Vuelven la falta de educación cívica y el irrespeto a la memoria de una ciudad a campear por el bulevar de Sancti Spíritus. Otra vez, sus expresiones encuentran diana en el retrato escultórico de Oscar Fernández-Morera. Dejan la huella de una mutilación, más que a la obra artística, a la identidad, al reservorio simbólico yayabero.
Ha sido esa pieza la más dañada de las tres que convirtieron hace años en galería a cielo abierto la céntrica calle de la urbe. Ni siquiera después de ser fundida en bronce descansa de ser objeto de uno de los hechos más dañinos para una nación: lacerar su patrimonio.
Las indisciplinas llueven: desde menores de edad sentados por sus padres sobre la paleta para hacerse fotos, colocación de flores en sus orejas y collares alrededor del cuello, cigarros en su boca o latas de cerveza en la mano. Y ahora desaparecen de la noche a la mañana los espejuelos, a pesar de las precauciones.
Yadira Bernal, presidenta del Consejo Provincial de las Artes Plásticas en Sancti Spíritus, da fe. “Todos los días en la entrega de guardia verificamos el estado tanto de la galería y las colecciones que allí se exhiben como de esa pieza, ubicada a la entrada de nuestra institución. Al percatarnos de la ausencia decidimos, antes de dar parte a la Policía Nacional Revolucionaria, buscar información en el colectivo de custodios de la Asamblea Municipal del Poder Popular y en sus cámaras de vigilancia”.
Bastó cruzar la acera y el hecho fue aclarado con mayor inmediatez y eficacia que los protagonizados por el icónico personaje detectivesco Sherlock Holmes.
“La custodio del lugar nos contó que, en la madrugada, un señor que deambula por nuestras calles, tras ser molestado por un grupo de jóvenes, tomó un palo y, al intentar pegarle, perdió el control. El golpe arrancó de cuajo los espejuelos. El relato pudimos comprobarlo luego con la toma de las cámaras de seguridad del área. Un funcionario del Gobierno había encontrado el fragmento de la pieza y nos lo devolvió de inmediato”.
Como ha sucedido en las otras ocasiones en que el retrato escultórico de Fernández-Morera ha sido afectado, el colectivo del Consejo Provincial de las Artes Plásticas en Sancti Spíritus se centró en las labores de restauración
“Contacté, primero, a Félix Madrigal —su autor—, quien me dio información sobre el proceso de fundición de la obra. Trabajamos aún porque los espejuelos presentan un gran deterioro por el golpe. Ese elemento de la pieza fue soldado a la estructura. De ahí que puede ser quitada, aunque el bronce es un elemento fuerte”, explica Carlos Manuel Pérez López, restaurador principal de la galería.
Y cuando ese joven, egresado de la Escuela Taller de Oficios Conrado Garau Gayá, de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Sancti Spíritus, creyó que la historia de marras había encontrado su punto final con los puntos de soldadura dados por sus propias manos, un nuevo aviso de que, otra vez, los espejuelos habían desaparecido tocó las puertas de su casa, vecina de la propia institución Oscar Fernández Morera.
“Habían pasado pocas horas cuando una persona forcejó con la pieza y la retiró. Por suerte, pudimos recuperarla casi al instante. Lamentablemente, no contamos con el material idóneo para hacer la soldadura que exige el material. Por eso, temo que los espejuelos sean retirados nuevamente en cualquier otro momento. Está sucediendo similar a lo que ocurre con los de la estatua de John Lennon, en La Habana, que se han perdido en reiteradas ocasiones”.
Hasta el reconocido ceramista y escultor Félix Madrigal llegó la trama de este drama de mal gusto. Ha sufrido cada una de las laceraciones a sus obras, no solo las ubicadas en el bulevar, sino las esparcidas por otros puntos de la geografía provincial y nacional.
“Mientras no se enfrente el hecho con severidad y exista conciencia colectiva de la gravedad de atentar contra el patrimonio, se repetirán hechos como este o semejantes a otros que conocemos”, acota el escultor y se siente el peso del dolor en cada palabra.
Vuelven a su memoria incidentes como la boca del retrato escultórico de Francisquito llena de merengue, la ruptura de un fragmento del mural de Heriberto Manero en el Sectorial de Salud para abrir una puerta hacia un parqueo de bicicletas, la demolición de la obra de René Ávila en una de las reparaciones de la piscina del hotel Los Laureles, los grafitis en la obra de José Perdomo que sobrevive en malas condiciones cerca del río Yayabo…
La frecuencia con la que ocurren sucesos así pone en tela de juicio también el respeto al artículo 244.1 del actual Código Penal, donde se expone: “Quien intencionalmente destruya, deteriore o inutilice un bien integrante del patrimonio cultural o un monumento nacional o local, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de quinientas a 1 000 cuotas, o ambas”.
Es uno de los tantos documentos jurídicos que protege, asegura deberes y derechos, así como enfrenta cualquier delito, pero que no salva ante ausencia de valores humanos, falta de ética y sentido común de la ciudadanía.
La profanación a la integridad de un símbolo cultural no puede justificarse con argumentos banales; significa una punzada de muerte a la memoria colectiva y sin ella perdemos las esencias que hoy nos sostienen como nación.
Las autoridades en el territorio deben implementar con carácter urgente una serie de medidas encaminadas a erradicar las indisciplinas sociales de ese tipo que afectan el patrimonio estatal y el entorno social. Ya hasta maltratan las puertas de las casas. Existe un grupito de tantos que son bien grandes con edad laboral dedicados al bandidismo en las calles afectando además el entorno social descrito en este artículo.