Las «aventuras» de cuatro primos milicianos que tienen el de Villalobos como primer o segundo apellidos, superan en mucho a las fantasias del programa radial de los años 50. El fomentense Angel D. Torrado Villalobos, participante en la LCB en Cuba, asi lo demuestra
De las hazañas de Juan «Puro» Villalobos, en el Escambray había oído hablar muchas veces, pero nunca tuve oportunidad de conocerlo. El fue algo así como el eje central de una familia de campesinos revolucionarios como sus hermanos Salvador, José y varios primos que se atravesaron en el camino de los bandidos, que asesinaron a brigadistas y a gente inocente en el lomerío.
El Teniente Coronel (r) Angel D. Torrado Villalobos es uno de esos parientes de Puro que sobrevivieron a la guerra en Cuba y en Angola y ahora accede a compartir algunos de esos recuerdos con los lectores de Escambray.
UNA MISION HONROSA
Los Villalobos entramos en los sectores de las Compañías Serranas cuando llegó la Milicia de La Habana, allá por 1960. En las Milicias estábamos como cuatro miembros de la familia Villalobos sirviendo de guías del Batallón 117. Primeramente con ese batallón hicimos una limpia fuerte del Escambray. Capturamos como a 50 bandidos.
Ellos cometían atropellos y obligaban a los guajiros a darles comida. Si sospechaban de alguien y sabían que estaba desarmado, venían y lo mataban. Si era un miliciano tenían más cuidado y trataban de sorprenderlo.
Para evitar eso situamos escuadras de milicianos en las casas de los campesinos. Eso fue a principios del ’61. No logramos eliminar totalmente las bandas, pero las golpeamos mucho.
Meses después se crearon los Sectores y las Regiones. Estando en el Sector 9 de Jibacoa, al mando de Luis Torres, vino la Campaña de Alfabetización y nos dieron la tarea de proteger a aquellos muchachitos y muchachitas de 12 y 13 años de edad algunos de ellos. Todos los días peinábamos la zona y visitábamos a los brigadistas para ver cómo se encontraban.
EN LA BOCA DEL LOBO
Hasta en la casa del Congo Pacheco (Manuel Pacheco Rodríguez), quien era un conocido jefe de bandidos, y en la de su hermano Israel, ubicaron a alfabetizadores.
Nosotros les planteamos a la mujer del Congo y a la hija, que tenían que responsabilizarse con la vida del brigadista que les tocó. Dijeron que no les hacía falta, pero insistimos en que debían recibirlo.
A la hija de Pacheco le ofrecieron que le dijera a su padre que se entregara y lo evacuaban con la familia, y ella respondió que él no aceptaría porque era «comandante» y que si nosotros proponíamos eso era porque estábamos perdidos. Para entonces ya estábamos organizados en batallones de la LCB.
Mi primo Puro Villalobos era vecino del Congo, quien trató de sorprenderlo más de una vez. Cuando se evacuó a la familia de ese bandido, ubicaron en su casa a un miliciano de apellido Nazco. El Congo Pacheco dijo que quemaría su casa y las de sus parientes, porque en ellas no viviría ningún comunista, y lo intentó varias veces.
El último intento fue el 12 de abril de 1962. Puro Villalobos estaba acostado leyendo como a las 5 de la tarde cuando sintió unos disparos por el rumbo de la casa del Congo. Se levantó y junto con su hermano Salvador y Andrés Miranda corrieron en aquella dirección encontrándose con la esposa de Ricardo Nazco, la que venía gritando que los bandidos habían matado al también miliciano Nelio Castillo.
Puro les dijo a sus compañeros que siguieran detrás de los bandidos y se echó a cuestas al herido hasta dejarlo en manos de los vecinos. De inmediato corrió hacia el lugar donde Salvador y Andrés estaban batiéndose con los alzados, uniéndoseles él y otro hermano llamado José. Durante el combate, que duró más de una hora, el Congo resultó herido en el estómago, en un brazo y en una pierna, por lo que se rindió con otros dos bandidos. Falleció días después en el Hospital de Santa Clara. El no mataba personalmente, pero ordenó muchos crímenes.
FIN DE LAS «HAZAÑAS» DE REALITO
Detrás de la banda de Jesús Ramón Real Hernández, conocido por Realito, estuvimos varias veces. El era uno de los individuos más asesinos que hubo en el Escambray; una de sus fechorías fue quemar la tienda de Guanayara, luego quemó la de Cimarrones y mató a Luis Lara, el administrador.
A mediados de mayo del ’63 nuestras tropas cercaron a la banda de Realito en la finca Sabana de Maní. Muy temprano el peine sorprende a los bandidos, quienes empezaron a correr y a disparar rumbo a la línea del cerco, gritando que ellos eran milicianos, pero los nuestros no se dejaron engañar y les hicieron un barraje de fuego.
Entonces cayeron la mayoría de los alzados, pero Realito se dio vuelta herido en una pierna y se escondió detrás de un jagüey. Allí fue cuando Manuel Prieto Labrada, un jovencito muy simpático al que todos le decíamos el Galleguito, se adelantó y avanzó hacia el árbol, pero otro miliciano, percatándose del peligro, le gritó que se apartara, que él iba a pasar a tiros el jagüey con su FAL.
Fuera porque no lo escuchó o porque quiso, el Galleguito corrió con su Pepechá y cuando ya estaba al lado de aquella mata, se escucharon dos ráfagas casi juntas y el muchacho gritó: «lo maté». Cuando la gente llegó, encontró al Galleguito aferrado al cuerpo del bandido, muertos los dos. La gente lo lloró porque era casi un niño y muy querido.
CAPTURA DE UN COMANDANTE DE BANDIDOS
Yo participé en la captura de la banda de Tomás San Gil en Sumidero.
Veníamos batiendo, peinando. Allí estaban el Caballo de Mayaguara y otros oficiales. Yo venía con la compañía de Catalino Olachea. Tomassevich ordenó tirar un cerco que abarcaba como 40 caballerías. El Caballo le cogió el rastro a los bandidos, ellos se salieron del cerco, pero la Jefatura ordenó virarlo y volvieron a quedar adentro.
Por la tarde, un grupo de milicianos quiso ir a bañarse al río que pasaba cerca del borde exterior de nuestras posiciones. El jefe les puso varios hombres de escolta para evitar que fueran tiroteados por los alzados, y es cuando se acerca un explorador mandado por San Gil y creyó que por allí pasaba la línea del cerco. El individuo se retiró y como a las ocho de la noche los bandidos asaltaron la supuesta línea con granadas de mano y ráfagas de ametralladoras».
Alertados por el tiroteo, nuestros compañeros se prepararon y dispararon contra los atacantes, con el terreno iluminado por bengalas, que se usaron allí por primera vez, al igual que los lanzacohetes RPG-4. En esa operación resultaron muertos el autotitulado comandante San Gil y los jefes de bandas Mandy Florencia, Neiva, Cascarita, así como otros 10 bandidos, y se capturó a uno vivo.