Cuando la pistola del “Cándido González”, en Camagüey, marcó 96 millas el pasado 7 de diciembre en medio del Campeonato Nacional de Béisbol Sub-18 o juvenil, Luis Danny Morales Aguilera no se inmutó o, al menos, no lo aparentó. Esa cifra parecía demasiado para sus 17 años, 75 kilogramos de peso y 1.88 de estatura.
“No es invento, le tiré una foto al papel donde se llevan los lanzamientos; claro que me puse contento, pero para mí en ese momento estaba tirando normal, era el primer inning, solté dos de 96 ahí y después otro más como en el cuarto”.
Entonces, como su equipo y su categoría no gozan de los favores mediáticos, y sus estadísticas no aparecen en el sitio del béisbol cubano ni en ningún otro lugar, pasó inadvertido fuera de sus compañeros de equipo y, por supuesto, de los rivales.
Ya antes había asombrado con sus 18 ponches en un juego de siete entradas ante Las Tunas y sus cuatro lechadas al hilo al inicio de un torneo que lo confirmó como el mayor prospecto del pitcheo cubano y el nuevo lanzallamas de la pelota nacional.
No fueron solo sus 96 millas las que lo convirtieron en noticia. De la mano de esa supervelocidad logró imponer récord de ponches para su campeonato con 135, en solo 85 entradas y dos tercios. Y algo que parece una rareza en supersónicos: su control es envidiable con promedio de uno o dos boletos por juego. “En el partido que más regalé fueron tres”.
Y, aunque se espera por la consolidación de sus dígitos, se sabe que otra vez ocupó sitiales de privilegio en el pitcheo con balance de siete victorias y tres derrotas para reafirmar el talento que enseñó desde que Yoelkis Paredes lo captó para un área de su natal Tuinucú.
Sobre 90 millas tira casi desde que subió al box. Sabe que su velocidad no la desarrolló por tumbar mangos a pedradas en su comunidad taguasquense porque, a fin de cuentas, “uno cuando niño siempre hace locuras de esas y todo cubano tira piedras en los campos, pero no creo que sea por eso, la velocidad es natural porque tirar piedras más bien te lastima el brazo; mucha gente me dice que tan flaco que soy, pero tengo fuerza interna”.
Él sabe que, además del don natural, “todo es debido a la preparación, la sistematización del entrenamiento. Hay días que pitcheo el sábado y el domingo entreno aquí en Sancti Spíritus la resistencia y aunque nos dan el lunes de descanso, entreno en mi casa a conciencia”.
Eso lo confirma su director David Pérez: “Es digno de admirar y ejemplo ante sus compañeros, se entrega al máximo en cada sesión de entrenamiento”. Y sobre sus dotes, destaca: “Posee un buen slider, una buena curva y una buena recta, que es la que sobrepasa las 90 millas; con regularidad tira 93-94, tiene buena flexibilidad y buenos movimientos que le ayudan, mucha fluidez en su estilo de lanzar”.
No es difícil entender por qué siempre ha sido un pitcher ponchador, don del que no se jacta, ni le hace sentir un muchacho invencible.
“Siempre me he caracterizado por ser un pitcher ponchador gracias a mi velocidad, en mi categoría se escasean los lanzadores de 90 millas, que es una recta dura en cualquier categoría. La pelota es impredecible, pero siempre salgo a dar el máximo y los resultados me salen, aunque hay que ir con dos jabitas, pierdo porque pierdo, pero casi siempre son juegos batallados 1-0, 2-0… Unas veces no me acompaña el bateo de mi equipo, pero en otras sí me han bateado y me ha ayudado la defensa, recuerda que este es un deporte colectivo”.
Sus saldos no cayeron en paracaídas. En la pasada campaña fue líder en ponches y trabajó para un Promedio de Carreras Limpias de 0.99. En el 2018, en la categoría 15-16 años, comandó los ponches, la efectividad y el whip, fue segundo en triunfos y sus contrarios le batearon solo para 154.
Gracias a las redes sociales, sobre todo, sus hazañas se conocen extrafronteras, pero nada mella esa sonrisa ingenua de niño humildísimo, que no ha soltado los ariques de su poblado.
“Sé que tengo muchos seguidores por la velocidad, me vienen a ver, siguen mis estadísticas. Y, mira, en otros años he tirado 94 millas, pero en este las superé porque me concentro en mi trabajo”.
Cuando el Campeonato Nacional Juvenil reparta las medallas, Luis Danny estará con un pie en los Gallos, aunque primero deberá cumplir compromisos internacionales con el Panamericano de su categoría, mientras se prepara para terminar su grado 12 y alcanzar su carrera de técnico superior del deporte. Sabe que el tránsito no es un juego de niños y que para entonces deben multiplicarse por mil los ojos que hoy tiene encima.
“Todo genera presión, puedo subir a los Gallos con 17 años, pero lo que me pongan tengo que asumirlo y estoy preparado psicológicamente para eso”.
Y mientras llega el momento, disfruta la estancia en el hogar con sus hermanos y su mamá, “que me apoya mucho y va adonde quiera que juegue. Me gusta estar tranquilo en mi casa, no soy fiestero”.
Cuidate el brazo, eres joven y hay mucho futuro.