Ser útil es el lema de mi vida (+fotos y video)

Confesó Virgilio López Lemus tras reencontrarse con sus raíces en el poblado de Fomento

Virgilio López Lemus considera a Fomento el pueblo más precioso de Cuba. (Fotos: Alien Fernández/Escambray)

El día que Romay, aquella mujer negra de extraordinaria cultura, dijo que el niño de solo 12 años que rompía zapatos en su ir y venir por la calle Martí, de Fomento, tenía alma de ensayista sonó a desatino.

“¡Debió haberlo visto en una bola de cristal!”, expresa Virgilio López Lemus, todavía con sorpresa al recordar uno de los vaticinios más exactos de su historia de vida.

Para entonces, sus horas transcurrían en busca de comer las gotitas de chocolate que expendían en el vestíbulo del otrora Teatro Baroja, perderse entre los números y letras y, entre una clase y otra, mirar por los huequitos del aula que comunicaban con la siguiente, correr el Día de Reyes hasta el Ten Cent y lidiar con los castigos de los maestros, Travieso y María Teresa, quienes con métodos educativos férreos intentaban aplacar las maldades propias de la niñez.

El reconocido intelectual es admirado y querido por muchas generaciones.

“Fomento para mí es el sitio ideal donde hice y deshice —añade al volver aquellos días en que pasaba tiempo con su familia materna residente en la zona del pueblo llamada Delicia—. De eso solo tenía el nombre. Nosotros vivíamos en la parte más burguesa, que era la calle Martí. No era un pueblo muy bonito. Tenía unos 4 000 o 5 000 habitantes en esa época. Por cierto, un día se me ocurrió hacer con plastilina su plano”.

También fue el periodo en que aprendió a admirar la belleza de Pico Husillo. No ha perdido el hábito. Basta estar en Fomento para perder la vista hacia las cimas que escoltan el pueblo.

“El grupo de montañas que hay en su frente son muy peculiares, únicas. Creo que mi abuelo se debió sentir muy feliz al llegar aquí porque Husillo se parece a las montañas de La Gomera”.   

Precisamente, la historia del abuelo José, testimoniada por la abuela Panchita —mamá Panchita—, su madre Flora, las tías Hilda, Paca, Fina, Isabel… toda la familia motivó a López Lemus a fijar sus raíces a las letras impresas.

“Es la historia de una familia típica del pueblo de Fomento. Cuando heredé el cuaderno se me ocurrió que era una novela sin ficción porque podía ampliarlo al indagar sobre lo vivido por los canarios llegados a esta región central de Cuba”.

Es ese el resumen más conciso de Isabel bajo la lluvia eterna, una de las publicaciones de Virgilio, aún con olor a tinta fresca y que propició el regreso más reciente del hijo a casa.

“Me fui de Fomento cuando tenía 14 años. Salí a alfabetizar, aunque era un niño bitongo, con una madre absorbente; tanto es así que un día, cuando yo tenía 50 años, le pidió a mi padre que no se comiera el bistec que había en el congelador porque era para el niño. Solicité irme lejos y terminé en Las Tunas. Luego, me bequé en Cienfuegos. Me iban a ver o yo venía con sistematicidad. Hasta que me asenté en La Habana, lo que no hizo que perdiera los lazos con el pueblo”.

CON EL LOMERÍO SOBRE LOS HOMBROS

Ni muchos ni poco justos fueron los abrazos y las frases alegres que arroparon a Virgilio López Lemus cuando en este mes de marzo bajó del estribo de la Transtur que se adueñó de un costado del parque María de la Caridad Martínez, de Fomento. Desde mucho antes, familiares de diferentes generaciones y amistades lo esperaban a la sombra del otrora Teatro Baroja.

“Estar en ese espacio público, donde tantas cosas hice cuando era un niño, me llena de emoción, de alegría. Decir que sigo siendo el mismo que corría por ahí a esta edad es un poco pedante; pero creo que todo escritor conserva un niño porque, si no mantiene un poco de candidez acerca de la vida, difícilmente pueda plasmar una obra determinada porque soñamos siempre. Y el sueño proviene del sitio donde uno se formó, donde uno armó su existencia y donde uno comenzó a abrir, como decía José Martí, la poca flor de la vida”.

Y junto a los rostros entrañables que no le perdieron de vista ni un segundo buscó una bocanada de aire. Llegó hasta uno de los balcones de la joya arquitectónica, donde hoy se resguarda la mayor colección de libros del municipio. Subió hasta su cima. Buscó cada punto que lo devuelve a su pasado. Hay cambios, “muchos” –reconoce–. Pero a sus pies palpitó un fragmento de sus raíces.

