Francisca López Civeira es profesora, historiadora, investigadora, escritora, doctora en Ciencias Históricas, Maestra de Juventudes; tiene los más preciados premios y reconocimientos, por lo que cualquiera le hablaría desde el respeto que separa y enmudece; pero no es el caso, pues, por demás, le acoge la fama de ser una buena persona.
Al acercarse a esta mujer y profesional excepcional, uno debe hacerlo, si bien desde la consideración más profunda, también desde la convicción de que Paquita, como cariñosamente se le identifica en el ámbito de los historiadores, es alguien que no vive de la frivolidad de sus méritos, o de la estrechez de sus cargos, y menos de las alegorías de sus títulos, sino de la humildad más imponente, la verdad más radical y la bondad más profunda; de donde nace su magia, su estirpe y su real abolengo, como sincera martiana que es.

Escucharla es un deleite, pero hablar de cerca es pura magia cuando se le ven las marcas en derredor de su sonrisa franca y con toda la legitimidad que ofrecen sus muchos años dedicados a conocer y enseñar de la Historia de Cuba; sea en clases o en espléndidas conferencias, uno siente el placer y privilegio de entender muchas cosas de la manera más sencilla y darse cuenta, entonces, de que la grandeza no está en la soberbia, sino en la sencilla presencia de una mujer como esta.
Hace tiempo quería hacerle estas preguntas y no hay mejor oportunidad que ahora, cuando se le ha dedicado la Feria Internacional del Libro del 2025.
¿Qué pasajes de la Historia de Cuba le siguen estremeciendo?
A mí me ha interesado estudiar, en lo fundamental, el período de la república burguesa, la figura de José Martí —que siempre resulta muy interesante y emocionante— y la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, enfocándome mucho, en los últimos tiempos, en las miradas desde Cuba a los Estados Unidos, no a partir de un solo aspecto como lo asumen algunos, sino como debe ser en una investigación histórica, desde lo diverso y múltiple, en dependencia de los distintos grupos, motivaciones e intereses existentes. Más recientemente he asumido, además, el estudio de la figura de Fidel Castro.
En diferentes escenarios algunas personas minimizan a nuestros héroes, y siento que a veces falta preparación para enfrentarlas. ¿Qué criterio le merece esa realidad?
Hay quienes quieren desacralizar la historia y a los íconos de la nación, con la intencionalidad clara de tratar de eliminar esos símbolos, por ejemplo, a Martí, pues estos le dan mucha fuerza a la nación. Los profesores tienen que estar bien preparados, pero no siempre tenemos a las personas más conocedoras en las aulas, pues muchas veces se debe contratar al que se puede y no al que se quiere, y ello genera un intrusismo que puede hacer mucho daño.
¿Estados Unidos sigue atacando a Cuba, en esencia, porque le sigue doliendo haber dejado de ser su dueño?
La historia nos demuestra que Cuba tiene un valor simbólico para los Estados Unidos. En el ascenso de esta potencia fue fundamental su intervención en la guerra cubano-española, y su posterior ocupación de Cuba, donde ensayaron sus primeras formas de dominación, que después impusieron durante décadas. Cada vez que Cuba quiso ser independiente ello se convirtió en un conflicto para Estados Unidos, mucho más desde 1959, cuando asumieron que la Revolución cubana les debilitaba como imperio. Estados Unidos hoy está perdiendo su absoluta hegemonía de antaño, así que recuperar el dominio sobre Cuba y su relación dependiente sería una manera también de rescatar esa supremacía a nivel continental y mundial.
¿Considera que hay figuras históricas infravaloradas por la historiografía nacional?
Hay figuras muy icónicas que son preponderantes y también personalidades que se han destacado de forma extraordinaria en la historia de Cuba, por ejemplo, Serafín Sánchez Valdivia, figura muy importante en las guerras de independencia, y en su relación con Martí y Gómez, de los que siempre hay espacios pendientes que hay que seguir llenando, lo que es parte fundamental del trabajo del historiador.
