En Jarahueca, pueblo recostado a la línea norte del ferrocarril, de pocos árboles y muchos abrazos habita la magia. Lo supo casi desde el mismo día en que abrió los ojos Martha Julia Hernández Camellón, una de sus hijas legítimas. Por ello, decidió crecer y echar raíces a la sombra de gente humilde y espontánea.
“El campesino habla a veces metafóricamente y tiene un conocimiento no académico, pero con muchos aportes. De ahí me nutro, del hacer diario de este pueblo”, expresa como si buscara el leitmotiv de sus muchas entregas siempre en defensa de la identidad de su comunidad.
Por eso no sorprendió que en la mochila que llenaba cada semana, primero como estudiante del otrora Instituto Superior Pedagógico Capitán Silverio Blanco Nuñez y, luego, durante seis años como una de sus profesoras de Español-Literatura, cargara con los versos nacidos de firmas originarias del poblado. Los esparció dentro y fuera de esa casa de altos estudios. Poco a poco, Jarahueca se conoció más allá de las riquezas naturales que brotan de sus tierras.
Volvía entonces en esos encuentros a los días de su niñez cuando alzaba su voz en matutinos o en cuanto encuentro espigaba en la localidad. Se acercaba a las creaciones de los muchos conterráneos quienes mediante las diferentes manifestaciones del arte han ubicado a Yaguajay en el mapa de lo mejor de las expresiones culturales del país.
“Eso ha sido posible también por la propia raíz campesina, la misma fertilidad de estas tierras”.
Su legado fecundo que dejó boquiabiertos a los invitados de la I Bienal Identidad en el año 1997. Se sumó Martha Julia al reto de convertir a Jarahueca en un gran escenario. Esculpió con muchas otras ayudas cada una de las galas que honraron a la trovadora, eterna joven Ada Elba Pérez. Sin esperarlo, y mucho menos imaginarlo, Carlos Alberto Cremata le lanzó una provocación. Jarahueca estaba lista para regalar mieles especiales con grandes dosis de valores humanos, alegrías e identidad.
“Surgió así el Taller Teatral Infantil La Colmenita de Jarahueca. Vivimos experiencias inolvidables. Jugábamos en serio al teatro, un juego con la vida, los personajes, la realidad misma de nuestro entorno. Creo que lo logré porque tengo una niña todavía dentro. Me hipnotizo cuando estoy con ellos”.
Fueron 26 años de promoción de las décimas, poemas, cuentos, narraciones, mitos, personajes populares del pueblo, donde encontrar una sombra vale oro y el viento corre de un lado a otro sin freno por las calles de moradas anchas. Obra a obra se hizo inmensa la primera gran colmena de Sancti Spíritus. Salió fuera de los perímetros del norte de la provincia y, sin chovinismo, se robó las miradas nacionales e, incluso, ovaciones en la República Bolivariana de Venezuela.
“Me entregó una experiencia inolvidable de hacer, de decir, de instruir y, sobre todo, de entregarme a los niños”.
Pero la vida y sus vericuetos —muchas veces ilógicos e incomprendidos— pusieron a Martha Julia entre la espada y la pared. Una cuerda vocal afectada obligó a tomar un descanso, a bajar el ritmo. Abejas y zánganos guardaron sus trajes, sus horas de ensayos, sus enseñanzas sobre el escenario.
“Ha sido muy difícil porque ha significado dejar un proyecto de 26 años que me ha hecho vivir. Jarahueca también lamenta lo sucedido. Y, yo hasta me siento anquilosada. Lo extraño mucho”.
Pero cuando se siembra con amor y se cosecha con el abono que se esparce desde corazón las pérdidas no son rotundas. Una de las niñas fundadoras del Taller —instructora de arte en la comunidad— lidera Travesía Mágica, un proyecto que busca suplir la ausencia de la algarabía de quienes desde las artes encontraron motivaciones colectivas.
Y si no bastara el dolor de estar alejada de ese mundo, la propia salud y el seguir de cerca a su único hijo la volvieron a ubicar en otra encrucijada: vivir en la ciudad de Sancti Spíritus, distante de la tierra que jamás pensó dejar atrás.
¿Traiciona así Martha Julia la identidad que defendió hasta en su reciente tesis de maestría?
“No, nunca. El solo hecho de ser de Jarahueca te lo impide. La gente se va de aquí y nunca niega las raíces. Cuando escucho que me dicen: ‘¿te nos vas?’ me da un sentimiento que también es sinónimo de identidad. Siempre volveré”.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.