Después de la verdadera proeza realizada por los ingenieros, técnicos y trabajadores del central Melanio Hernández, al realizar reparaciones de alta envergadura, prácticamente sin descansar, en un tiempo muy inferior al concebido para esa tarea, la industria suma el mérito de haber arrancado a finales de diciembre y mantenerse funcionando de manera envidiable.
Único de la provincia espirituana que vuelve a hacer zafra y uno de los apenas seis que muelen en el país, el central está pidiendo lo que a ninguna industria de ese tipo le debe faltar: caña.
Es lamentable que corte y tiro no estén poniendo más gramínea en el basculador, porque la industria ha venido haciendo bien lo que a ella corresponde.
Baste conocer que mientras el país establece un margen del 14 por ciento para tiempo perdido, el Melanio apenas registra un 4, con casi un entero de rendimiento industrial por encima de lo planificado hasta ahora.
No menos atención llama el aprovechamiento del rendimiento potencial cañero (RPC), que exhibe un loable 98: resultado de lujo si se tiene en cuenta que otros ingenios saltarían de júbilo si lograsen al menos un 90.
Tales resultados se alcanzan a pesar de que la materia prima que se está recibiendo no tiene todavía la madurez óptima, según explica Antonio Viamontes Perdomo, director de la empresa.
Plantados en las plantaciones
Las áreas cañeras no están aportando los volúmenes que potencialmente podría procesar la industria, pero esto no significa que hombres y mujeres estén de brazos cruzados allí.
Una buena evidencia del empeño por cortar y tirar toda la caña posible está en la Unidad Básica de Producción Cooperativa Guayos, decidida a entregarle al Melanio no menos de 5 500 toneladas de esa materia prima en la presente contienda azucarera.
Poder hacerlo es el fruto de malabares para mantener, a duras penas, una dignidad productiva en plantaciones que siguen siendo víctimas directas de la falta de combustible, fertilizantes, herbicidas…
Aun así, tal y como afirma Oscar Enrique Cruz Coll, presidente de la UBPC, “con lo que tenemos a mano se hace a pie de surco todo lo culturalmente posible”.
Muy oportuna ha resultado la experiencia de los colectivos de trabajo, mediante la cual hombres y mujeres que intervienen de forma directa en la zafra se insertan en labores agrícolas, de atención a la caña, con un saldo muy positivo para la Unidad Básica, la economía y esos trabajadores, cuyos ingresos personales se incrementan sustancialmente.
Ese es el caso de Pedrito Carmona, operador de combinada y Onel Salas, soldador del pelotón, quienes en la anterior contienda ingresaron unos 300 000 pesos, sobre la base de tal vinculación, aunque hubo otros con beneficios más altos inclusive.
Realidades así crean base para que los propios obreros se conviertan en veladores a favor de la seguridad de medios y recursos: asunto que, ya se sabe, ha constituido un problema durante años, dentro y fuera de la industria azucarera.
De hecho, el pelotón de corte que dirige Antonio Reina Lantigua (jefe de maquinaria, además) no solo está dispuesto a laborar las horas que sean necesarias en áreas de la UBPC, sino también marchar hacia provincias como Villa Clara, donde en años anteriores han dejado constancia de su arrollador paso.
Lograr tal estado de ánimo en todos los frentes se torna vital, estratégico. Apenas un puñado de centrales muelen, dificultades materiales y financieras no faltan, cada vez la caña ocupa menos espacio en áreas destinadas a su cultivo y, como colofón, el país atraviesa una coyuntura jamás vista con los (insuficientes) volúmenes de azúcar que está produciendo.
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