuestra provincia, ubicada frente al Ditú, recibíamos clases. Tuve la singularidad de que la cursé junto a mi papá. Él terminó con 60 años, apenas ejerció con título en mano”.
En cambio, Pepe Luis, uno de sus cuatro retoños se enroló en una aventura que le obligó a poner en práctica los saberes académicos y los adquiridos pegados a los pantalones paternos. Inauguró el estudio radial de Jatibonico.
“Estuve ahí ocho años. Tener la posibilidad de contar con un municipio abierto para mí, para escribir de todo y contar con la conducción de Elsa Ramos, quien fungía como subdirectora informativa de Radio en Sancti Spíritus fue otra escuela. Ella nos inculcó, nos pidió, nos exigió y nos controló —porque me consta que cuando no había calidad viraba para atrás— el periodismo que ha practicado por más de tres décadas. Con mucha lucidez sabía cuál es el papel de la prensa y nos llevó a cumplirlo. Lo aprendido en ese momento hoy son mis herramientas. Fungí un tiempo como jefe de redacción e información en la radio provincial, pero aquello no era lo mío y volví para el terreno”.
Fueron los tiempos que el team informativo radial espirituano sonó en Cuba no solo por arrasar en concursos sino por darle voz a los menos visibles en los medios. Pepe Luis se llevó más de un lauro y, también algún que otro sofoco tras oportunas críticas.
“Los tropiezos en ese sentido nunca me han preocupado, sí el equivocarme. Por eso, hay que ser justo, dar argumentos y revisar, el mejor editor es uno mismo. Las amarguras se quitan después. Cuando con un trabajo ayudas a resolver algo se siente una satisfacción indescriptible y, claro hay que volver sobre el hecho para reconocer la rectificación del error”.
DE VUELTA A LOS ORÍGENES
Por reconocer cada milímetro de Jatibonico hasta con los ojos vendados, el esposo de la maestra Anita y padre de Luisi y Daniel, se convirtió en el guía ideal para el resto de los colegas que se sumergían en los cañaverales del otrora central Uruguay e historias tejidas alrededor de sus torres. En más de uno de esos recorridos vio cómo nuevos horizontes laborales emergían.

En 1998, se sumó a la nómina de Escambray. Reportero, primer jefe editor de la web, de Redacción, Información, subdirector y director, mientras Juan Antonio Borrego cumplió misión en la República Bolivariana de Venezuela, resumen a grandes trazos una historia de 27 años.
“Borrego te persuadía, te enamoraba. Aceptar dejar atrás la radio fue un reto, pero tuve la confianza de tener su respaldo. Ante cada pedido siempre le puse un no por delante, pero él te servía una bandeja de argumentos que hacían que te comieras todo aquello y salías a hacerlo”.
La caída de las Torres Gemelas, el susto masivo que provocó la presa Lebrije, los trabajos que rompieron con el periodismo de actas de reuniones estremecieron a Camellón Álvarez, quien al conducir diferentes momentos del complejo proceso de gestión de contenidos enfrentó los temores de revisar las firmas que admiraba.
“Cada labor fue una camisa grande a la que tuve que abrocharle todos sus botones. Fue un recorrido duro, demandó de muchos esfuerzos. Pero, además de tener a Borrego en la puerta de al lado, me sirvió mucho lo inculcado por mi familia: laboriosidad, cumplir horarios, disciplina, normas de la vida cívica.
“En la primera década del 2000, Escambray hizo el periodismo que hoy a escala personal hace Elsa, que impacta y deslumbra. Los lectores se identifican con los trabajos porque nos parecimos mucho a lo que se vivía en las calles”.
¿Es ese el periodismo por el que apuesta Pepe?
“Es el que el que nunca debimos haber perdido y hoy lo tenemos medio extraviado. Hablo como gremio, y es lamentable. Si años atrás hacía falta ese periodismo, el de la crítica constructiva, demoledora, de denunciar, de emplazar a las fuentes, hoy hace más falta, al igual que saber contar las historias de vida”.
Al mirar en retrospectiva, este apasionado del género comentario sabe que, además de cumplir con el rol de la prensa cuando ubica en el papel esas particularidades, se tienen todas las papeletas para recibir lauros como los que engordan su currículo: mención del Premio Periodístico Juan Gualberto Gómez por la obra del 2022 y hace solo unos días el Premio Provincial Tomás Álvarez de los Ríos Por la Obra de la Vida que confiere la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) en Sancti Spíritus. “Se reconoce la profundidad de sus propuestas editoriales, el alto sentido de responsabilidad en el ejercicio de la crítica, el excelente manejo de las fuentes informativas y el abordaje sistemático de asuntos de la agenda pública”, recogió el acta del jurado.
“Me gusta mucho buscar las verdades en los campos. No hay tesis ni hay argumentos que puedan contra esa sabiduría. No soy de periodismo de ciudad, de oficina, de evento, de pastoreo. He preferido siempre ser periodista de tierra, sol y potrero. He escrito siempre lo que he salido a buscar y me han permitido hacerlo de temas duros. Lo que pasa que el periodismo de investigación es de desgaste”.
¿Se siente desgastado Pepe, que desde hace unos meses se extraña entre las firmas de Escambray?
“Yo diría que agobiado. Me han rebajado de la escritura por tener una cervical desbaratada y padecer de catarata. Me ha dolido estar distanciado”.
Mas, su agenda personal está llena de temas de muchos de nuestros claroscuros. Espera por hacerlos, aguardamos por leerlos.
“Estoy más endeudado con la profesión y con los lectores que lo que les he aportado. Tenemos la deuda eterna de ser los cronistas de estos tiempos, de dejar la memoria de este contexto de apagones, escasez, de gente guapeando, de explicar por qué vivimos así… Igual, también reconozco que ser periodista hoy es un desafío. Seguimos siendo una figura salarialmente muy devaluada en Cuba. Los que estamos aún es por compromiso y por ética. De ahí que resulta importante asumir el ejercicio desde la humildad, la sencillez, el conocimiento y el sentido común. Es escribir viéndote tú en la calle, en la cola de la farmacia y que no alcances el medicamento, en la espera de una guagua que jamás llega… Es hacer periodismo terrenal y no el que te diga un funcionario”.

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