Más de una vez puso su vida en peligro el agente Sixto Celestino Rodríguez Sánchez, Napoleón para los órganos de la Seguridad de le Estado
“Hay personas que son extraordinarias y a ellas le debe en gran parte la Revolución haber podido sobrevivir. Una de ellas es “Napoleón”. Él era contador público, una gente de sangre fría, muy mesurado en su expresión. Su palabra era de mérito. Cuando decía algo sobre un tema había que hacerle caso”. Rolando Yero Román, el oficial Tito
Cuando se vieron por primera vez el jovencito imberbe y delgaducho y aquel hombre casi cuarentón que rezumaba experiencia y dominio de sí mismo, Rolando Yero Román, el oficial Tito de la Seguridad del Estado, se preguntó quién dirigiría a quién, sin poder imaginar siquiera la utilidad extrema de su nuevo agente Napoleón para el combate a las organizaciones contrarrevolucionarias.
Napoleón, cuyo verdadero nombre es Sixto Celestino Rodríguez Sánchez, vivía —y vive— en Cabaiguán, era contador público y trabajaba en la panadería-dulcería, La Cañona, mientras Tito radicaba en el barrio Kilo 12, en Sancti Spíritus y atendía parte de este municipio y el de Cabaiguán, incluyendo Guayos y las zonas campesinas circundantes. Bajo su orientación directa trabajaban treinta y pico o cuarenta agentes que estaban infiltrados en entidades enemigas y la tensión en que se desenvolvían era constante.
Dirigido por otros oficiales, Sixto había prestado ya valiosos servicios en aquel enfrentamiento de vida o muerte. Su labor resultó decisiva para el desmantelamiento en su entorno, de organizaciones como la Triple “A”, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), la Unión Nacional de Integración Revolucionaria (UNIR) y el Movimiento de Integración Revolucionaria (MIR). Ahora, bajo la guía directa de Tito, afrontaría aún mayores retos.
NAPOLEON ENTRA EN CALOR
Además de Napoleón, Tito contaba en Cabaiguán con el agente Tamakún (Julio Rodríguez Rodríguez).
Tamakún empezó a penetrar en la zona de Caja de Agua, cerca de Tuinucú, a un grupo de colaboradores de bandidos. La dirección de estos elementos estaba en Cabaiguán y la ejercía un individuo llamado Julio Pérez, el que se hacía llamar el comandante Julio. Ellos se dedicaban a elaborar planes de atentados, sabotajes y suministro de armas y víveres a las bandas de alzados.
Tamakún logra ubicar a Adalberto Méndez Esquijarrosa y su banda en El Saltadero, pero ese agente era analfabeto y Tito tenía necesidad de vincular a otro de sus hombres, el negro Zacarías (Tomás Gómez López) en este asunto, para, por medio de él, introducir a Napoleón en el Frente Interno de Unidad Revolucionaria (FIUR) en Cabaiguán.
Así que Zacarías lleva a Sixto con el “comandante” Julio Pérez y comienza entonces la vida de Napoleón como miembro de la citada organización. Hay que destacar que ninguno de estos agentes se conocía entre sí y que cada uno ignoraba lo que hacía el otro. Pero los tres, y sobre todo Zacarías y Napoleón tuvieron incidencia directa en la captura de dos individuos muy peligrosos: Rafael Manso, participante en el asesinato de Conrado Benítez, y un tal Pepe Dinamita, cuando trataban de escapar a la capital, vía Cabaiguán.
De La Habana ya el “capitán” Zacarías había traído armas y elementos contrarrevolucionarios para que se alzaran. En uno de sus viajes, el Negro logró hacer contacto con un agente de la CIA nombrado Tony Hernández. Este señor le mostró a Zacarías un lapicero pistola y otra con silenciador y empezó a hablar de que quería que se hiciera un estudio de la zona norte de Las Villas con el objetivo de ver si se podía lanzar armas en paracaídas para las bandas que operaban en esa área.