Otras muchas personas quedan un poco más relegadas, pues son parte de esa “historia de la gente sin historia”, que, sin ser protagonistas, deben ser también objeto de investigación y contar con los espacios correspondientes.
¿Puede referirse a algún acontecimiento histórico cubano que se representó en los medios de manera efectiva y otro de modo ineficaz?
Hay hechos que se han presentado en los medios audiovisuales creo con bastante seriedad, como el bandidismo en el Escambray, y otros, por ejemplo, el caso del 20 de mayo, al que los medios no le han dado un tratamiento adecuado, porque se ha visto como una fecha muy negativa y eso no es así. La lucha sempiterna era por tener una república con un Estado Nacional Independiente, y lo primero se logró, aunque no con plena independencia, precisamente porque ello va a estar dentro de un sistema de dominación neocolonial, pero de todos modos no pudimos ser anexados. Se alcanzó lo que se pudo en ese entonces, lo que permitió entrar en una nueva etapa cuyo objetivo debería ser alcanzar esa plena independencia.
Si olvidamos esto, estamos desechando toda la lucha de resistencia del pueblo cubano en las condiciones de ocupación militar y su voluntad para tener un Estado Nacional Independiente, lo que permitió que la evolución posterior de Cuba fuera diferente e incluso que la revolución tuviera razón de ser.
¿Cómo pueden los medios fomentar un interés más profundo en la historia entre las nuevas generaciones?
Los medios pueden ser un gran apoyo tanto para llamar la atención sobre la importancia de la investigación histórica, como para divulgar los resultados de todo ello a través de la ficción (novelas, series) y representar una época y personajes, pero siempre a partir de determinadas figuras que puedan asesorar de manera clara y oportuna y que hagan prevalecer los hechos históricos por encima de la imaginación, sin improvisar con otras especialidades que no dominan la historia.
Por demás los medios pueden hacer paneles o intervenciones sobre múltiples temas históricos, los que siempre deben ser realizados por especialistas en el tema que se esté tratando.
¿Hay temas históricos tabúes en la prensa de Cuba?
En mi desarrollo profesional nunca me han dicho que no podía escribir sobre esto o divulgar sobre aquello, y nunca he tenido que enfrentar algún tabú que impida la investigación. Siempre habrá temas nuevos, nuevas miradas e intereses que seguir investigando, esclareciendo, y a partir de allí se van construyendo los discursos históricos. Lo que escribí en un libro no va a ser nunca la verdad absoluta y definitiva, pues siempre habrá aristas y elementos que dilucidar, ampliar y profundizar, pues ello es parte del desarrollo de la ciencia histórica
Lo que hay que hacer es ir a las fuentes más confiables (archivos, prensa, documentos, narrativas) para discernir bien todo y que el análisis que se haga de la historia se ajuste a lo que aconteció en realidad.
Lo importante es la responsabilidad y la seriedad en la investigación realizada y la narración que se haga a partir de ello y, sobre todo, ser honesto en el apego a la verdad histórica.
¿Qué premios o reconocimientos todavía espera?
Nunca he aspirado a los premios. Me han llegado los reconocimientos y distinciones, muchos de ellos de manera sorpresiva, que yo agradezco muchísimo, pero nunca he trabajado para ellos, sino para ser útil, para hacer un aporte a la sociedad. Ese es realmente el mayor premio, que la gente sienta que ese trabajo le ayuda.
Una vez me habló de su amor por Sancti Spíritus. ¿Sigue fructificando ese amor?
Estoy viniendo a la tierra del Yayabo desde inicios de la década de 1990. Aquí tengo amigos, gente que estimo mucho, historiadores a los que admiro mucho y con los que he tenido una muy cercana relación personal y profesional, y siempre es una alegría y satisfacción poder visitar Sancti Spíritus y compartir con toda la gente amiga. Sancti Spíritus es un alimento espiritual que me acompaña y me acompañará.
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