“Para mí este es el pueblo más precioso de Cuba”.

¿Incluso después de haber recorrido medio mundo?

“Sí. Tengo libros publicados en varios países: España, Italia, Francia, México, Brasil, Colombia… y en todos está Fomento”.

Antes de declararlo a Escambray, acomodado bajo la sombra de la ceiba del parque, lo dijo frente a quienes lo acompañaron en la presentación de Isabel… Casi los mismos que lo siguieron hasta la tarja que inmortaliza a los mártires del municipio.

“Quiero recordarlos con cariño y emoción”, dejó escapar mientras acomodaba el cuerpo en uno de los bancos, testigo de confesiones y sucesos de medio Fomento, en su mayoría impublicables.

¿Es un hombre que reflexiona con belleza o con la belleza mueve el pensamiento?

“Creo que las dos cosas. Al ser un creador a partir de la palabra, pues, sin duda alguna, uno trata por todos los medios de expresarse con la mayor belleza posible. Grandes maestros como Martí o Juan Marinello, que tenían una prosa prístina, han sido incentivo fundamental para no escribir con la simple emoción, sino también escribir con la belleza que el sentido estético de la palabra implica.

“La décima forma parte de la poesía, que es el género literario que he cultivado como creador, pero también como estudioso. Y el ensayo me vino en tiempos juveniles, cuando empecé a hacer algunos textos de apreciación literaria y devine luego un crítico literario. En este momento, más que un crítico, soy un catador porque me doy cuenta muy rápido cuando un texto tiene valor literario o no. Por medio de una palabra un poco o no más embellecida he podido plantear ideas y pensamientos de poética o sobre narrativa, que también la he trabajado”.

A pesar de sus muchos títulos, reconocimientos y lauros, como el reciente Premio Alejo Carpentier 2025 en ensayo, Virgilio despide por todos sus poros humildad, sencillez, una alegría natural propia de los hijos de pueblos pequeños, donde todos los rostros resultan familiares, aunque no haya similitud en los genes; una de las tantas medidas por las que el traje de “Virgilio, el bueno” se le ajusta, más allá del calificativo de unos cuantos amigos.

“Surgió de Cintio Vitier, quien me ponía la mano sobre el hombro y me decía que tenía que escribir en latín porque era el heredero de Virgilio. Luego, añadía Virgilio, el bueno, un poco irónicamente por otros Virgilios que no eran sus amigos”.

Vuelve a soltar una carcajada a semejanza de su encuentro con tres fomentenses que admira hasta la médula: Pedro de Jesús López —“hijo ilustre de este municipio, una de las personalidades más importantes de la narrativa, la poesía y la ensayística cubana”—, Bárbaro Pérez Colina —“quien ha hecho una bárbara labor aquí al rebuscar en el fondo de la historia local”— y Ángel Martínez Niubó —“un extraordinario poeta”—.

¿Se siente correspondido tras haber entregado tanto a la cultura cubana?

“Creo que, incluso, se han excedido. El lema de mi vida es ser útil. Si no, ¿para qué escribir? No puede ser para promover un ego. Lo importante es promover la cultura para los demás, el deseo de vivir, el deseo de utilidad práctica.

“Tengo un grupo de títulos inéditos, alrededor de 10 y unos ocho entregados a editoriales. El ser homenajeado en la XXXIII Feria Internacional del Libro, junto con mi amiga Francisca López Civeira, me parece que supera mis aptitudes. Lo que sí te digo que por lo menos lucho por estar a la altura”.

Ya me decía de los libros en espera; pero, ¿hasta cuándo estará viva la producción bajo la firma de López Lemus?

“Ahora que conversamos con la iglesia de Fomento detrás, roguemos a todos los santos que me den vida para concluir lo que todavía tengo en el tintero o en la computadora para seguir haciendo útil la mayor cantidad de belleza posible que pueda captar del mundo”.

Y luego de este encuentro con Fomento, ¿qué le desea?

“Lo que a todos los cubanos: dichas, que tengamos una mejor vida, que la economía al fin florezca en nuestro país y en este pueblo que en mi niñez fue avanzado, así como que aparezcan nuevas personas con talento para que lo impulsen.

Y también que recuerden a Virgilio…

“Ojalá, algún día alguien rememore que una persona donó aquí la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, que las Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvieron a bien entregarme el año pasado. Ojalá también que mi obra fructifique y que sea útil para otros escritores.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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