Pero Zacarías no podía “volar tan alto” y Tito influenció por su intermedio para que Julio Pérez mandara a Sixto Celestino Rodríguez a La Habana a que hiciera contacto con Tony Hernández y le diera curso al plan para el tentativo abastecimiento aéreo a los bandidos.
Entretanto, Napoleón localiza y hace posibles distintos operativos contra las bandas de Raúl Romero, el Bizco María y Méndez Esquijarrosa, con resultados desastrosos para ellos.
En cuanto a Esquijarrosa, autotitulado comandante en jefe de la zona norte, los tres agentes: Tamakún, Zacarías y Napoleón, ubican su campamento en El Saltadero, se les tira un cerco, se produce un combate y mueren 11 bandidos, aunque el cabecilla logra escapar.
Luego Esquijarrosa, quien ya ha formado una nueva banda integrada por 7 u 8 individuos y sospecha de Sixto, hace una reunión en El Tibisial y planea mandar a buscarlo para darle muerte, convencido de que era agente del G-2, pero en ese encuentro estaba Zacarías, quien no bien salió de allí, fue corriendo a informárselo a Tito.
CONTROVERTIDA DECISION
Como ninguno se conocía entre sí, sino como conspiradores contrarrevolucionarios, el oficial del DSE le dijo a Zacarías: “Deja que lo maten p’al carajo, si es uno de ellos”. Díselo a Julio Pérez (el titulado comandante, jefe del FIUR en Cabaiguán). Pero apenas salió el Negro de su presencia, Tito corrió a informar a la superioridad y Luis Felipe Denis le ordenó que Napoleón no fuera por ningún concepto a la cita con Esquijarrosa.
Luego salió “volando” para Cabaiguán, citó a Napoleón a un lugar secreto y le dijo que no podía ir. El le respondió: “Tito, usted sabe como yo soy, yo nunca le he faltado ni el respeto ni a la disciplina, pero a mi me parece que ustedes están equivocados porque si yo dejo de ir al campamento de Esquijarrosa van a sospechar de mi y acuérdate de las armas”.
Tito lo miró con admiración, él que era un jovencito pequeño y enjuto, y le replicó: “Sixto, no puede ser, porque su vida vale más que todo lo que tenemos entre manos en este momento”. El creía que lo había convencido cuando se despidieron cerca de las 8 de la noche. Pero a las 5 de la madrugada del siguiente día, un propio de la Seguridad le tocó a la puerta de su casa y le dijo: “Tito, hay problemas, Napoleón se fue a ver a Esquijarrosa”. El aludido corrió a ver a Denis para comunicárselo. De inmediato se movilizaron dos batallones de milicias para tratar de evitar lo peor.
Perdidas casi todas las esperanzas de verlo vivo, como a las 4 de la tarde de aquel día invernal medio nublado, el oficial de la Seguridad recibió una llamada telefónica. Cuando se puso al habla quedó mudo de la emoción: “Tito, es Napoleón el que te habla, llegué ahora mismo”. Sixto estaba en Sancti Spíritus y su oficial lo citó de inmediato para el lugar convenido.
Cuando estuvieron frente a frente, Tito lo reprimió con severidad por la indisciplina cometida. Napoleón se le abrazó, y el joven casi sin poder hablar, con las lágrimas queriéndosele salir: “Todo salió bien”, le dijo Sixto, y le refirió la difícil entrevista con Esquijarrosa.
Aunque por disciplina no podía dar el brazo a torcer, Rolando Yero Román comprendió que Napoleón tenía toda la razón y que su utilidad futura como agente —que entonces ninguno de los dos podía aún imaginar— la había determinado el gesto valiente de aquel hombre íntegro.
Nota: Después de ese momento, la participación de Napoleón fue decisiva para la desarticulación del GILA, el FIUR y otras organizaciones c/r; la captura de Tony Hernández, quien planeaba un atentado a Fidel, y la desactivación de varias bandas de forajidos en la zona norte.